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De estos tres libros que me regalaron en las fiestas, lei los dos de Franzen, el del medio lo perdí aunque dicen que es entretenido. |
Pero hay algo más: ya saben que puse a parir su última novela. No me malinterpreten. No me gusta hablar mal de la obra de nadie pero dado que Franzen es un buen escritor y que ya ha triunfado ampliamente con sus dos novelas anteriores, me veo legitimada a expresar mi disconformidad sin que con ello mine su moral. Probablemente, ni sus lectores ni él leerán mi reseña. Pero lo que quería poner de manifiesto es que sentí cierto alivio al constatar que incluso un gran autor puede escribir una chapuza. Al fin y al cabo los que llevábamos menos tiempo en esto a menudo nos sentimos desmoralizados ante una gran obra.
Pues eso, Pureza no es una gran obra y entonces, desde mi pequeño rincón de escritora independiente me reafirmo en mi empeño de seguir escribiendo. Ya ven, qué simple y rudimentaria es la la psiquis humana, señores.
Lo siento, hoy este post va en plan relajado y un poco neurótico. Solo cierro dejándoles unas máximas que extraigo desde mi humilde camino. No imiten. No repliquen que todo esto es muy subjetivo.
- Una vez escrita tu novela. Trabaja hasta la extenuación el comienzo. Es casi más importante que el final. Te dará visibilidad. ¿Un ejemplo? Te sorprenderá pero soy una de las pocas personas que se ha tomado el trabajo de leer El padrino de Mario Puzo antes de ver la película. Estamos de acuerdo en que no es una obra magistral pero cumple de sobra con las dos premisas que le pido a una novela: que enganche y que entretenga. Pues el comienzo invita a seguir leyendo desde el minuto 1. Directo. Al grano. Sin descripciones absurdas.
- Intenta que cada capítulo sirva de gancho para leer el siguiente. Esto ayuda a que la historia tenga un hilo conductor claro. Claramente Pureza no cumple con esta premisa y fue la causa de que estuviera varias veces a punto de dejar la novela. No veía los nexos. Me perdía. Me aburría.
- Durante el proceso creativo lee novelas que te inspiren. No necesariamente tienen que ser buenas. Incluso las malas sirven, en especial para subir la moral (y aprender de los errores ajenos).
- Los blogs de autores autopublicados son entretenidos… al principio. Te dan pautas sobre el mundo que te toca enfrentar pero luego haz tu propio camino. Cada vida es diferente y el contexto inmediato influye mucho en los resultados. Esos que a veces nadie cuenta en un blog. Lo digo porque a menudo se pueden crear falsas expectativas. No nos adocenemos. A mí personalmente, me gusta compartir el conocimiento pero no necesariamente para que sea replicado es solo un punto de vista más sobre la vida.
- Deja respirar la obra. Yo hago pausas de varias semanas para vaciar la mente de la historia. A mí me resulta. Cuando la agarro estoy mucho más motivada. Y hasta me sorprendo.
- Escribe con la mente. Me refiero a que a veces tenemos poco tiempo para escribir pero es fácil imaginar posibles argumentos mientras hacemos otras cosas. Esto parece una estupidez pero se gana bastante tiempo: cuando te sientes a escribir irás al grano.
- No caigas en la falsa creencia de que se puede escribir en lugares públicos y concurridos. Créeme lo he intentado. El mundo sirve para inspirarse y yo creo que un escritor debe ser parte activa de la vida cotidiana pero la tarea de escribir es muy mental y requiere de concentración. O al menos, eso me pasa a mí. Es lo más parecido a ponerte a hacer ejercicios de matemáticas sin parar. Está bien que el profesor te explique y que te juntes con tus compañeros a compartir dilemas pero las conexiones en la mente las tienes que hacer tú. Los miles de vínculos que requiere una novela solo pueden pensarse profundamente en soledad.
- Y enlazando con lo anterior: me encantan los bares, señores, pero solo sirven para dos cosas: corregir en papel e inspirarse. Es decir, observar a los borrachos atentamente. Emborracharse es una tercera opción muy interesante pero probablemente tu productividad bajará ostensiblemente.
Los dejo. El sol de primavera promete. Tengo una cita con los mirlos de la sierra.
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