Yo no he seguido ese camino. Lo que he hecho es hacer la escaleta a posteriori, lo cual tampoco es una mala idea. Ayuda a dar coherencia a toda la historia. ¡Y es genial! Tomas nota de cosas muy simples como, el tiempo que hacía en una escena concreta, también te recuerda los nombres de los personajes (sí!! Soy una colgada y he cambiado los nombres de algunos por puro despiste).
Otra ventaja de la escaleta es que te impulsa a mejorar la novela en sí porque para hacer la escaleta tienes que leer sí o sí todo el capítulo y en el ínterin, corriges y embelleces cosas. O por lo menos, lo intentas[1].
Yo estoy en esa plena fase. A medida que voy confeccionando la escaleta voy dando contexto y profundidad a los personajes. Está bueno. Es vigorizante. Es como dar energía y oxígeno a unos títeres que de otra forma estarían tirados en el suelo. Es como soplar y ver que toda la historia camina y avanza.
En cualquier caso, estos últimos días me he sentido un poco frustrada. Por momentos, me canso hasta de la historia. Sucede de a ratos. Hay momentos en que me gusta leer lo que he escrito. Me da ganas de saber qué va a suceder.
Pero hay otros instantes en que me aburro con lo que escribo y es ahí donde meto más “caña”. Hasta que decido que es mejor hacer una pausa y dedicarse a otra cosa. Eso también ayuda a la historia.
Como meta de corto plazo, intentaré seguir con este relato lo más seguido posible. Es decir, con el relato del relato.
Este blog debe alimentarse de algo. Tiene que haber más periodicidad. Más cercanía. Menos tochos y ladrillos.
Es curioso, El Canguro filósofo es más árido. Más serio. Más estructurado. Sin embargo, no para de crecer. Cada vez lo lee más gente y tiene más seguidores.
Hay algo que hago bien allí y que aquí funciona más lento. Debo analizar esto.
Pienso que las redes sociales están buenas para los escritores que no somos nadie. Nos otorga cierta visibilidad pero también nos quita energía. Nos deja hundidos en la miseria de la superficialidad y lo efímero.
Sí, ya sé. A veces, lo efímero es divertido. Me gusta perder el tiempo leyendo cosas intrascendentes. Pero es como comer muchas gominolas. Están bárbaras, son dulces. Tentadoras. Baratas. Pero qué mal se siente uno después. ¡Qué arrepentimiento más estúpido el de las gominolas (gomitas)! Lo mismo pasa con las redes sociales. Hay que estar pero al mismo tiempo, te consumen un poco como persona social.
Maldita sea. Todo tiene un costo. Nada es gratis. No hay atajos. Al final, hay que sudar en todo. No es una queja es solo la constatación de algo evidente.
Me estoy liando otra vez con otras cosas. Vuelvo a la novela. Ya llevo más del 70% avanzado. La idea es llegar al primer borrador en fin de año. Ya adelanté que la historia transcurre en Buenos Aires, Asturias y Madrid. También que aparecen personajes de Los viajes sonámbulos aunque no es una segunda parte. El contexto económico es muy importante como en todos mis escritos. Para bien y para mal, la economía nos define como personas. Sé que esta frase puede ser polémica pero no puedo ser hipócrita. La vida económica condicioma mucho nuestra decisiones, nuestra forma de encarar nuestra existencia, nuestras amistades, nuestras decisiones políticas. En parte, mi novela va de eso aunque no es el tema principal.
Ahora los dejo. Si tengo la suerte de mi lado, podré escribir un poco más. Pelearme con las historias. Destripar los personajes. Meterme en el fango.
Si en el fondo, me la paso bien.
Disfruten de este tiempo.
La calma de no estar ni en verano ni en invierno.
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