El día se levantó plomizo. Gris. Ya era hora. Son los días ideales para enfrascarse en la tarea de romper y volver a armas una novela.
Ya les he contado antes que estoy en pleno proceso de reestructuración de Historia de una roca. Para ello, he construido una escaleta que me ha servido para detectar numerosos fallos de coherencia temporal. Cuando hacés el guión de tu historia te das cuenta de verdad en dónde estás haciendo agua. Y te centras en cuestiones que antes no le dabas tanta bola. Veamos.
Las ramas de un árbol. Uno de los errores más comunes es irte por las ramas y olvidarte de la acción principal. No te olvides que estás contando hechos, si para ello tienes que ir al pasado o describir alguna circunstancia está OK pero no olvides volver a la acción que estás narrando. Es odioso y de sentido común pero pasa mucho. No tiene que ver con la experiencia. Es la mente del escritor que se atiborra de cosas para contar y no todas ellas son relevantes.
La cuestión temporal. Otro asunto complicado es medir el tiempo. Como bien nos recuerda E.M Forster en Aspects of a novel: “la base de la novela es la historia, y la historia es una narración de eventos en una secuencia de tiempo dada” (p. 51). No podemos escapar del tiempo y éste debe estar claro para el lector. Normalmente, como escritor, en tu cabeza tienes una noción de cuánto tiempo pasó entre una escena y otra pero no queda claro en el texto y menos para el lector. Algunos autores como Joel Dicker titulan los capítulos con las fechas concretas de los sucesos, eso está muy bien para las novelas policiales en donde el tiempo en el que suceden los hechos es importante pero en una novela más genérica no es necesario y puede restarle un poco de poética al asunto. Sin embargo, recomiendo anotar el tiempo (día, mes, lo que sea necesario) en la escaleta. Más que nada para tener una referencia interna. Eso te obliga estar atento a los hechos y no irte por las ramas.
Viajar en el tiempo y saltar de narrador: Otro asunto, los flashbacksy los multinarradores. Este es un asunto complejo. A mí me gusta mucho introducir la primera persona en la narración pero a menudo es lindo también que esté el narrador omnisciente. Cada uno cumple un papel importante. El omnisciente conoce los hechos, el futuro, sabe la verdad pero quedan fuera ciertos matices que solo el protagonista experimenta. En Los absurdos aparecían cartas o correos electrónicos, en Los viajes sonámbulos también había cartas al final. Me cuesta renunciar a este recurso. Volviendo a Joel Dicker, en su última novela La desaparición de Stephanie Mailer hay cambios de narrador todo el rato y muchos de ellos son en primera persona. Para evitar confusiones, lo deja claro en título del capítulo o en el subtítulo. En mi caso, hago uso de la cursiva cuando hay una narración en primera persona de un personaje que no es protagónico. A menudo, suele coincidir con un flashback. Me gusta este recurso porque le da profundidad a los personajes. ¿No les parece que un solo narrador omnisciente se queda corto a veces?
Capítulos cortos. Últimamente me estoy decantando por los capítulos breves. Agilizan la obra y le otorgan al lector la posibilidad de ir al baño o hacer pequeñas interrupciones. Para los que tenemos hijos es genial. Volviendo a Joel Dicker, su último libro tiene capítulos no muy cortos pero con sub-capítulos. Esto puede ser lioso, no tanto para el lector si está bien hecho, sino para el escritor pero, si está bien confeccionado, es una buena opción. Otra alternativa también muy extendida son los capítulos largos con dobles espacios después de cada escena. Esto ayuda a armar mejor la obra y no complica mucho al escritor con sub capítulos. Por otra parte, facilita los momentos gancho. Y nos lleva al siguiente apartado.
Escenas gancho. Son esos momentos que hay que construir muy bien en donde tienes que enganchar al lector a seguir leyendo. E.M Forster enfatiza mucho el valor del gancho en la novela. Es decir, tienes que ser capaz de contar una historia que te den ganas de seguir leyendo. Que el lector sienta curiosidad por saber qué va a pasar a continuación. Este es un aspecto muy interesante y es el quid de la cuestión (más adelante hablaré más sobre este asunto: Historia de una roca, es, de alguna forma, una novela que va sobre eso). Normalmente, los ganchos van al final de los capítulos, en las últimas escenas. Si prestas atención, verás que muchas veces terminas de escribir un capitulo sin dejar en claro por qué hay que seguir leyendo. Y de alguna manera, seguimos leyendo para desanudar lo que se anudó en el capítulo anterior. Es un ejercicio interesante el del escritor. Anudas. Y desanudas. Y así hasta el final. He cuidado en este aspecto que ese “atar y desatar” no sea grotesco sino sutil. Como en la vida que vamos sorteando una cadena de obstáculos casi sin percatarnos de estar haciéndolo. Así tiene que ser en la novela.
Cambios de punto de vista narrativo. A veces estamos escribiendo como narradores omniscientes pero desde el punto de vista de un personaje concreto. Cuando queremos pasar a otro personaje tenemos que avisarle de algún modo al lector para que no se confunda. En este terreno, he visto de todo. Desde un capítulo, un punto de vista, hasta capítulos mega largos con doble espacio para cambiar de punto de vista. Todas las opciones son válidas. En el caso de Historia de una roca como la narradora lo hace en primera persona no hay tantos cambios de punto de vista sino más bien cambios de narradores cuando amerita en la obra. Y para avisarle al lector estoy utilizando la cursiva.
De momento eso es todo. Espero que esta pequeña guía te sirva en el camino. Escribir es una tarea ardua. Yo digo que es como empezar armar un puzzle que sabes que en el camino cambiará de imagen y tendrás que volverlo a romper para volver a recomponer las piezas. Sin embargo, el resultado debe ser algo que refleje algún aspecto del alma del escritor. No nos tiene que decir la verdad. Ni siquiera tiene que estar bien escrita. Yo creo que el verdadero secreto de que novelas malas tengan éxito (más allá del marketing) es saber enganchar al lector. Si el lector siente curiosidad por más, ya tienes el cielo ganado.
Si encima la prosa te llega al alma, ya estás en el olimpo.
Gran fineza critica. Hay que ir juntando estos apuntes para construir tu hipótesis
Tampoco la cargada. Esto no es una ciencia. Y soy de cambiar de opinión. Hay muchos mundos posibles.
Está genial aprender unas pautas, si un día quiero escribir ficción, yá sé donde tengo que tener cuidado. Tambien con mis escritos non-ficción tengo que enganchar el lector… Cuando uno lo explica parece todo muy lógico, pero hay que pensarlo primero, y solo escribiendo se aprende. Veo como ibas construyendo ‘Los absurdos’. Continuo leyendo…
Sí, no es fácil. Se aprende todos los días. La mejor escuela para escribir, sea lo que sea, es leer mucho.
¡Gracias por leer y comentar!