Se acerca diciembre y tenía ganas de escribir unas líneas sobre los temas que me vienen rondando por la cabeza. En estos días, había pensado hablar sobre propiedad intelectual, un tema que ha reaparecido un poco en los medios de comunicación a raíz de la reciente aprobación de la Ley de Propiedad Intelectual en España y del cierre de varias páginas de descargas, sin embargo, me surgen muchos dilemas y cuestiones que decir por lo que dejaré este debate sesudo para el Canguro Filósofo, que para eso está.
Me gustaría hacer un balance del año que ya termina. En rigor, debo decir que estoy satisfecha con las metas que he ido cumpliendo a lo largo del año. He publicado Los viajes sonámbulos en papel. Ha sido un dolor de cabeza y he tenido algún momento de tirar la toalla pero al final creo que lo he hecho lo mejor que he podido y estoy más que satisfecha.
Lo principal es que he aprendido muchísimo sobre edición y publicación y creo que la próxima vez cometeré menos errores. Otra vez tengo que dar las gracias a los miles de blogs que nos cuentan sus aventuras, sin ellos es imposible emprender en este sector. Por alguna razón, en este terreno yo creo que no valen los libros ni los Masters ni nada de eso. Es un sector que cambia tanto que la única manera de mantenerse informado es a través de los blogs que van relatando su experiencia minuto a minuto.
En el post anterior hablábamos de consumo colaborativo. A este tipo de cosas me refiero. Espero que la tendencia a compartir se consolide y que la legislación actual permita nuevas formas de consumo más honestas con el bolsillo de la gente y con el medio ambiente. ¿Quién necesita publicar un libro en papel sobre cómo publicar en Amazon cuando el proceso va cambiando a lo largo de los meses y la realidad de cada país es diferente? ¿Quién necesita comprarse un auto cuando lo puede compartir con otro y ahorrar en combustible? (En esta página puedes ver todas las iniciativas que hay en España).
Volviendo a Los viajes sonámbulos, ha tenido buena repercusión la edición en papel pero, como todo, requiere de un continuo trabajo de promoción que termina cansándome un poco. La tarea se torna a veces repetitiva y aburrida. Trato de innovar pero al final es difícil hacerlo con pocos recursos o sin habilidades especiales para el marketing. No quiero cansar a los pocos que me siguen pero a veces no tengo opción y lo tomo como una parte obligada de mi trabajo.
En este momento, sin embargo, me siento muy bien porque he podido retomar mi segunda novela. Una segunda parte que hablará también de los viajes y de lo que significa para sus protagonistas. Se puede leer en clave “segunda parte” para el que tenga intriga por saber qué ha pasado con determinados personajes pero no es una continuación en toda regla: es una historia completamente independiente en donde da la casualidad que aparecen algunos personajes de la primera novela.
Vamos, como la vida misma. ¿Quién no se ha cruzado con un conocido en un contexto completamente nuevo? De momento, estoy satisfecha y contenta aunque soy consciente de que no puedo correr: la escritura tiene sus tiempos y no es fácil ponerse fechas. Debo decir que improviso bastante aunque a veces me da un ataque de seriedad y me pongo a planificar alguna que otra trama.
En cuanto a los bienes intangibles, un tema del que he hablado bastante tanto aquí como en el Canguro filósofo es una cuestión a la que siempre vuelvo: a lo mejor porque me he dedicado a ello unos años y tengo deformación profesional o a lo mejor porque ahora que soy escritora lo vivo en carne propia y me da por reflexionar aún más sobre esto. Seguiremos escribiendo sobre ello. De momento, solo puedo decir que parece no haber reglas claras. Estamos todos en modo beta. Ensayando todo el rato.
Somos muchos en este barco pero menos que en otros sectores y, me atrevería a decir, muchos menos los que perseveran en el tiempo. Los que no paran de leer y de formarse y los que escriben de determinados temas que no escriben otros. En eso somos únicos (¡Qué mal suena!). Y en ese sentido escribir significa que no habrá un producto igual a otro.
Somos iguales en formato pero no en contenido. Y ya sé, lo que digo es una perogrullada pero, de alguna manera, es tranquilizador. No tengo ninguna intención de competir con la masa. Ni de sumarme a la larga lista de personas aspirando a lo mismo, sea lo que sea. No lo he hecho en mis trabajos más serios, ni en la facultad ni lo hago como escritora. Prefiero hacer mi camino, independiente y no perder mi forma de trabajar.
Por último, debo decir que, por cuestiones de trabajo, he podido conocer importantes blogueros de la escena de la literatura juvenil de Madrid. Son gente muy joven, llena de ilusión y energía que está dispuesta a hacer de la literatura su profesión. Además, no parecen vivir en una nube de estudiantes de literatura, de hecho de los que he conocido casi nadie lo es, sino que provienen de otras profesiones pero les gusta leer. Digamos que no son bichos literarios.
Nada que ver con los jóvenes Ni Ni que pasan de todo y que no tienen ningún interés por nada. Tampoco son los eruditos de la Facultad de Filosofía y Letras. Son gente con iniciativa, que se organiza y que no está quejándose todo el día sobre la situación actual. Se conectan con el mundo y no viven en una atalaya.
Conocer a estos jóvenes me hace volver a creer en la gente y en que no todos pierden el tiempo y las neuronas en el botellón del barrio o filosofando en un pasillo de facultad.
En cuanto a lecturas, ya he contado en Goodreads que he tenido que dejar Honrarás a tu padre de Gay Talese (las razones de esta decisión las puedes descubrir aquí). Es algo que hace mucho que no me pasaba: tener que abandonar un libro cuando ya llevaba casi la mitad.
Sin embargo, sigo con 1984 de George Orwell, una obra que ya reseñaré pero que de momento me parece genial, no solo por la historia sino por la prosa maravillosa de este autor. Por otra parte, me interesa su vida ya que si bien era un capo que fue a la escuela de señoritos de Eton como otras luminarias inglesas de la época como Keynes, Orwell tuvo una vida mucho más bohemia y contestataria que este último.
El hecho de que haya vivido en la indigencia, haya peleado en la Guerra Civil Española o haya realizado trabajos que nada tienen que ver con la vida de un escritor, como ser lavaplatos resulta de lo más inspirador.
De alguna manera, ese pasado puede ser la mejor materia prima con la que puede contar buen escritor. Estar en la calle. Ver a la gente. Ensuciarse un poco. Meterse en el fango.
Quedarse en el atalaya es tentador. Cozy. El refugio. La guarida de ficción. Pero no queda otra que salir al mundo. A la decepcionante atmósfera de la vida social. De los desencuentros. Del polvo y la suciedad. De los conflictos. Salir de la zona de confort a veces es necesario. Y leer y leer.
Me dirán que soy una anti social. Nada más lejos de la realidad. Sé que hay cosas maravillosas de interactuar con otros. No lo niego y me alegro de hacerlo pero creo que el aprendizaje está más en las malas experiencias que en las buenas.
De momento, les deseo felices fiestas a los cuatro gatos que me siguen. Pásenlo bien y no caigan en la euforia navideña que puede ser muy estresante. Tranquilidad ante todo.
¡Salut!
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