Seguimos con la crónica de un escritor en Liber19. Si te perdiste la primera parte, puedes leerla aquí. El día miércoles me acerqué a la charla El libro blanco del escritor y los retos de la profesión para el futuro, un estudio que pretende poner cifras a la condición de los escritores. El panel estaba organizado por la Asociación Colegial de Escritores (ACE). Yo no soy gregaria y, aunque me mantengo informada, no suelo asociarme a otros escritores. Me parece que el escritor debe estar lo más cerca posible de la gente normal.
Nosotros no somos normales.

O somos tan heterogéneos que juntarnos no garantiza que vayamos a tener algo en común. O no más que con un carnicero, abogado o biólogo marino. En cualquier caso, debo decir que suelo estar informada o lo procuro y aunque sé de la existencia de numerosas asociaciones de escritores, de ésta en concreto no tenía mucha idea. (Lo cual seguro habla más mal de mí que de ellos.)
De todas formas, nada me es ajeno y me gusta escuchar otras voces. Con ese ánimo de acerqué a la charla. Moderaban la mesa Manuel Rico (escritor), Daniel Fernández (presidente de CEDRO), Pepa Roma (periodista y escritora), Ramón J. Soria (sociólogo y la persona a cargo del trabajo de campo) y Rafael Soler (poeta).
Llegué un poco tarde así que solo hablaré de lo que escuché y luego haré algunos comentarios sobre el Libro blanco.
Primero de todo. Aplaudo la iniciativa de que se indague en la condición de los escritores. Es un buen punto de partida. Los que me conocen saben que he escrito mucho sobre economía y cultura. Creo que tenemos que perder el miedo o el prurito a ponerle cifras a las cosas.
Dicho esto, noté en la charla un cierto tono de nostalgia. De un tiempo mejor que se había perdido (y en el que el editor era en parte culpable del asunto). Hubiese estado bien contar con un editor en la mesa de debate. Creo que cuando hay diferentes puntos de vista es interesante que esté presente la persona a la que vamos a criticar. También eché en falta que hubiera gente más joven.
A ver.
No SOLO gente joven. Sino gente mayor y gente joven debatiendo a la par porque si no es como un rosario de lamentos ¿hacia quién?
Yo no sé si soy joven pero debo decir que en esa charla me sentí bastante joven. Si hay algo que no siento es nostalgia porque no hay un pasado mejor al que volver. Yo creo que la vida del escritor siempre fue precaria y dura. No entiendo bien la sorpresa. Solo cabe suponer que algunos privilegiados quizás perdieron parte de esos privilegios pero la inmensa mayoría de los escritores ha vivido mal antes y ahora. Pienso que siempre ha sido así por eso no llegué a empatizar con los lamentos de la mesa (Eso no significa que piense que no hay que cambiar las cosas).
En algún momento, incluso se nombró la palabra “intrusismo”. Yo personalmente tengo un TOC con este asunto porque odio la palabra intrusismo. Ya cuando se habla en ese tono no hay nada que hacer. ¿Por qué hay que impedir que ciertos personajes entre en tu sector? ¿Quién eres tú para legislar quien debe trabajar de escritor? ¿Quién es el juez que decide?
Y, claro, no faltaba mucho para que se denostara a los You Tubers, como efectivamente se hizo. Yo no lo soy pero ponerse en plan “el you tuber perjudica mi trabajo” es irrelevante en la conversación. Casi diría, es ridículo.
Vamos a ver: si un pendejo youtuber influye en tu carrera, vamos mal. Será que algo no estás haciendo bien. Y yo no digo que el youtuber sea un crack de las letras pero que lo sea no significa que no pueda tener un lugar en la escena de la literatura actual.
Tenemos que abrir la cabeza, señores.
Y no caer en los lugares comunes de criticar a los jóvenes. Ya me parece vintage. Ellos tienen mucho que aportar. Bueno o malo. Eso ya lo decidirá el lector. Pero no se puede despreciar a nadie por su edad o por la forma en la que se comunique con su público, sea You Tube, Instagram o televisión.
Y por último, no se nombró en ningún momento el arrollador fenómeno que está teniendo la autopublicación. Es un escenario que está cambiando el oficio del escritor de una manera contundente y es justamente, quizás, la respuesta a esa precarización de la que se hablaba en la mesa. En algún momento, uno de los ponentes dijo algo así como “ahora vemos a gente que apenas ha publicado libros o que incluso ha autopublicado dando clases en talleres”. A ver, para ser buen profesor no hace falta haber ganado el Premio Nobel de Literatura ni ser el más célebre. Simplemente hay que haber escrito y leído mucho y tener empatía con tus alumnos. Y si eres tan bueno en lo tuyo no te tiene que preocupar que otro quiera ganarse la vida dando clases. Me parecen comentarios tan chiquitos y mezquinos que quiero pensar no reflexionaron mucho antes de decirlo. No se puede cuestionar lo que la gente demanda (y menos en el arte).
A parte de esa mención, nadie se dignó a siquiera analizar el fenómeno de este nuevo escritor emprendedor que tiene que hacerlo todo.
Claro, normalmente son jóvenes y en la mesa no había ninguno. O por lo menos, no había nadie dispuesto a potenciar como elemento esencial las nuevas tecnologías.
El más coherente me pareció el sociólogo que parecía estar un poco más en la realidad (por lo menos había hecho el estudio, que puedes leer aquí). Me hubiese gustado preguntarle un par de cosas pero había tanto ruido y percibí un poco de hostilidad a los autopublicados que no daba para el debate.
Además, me quería leer el estudio que comento más abajo y que si no quieres leer puedes salteártelo y pasar a la siguiente sección.
El estudio
El Libro blanco recoge datos del año 2018 de la condición de los escritores e intenta ponerle cifras. Antes de seguir quiero aclarar que aunque haga ciertas críticas valoro que se lleven a cabo iniciativas que pongan datos al sector de la cultura. Naturalmente, es un sector opaco e informal y la única forma de mejorarlo es teniendo la mayor cantidad de datos. Dicho esto, no voy a hacer un resumen de las principales cifras (para eso lean las notas de prensa o la introducción. Yo no estoy para copiar datos de terceros). Solo me interesa comentar los aspectos que más me han llamado la atención.
Los enumero a continuación.
- La muestra: en cultura lo más difícil es definir el objeto de estudio. Ya lo decía en El canguro filósofo cuando hablábamos de Economía y arte[1]. Y cuando hablamos del oficio del escritor se complica la cosa porque, aun hoy, mucha gente considera que la escritura no es un trabajo. Yo pienso que los escritores tenemos parte de la culpa porque no nos involucramos lo suficiente en los problemas de la industria. Dicho esto, el estudio solo tiene en cuenta a los escritores asociados a ACE o CEDRO. La muestra la constituyen solo 603 cuestionarios. Creo que ahí parte el primer error. ¿Cómo podés sacar conclusiones de una población tan heterogénea solo con 603 encuestas? Aquí lo suyo hubiese sido, lo más fácil, cambiar el título y en vez de llamarlo El libro blanco del escritor, llamarlo El libro blanco del escritor asociado a ACE o CEDRO. O, el camino más arduo, agarrar una muestra más representativa. Es decir, al menos, contactar a la mayoría de las asociaciones de escritores que están dando vuelta en España y que representan a colectivos que están ausentes en el estudio. Ya hablaré de esto más adelante.
- Los jóvenes: claro, un error como el de antes mencionado te puede llevar a conclusiones rarísimas. La muestra es “excesivamente vieja”. Ya lo había percibido en la charla y lo confirmo en el estudio: ¡casi más del 70% de los encuestados tiene más de 50 años! Por Dios, ya ese dato te tiene que hacer sospechar que algo en tu muestra no está funcionando. Se dice: “al joven no le interesa asociarse”. ¡Mentira! ¡El joven se asocia más que nunca! Justamente porque no se siente representado en otros foros (para muestra lo que acabo de mencionar) que crea sus propias comunidades. Ellos se asocian mucho más que los mayores. Hacen comunidades fuertes en torno a géneros concretos. Por eso el estudio debió contemplar esas realidades. Y que conste que yo no me represento tampoco en esos jóvenes pero están ahí y son parte del sector que si queremos entenderlo tenemos que meternos en su mundo e investigarlo. En el estudio, se intenta paliar esta falencia en la información con un pequeño artículo titulado “Una mirada cruda sobre la situación de los escritores jóvenes” y se sacan algunas conclusiones sobre ellos. Lo que no me queda claro es de dónde sale esta información ¿es parte de la encuesta? ¿Entrevistaron a jóvenes por fuera de CEDRO o ACE? No queda claro.
- Autopublicados: para muchos es mala palabra. Pero a veces la democratización en la creación genera enojos. Puedo entenderlo. En la encuesta no se ahonda ni parece haber interés en este fenómeno. Infiero por los datos que el 9,6% de los encuestados recurre a la autoedición ¿por qué no se indagó en las causas, en su perfil, la edad, en sus conocimientos? Sin embargo, queda el dato flotando y casi toda la encuesta presupone a un autor que publica en una editorial, por lo que la muestra, en la práctica, es aún más pequeña.
- Las mujeres: el mismo error en la muestra puede explicar no solo la artificialmente envejecida población de escritores sino también la escasez de mujeres. Claro, si hubiesen incluido a los jóvenes a lo mejor había más mujeres. Y a la postre, cabe preguntarse en qué condiciones escriben estas mujeres, qué edad tienen, si tienen hijos. Todo esto queda oscurecido por una muestra no del todo representativa.
Yo siempre digo que las muestras pequeñas las carga el diablo porque nos pueden llegar a conclusiones un poco locas. Por ejemplo, que la escena de los escritores en España está comformada por un ejercito de viejos machos que cuentan historias.
Igual, valoro el estudio y me parece bien que se indague en la condición de los escritores y se le intente poner números. Solo apelaría a destacar que no representa a la totalidad de los escritores. Sigamos reclamando cifras. Es importante que el sector cultural se ponga las pilas.
Solo nos queda la útima parte de esta crónica de un autor visitando Liber19. Y debo decir que el día siguiente fue bastante más estimulante. Me topé con escritores, sí. Más jóvenes. Y había mujeres. Y hombres también. El ambiente lúgubre fue reemplazado por una energía nueva. Tampoco era wishful thinking. Solo ganas de trabajar. Ilusión.
Mañana más.
[1] En mi artículo Arte y economía: otra mirada para entender el capitalismo actual, dediqué un apartado entero a hablar sobre la dificultad de delimitar el objeto de estudio en Cultura. A día de hoy, no hay consenso.
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