Empezamos el año livianos. Hoy hablamos sobre lo lindo que es mirar la vida con cierta extrañeza, sobre por qué cada vez más hay gente que se autopercibe desempleada y las necesidad que tengo de escuchar mucho y hablar poco. Disfruten.
Andar con extraños
Hace poco escuchaba un podcast de Helen Hester, profesora asociada de medios y comunicación en la Universidad de West London, ella acuñó un término interesante: Xenofeminismo. Esa idea de hacer comunidad con los extraños. Yo me di cuenta que sin pensarlo es algo que hago a menudo sin darme cuenta. Así como la gente se siente más cómoda con lo familiar, yo navego mejor en las aguas de la extrañeza. Me gusta la gente desconocida. La idea de no compartir historia ni ADN, de no tener un pasado en común. Y pienso que todo el sistema social, económico y político conspira en contra porque la gente protege su tribu. Fíjense que hasta el actual sistema impositivo penaliza las donaciones que no son entre la familia. El mensaje es claro: NO ayude al extraño. ¿No les parece una perversión?
Yo combato esa idea. Una de las nociones más dañinas ha sido la de la familia biológica como utopía y fin de nuestra vida. Ese grupo impuesto que vertebra la sociedad. Yo apunto a poder generar un grupo de parientes que puede o no pasar por la sangre. Ni siquiera hablo de formar una tribu porque a mi mucho el espíritu de comunicad no me gusta. Ni los guetos ni el colegueo. Me gusta la gente pero de a uno y sin equipo donde hay nosotros y ellos. Me acomodo mejor a saltar de rama en rama. Estar un rato. Irme. Escuchar. Crear vínculos de a uno, sin camisetas o partidos.
A la gente le gusta hablar de sí misma
Hay una cosa que me deja pasmada. Y es la capacidad de la gente para hablar de sí misma. Me he encontrado con gente prácticamente desconocida que me ha contado cosas muy íntimas, como hablar de sexo y dinero y, en general, en los dos terrenos tienden a exagerar. He visto con mis propios ojos gente que se acababa de conocer hablando de su infancia, sus padres, sus separaciones, incluso sobre sus hemorroides. En general, eso para mí es una ventaja porque gracias a ello puedo dejar de hablar de mí, que me resulta muy aburrido.
Pero lo que más me gusta es escuchar conversaciones ajenas entre dos personas. Si hay más de dos, me pierdo porque no tengo un oído tan fino pero si logro escuchar lo que dicen, me encanta. Pescar esos diálogos, observar a esa gente. Normalmente, cuando las personas hablan de a dos y en voz baja es porque están criticando a otros.
La gente trabaja y no se da cuenta
El otro día me metí en una conversación. Todos hablaban de trabajo y esa idea tan chiquita de que trabajar es ir a la oficina o a la fábrica. Es cobrar en blanco. Un tío decía en un podcast que escucho que estaba «parado» pero según transcurría la entrevista, el tipo nos contaba que acababa de publicar un libro, que daba clases, que era influencer. Lo mismo leo en los Diarios de Iñaki Uriarte, donde dice que no ha trabajado en su vida y a continuación nos cuenta una retahíla de trabajos de crítico y periodista. Luego podemos evaluar si efectivamente es un trabajo duro o no, pero esa ya es otra conversación. Qué loco, cada vez más encontramos gente que se autopercibe desempleada porque la sociedad le dice que lo es o porque no cumple con la estrecha definición que se han montado en sus cabezas. Me encuentro con muchas madres que se lamentan por no tener un trabajo normal y yo las miro y pienso que si les tuvieran que pagar por todo lo que hacen ganarían un buen sueldo. Es muy loco. Es gente que trabaja y no se da cuenta.
Y así me pasó en una conversación en la que yo estaba callada escuchando como otro más, se autopercibía desempleado. No hablaré más de la crisis del trabajo o de lo que pensamos que es el trabajo. A menudo callo porque la gente, como dije, le gusta hablar de sí misma. Pero si callo demasiado es sospechoso entonces cada tanto pregunto. Soy buena preguntando porque hay que saber dar con la pregunta justa que te sirva para obtener información y que al otro le dé ganas de hablar. Además cuando preguntas bien, le estás demostrando al otro que te importa mucho la conversación y que te interesás por su vida. Esto suele ser así en mi caso pero tampoco es matemático.
La pregunta es también una huida hacia delante. Es poder seguir callado. Funciona mucho con desconocidos o con gente que no tiene drama en hablar sin parar. Algunos, como señalaba Uriarte, no tienen inconveniente en contarte la misma historia varias veces.
Razones por las que hablo poco
Hay otro tema por lo cual hablo poco. Tengo la voz baja y tengo que gritar y entonces solo guardo los gritos para las cosas importantes. Me ha pasado a veces en conversaciones de a varios (que son las que menos me gustan porque suelen ser las menos interesantes si no están bien llevadas o no hay un buen moderador) que me propongo poder decir lo que pienso aunque sea una estupidez. Siempre gana una voz más estridente, la mía no lo es, entonces, elevo la voz y digo mi verdad, que puede ser una banalidad, y entonces la gente me mira raro. Porque enfatizar algo que en realidad no es muy importante, desde afuera se ve como de alguien trastornado. Yo no lo estoy (o sí, según como se mire el asunto) pero es solo una cuestión de economía y eficiencia. Si quiero que me escuchen, debo gritar. No tengo opción. Pido perdón por anticipado.
Ultima razón por la cual hablo poco. A menudo cuando tengo que explicar algo, me explico mal. Y según me escucho NO estoy de acuerdo con lo que yo misma estoy diciendo porque no es eso lo que de verdad quiero decir. Por eso admiro a la gente que es capaz de hablar y transmitir una idea. Me parece un don. Quizás por eso escribo. Cuando lo hago, me acerco a algo, lo pienso. Lo medito. Puede que no llegue a expresar la exactitud de mi pensamiento pero se acerca mucho más que cuando hablo porque cuando lo hago pierdo el hilo o no me escuchan o me miran raro y los entiendo. Por eso celebro que ya no se hable por teléfono. Se acabó una pesadilla. Siempre en las conversaciones, ganaba el que era capaz de colarte cualquier cosa y yo soy de naturaleza lenta y necesito pensar las cosas. Por eso tomo malas decisiones bajo presión y me encanta el mensaje de texto porque ahora hablar por teléfono me parece demasiado disruptivo y termino diciendo inconveniencias y luego vienen las miradas raras.
Mirar a la gente con cierta extrañeza
Me pasa mucho eso también. La gente me mira con cierta perplejidad. Antes me incomodaba esto pero ahora me gusta. Tiene que ver con esto de la extrañeza. Ser extranjera en todo sentido. Ser extraña. Rara para el otro. Y aunque me empeñe en tratar de ser banal y corriente yo pienso que cuando hablo, la gente me mira con mucha sorpresa. Creo que es una mezcla de sorpresa y desinterés. A mí lo que me pasa es lo contrario: lo extraño me entretiene. Será por eso que me gusta más que lo familiar. Es como una sed de aprendizaje hermoso. Yo siempre quiero aprender. Y aprender tiene que ver con nunca perder la sorpresa por las cosas.
Otro asunto, cuando estoy con esta gente que no para de hablar, a mí me da oportunidad para observarlos. Vuelvo al mundo del trabajo. Uriarte no se autopercibe trabajador. Tampoco muchos escritores, algunos me han llegado a decir: “ojalá tuviera tiempo para escribir” o incluso hay gente que te dice “ojala tuviera tiempo para leer”. Yo me quedo ojiplática con estas aseveraciones.
No mira, no te interesa, pienso yo. Y no es cuestión de tener o no tiempo. Es mi trabajo. Es como si yo dijera: “ojalá tuviera tiempo para vender móviles o hacer operaciones a corazón abierto”.
Y entonces yo los miro con mucha sorpresa y perplejidad porque quiero estar en esas mentes, entender cuál es el mecanismo que hace que opinen de esa forma y entonces me maravillo de lo diversas que son nuestras vidas y de lo lindo que es observar a gente tan rara y diferente. La diferencia es que yo los observo y ellos no tienen mucho interés en mí creo, lo cual es una ventaja porque un escritor pienso que no debe llamar la atención. Pero luego siempre pienso que habrá un tercero, alguien, que me observará a mí y pensará también cosas raras.
Y con esto les deseo un buen comienzo de año.
Genial!
Gracias.
Fantastico todo lo que escribes
¡Muchas gracias Penelope!