Seguimos hablando de un mundo sin trabajo y altamente tecnificado con una izquierda tan mareada que no es capaz de hacer propuestas de cambio que no sean prometer más trabajo. Nosotros también estamos perdidos, por eso, seguimos paseando por la obra Inventar el futuro de Srnicek y Williams de la mano de Keynes. Disfruten.
Si te perdiste la primera parte, puedes leerla aquí.
Tabla de contenidos
La izquierda es nostálgica
Hace un tiempo, contaba en Los nietos de Keynes y el absurdo mundo del trabajo el caso de una amiga que añoraba el pasado y me expresaba su decepción en torno al actual mundo del trabajo. Sentía que la habían engañado. Me pareció que sus padres habían tenido una vida relativamente estable y ella esperaba lo mismo. A sus casi cincuenta años, iba encadenando contratos temporales y, a pesar de que no tenía necesidades económicas vitales, estaba triste. No se sentía útil. O sentía que algo había hecho mal. Ese creciente malestar puede ser resultado del culto al trabajo o simplemente una amnesia selectiva que la hacía olvidar la enorme cantidad de derechos que habíamos adquirido en los últimos cuarenta años. ¿No recordaba que en aquella sociedad más plácida no había Ley de divorcio, no había Ley de matrimonio igualitario o no había trabajo para las mujeres? ¿Cómo alguien tan letrado e universitario puede pensar que en nuestro pasado estábamos mejor? Los autores son duros justamente con esa socialdemocracia un poco rancia y, en especial, con aquellos nostálgicos que no saben ver que nunca el progreso puede estar en el pasado. Como bien lo expresan:
La edad de oro capitalista fue predicada sobre el paradigma productivo de un entorno fabril disciplinado, donde los trabajadores (blancos, varones) recibían seguridad y un estándar de vida básico a cambio de toda una vida de aburrimiento atrofiante y represión social. Dicho sistema dependía de una jerarquía internacional de imperios, colonias y una periferia subdesarrollada: una jerarquía nacional de racismo y sexismo y una jerarquía familiar rígida de subyugación femenina.
p.71 en Inventar el futuro.
La democracia directa es linda pero poco práctica
Hace poco supimos que Suiza había sometido a referendum algo tan básico como el derecho de los homosexuales a casarse. Yo dudo porque, quizás este no es un asunto complejo, o sí, pero le pagamos a los políticos para que gobiernen. ¿Por qué debemos los ciudadanos poner nuestro bienestar y nuestros derechos en manos de nuestros propios vecinos? ¿No es eso un descargo de responsabilidad por parte del Estado?
Esta idea entronca con el afán de querer simplificar las cosas. Si querés democracia directa sobre asuntos complejos, tenés que simplificar el discurso pero ¿hasta qué punto podés simplificar cuestiones importantes y cruciales en donde suele haber información asimétrica y sesgos cognitivos? Justo ahí es cuando necesitamos a un Leviatán que nos ayude y nos eduque.
Cuando hablamos de privacidad, vimos que más información al consumidor no lo llevaba a tomar mejores decisiones. Es más, en estudios realizados por el economista del comportamiento Alessandro Acquisti se vio que los consumidores liberaban más datos personales cuando más información tenían ellos sobre sus derechos de privacidad. Es decir, los datos personales son bienes complejos y a menudo el consumidor no es capaz de procesar esa información. Se producen sesgos cognitivos y la racionalidad es limitada. Y nos pasa que cuanto más nos explican una cosa, más ilusión de control tenemos y menos cautos somos[1].
Todo parece indicar que, nos guste o no, vamos hacia un mundo complejo que requiere cada vez más preparación.
¿Cómo afecta este hecho a nuestra calidad democrática? De alguna manera, Srnicek nos plantea como estrategia no prescindir de la verticalidad. La verdad es que me sonó un poco fascista al principio porque uno por naturaleza tiende a pensar que todo lo que suene asambleario está bueno pero creo que tiene razón y que un grado de organización vertical hace prosperar las cosas importantes. Pienso en la idea de algo tan importante y sólido como un puente ¿lo dejarías en mano del horizontalismo?
Los neoliberales se apropian de las palabras
Esta idea es parte de la retórica que hablábamos antes. En economía es muy común usar palabras que tratan de imponer ideas: «ajuste» por recorte, «meritocracia» por salvese quien pueda o «flexibilización» por reducción salarial. Siempre los economistas estamos buscando palabras lindas para hablar de cosas muy feas. De alguna manera, Srnicek nos viene a decir que es crucial esto para la formación de ideologías dominantes. Y en este caso, me llamó la atención el asunto de la palabra modernidad. De alguna manera, las sociedades modernas tienen un capitalismo más “avanzado”. Por ejemplo, se dice que Alemania es más moderno que Grecia. Se asocia modernismo con avance del capitalismo pero esta noción no deja de ser cultural. Y al final, volvemos a lo mismo. El campo de las ideas económicas es el campo de la semántica y de cómo llamamos a la cosas y qué queremos sugerir con ello. Y aquí algo importante: la izquierda puede y debe construir nuevas ideas de futuro, no meramente reaccionar. En palabras de los autores: “construir visiones tentadoras de un mundo mejor” (p. 106). O más bien, deconstruir la idea de una sola forma de modernidad. Edificar otras modernidades alternativas y atractivas. Cuestionar el “fin de la historia”.
El progreso tiene su lado oscuro… y espeluznante
Me gustó mucho la noción de que lo espeluznante y lo abyecto es y fue parte de la construcción de la modernidad. A veces caemos en la tentación desde Occidente de desmarcarnos de las barbaridades que suceden en el mundo pero no podemos olvidar cómo se construyó el capitalismo europeo y norteamericano. De alguna manera, estos autores nos recuerdan que esa convergencia de la que hablan los libros de textos económicos no es viable, ni deseable, en países en vías de desarrollo. Me pareció esta una idea potente, en especial, explorando la ficción y las historias de horror. La idea de que lo terrorífico es parte e intrínseco al sistema, nos aterra aún más. Piénsese en los cuentos de hadas en donde el martirio siempre viene de la familia. Hay que cuidarse del que te cuida y el horror habita más cerca de lo que imaginamos. El padre. El Estado. El jefe. El amigo. El profesor. El cura. Al lado de la prosperidad y la riqueza, está esa otra cara que nos mira y nos persigue. En este sentido, la obra nos invita a crear ficciones hipertisciosas, un concepto acuñado por el filósofo Nick Land y la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) en el que la idea es proponer narrativas alternativas a las que propone el neoliberalismo.
La prosperidad se construye, no es espontánea
Hay una tragedia. De esas frívolas y escalofriantes. A determinada edad, todo se viene abajo y hay que mantenerlo con cierta dignidad. Chequeos médicos. Peluquería. Alimentación. Ejercicio. Balance mental. Incluso algún coach o psicólogo. Muchos entran en el club de los infartados o se empiezan caer los dientes. Es una mezcla un poco siniestra, burguesa y, a medio camino entre la estética y la salud, que nos obliga a acudir a médicos y gurus de diversa calaña. Podemos tener buena salud pero hay que hacer más para mantenerla. ¿A que viene todo esto? A algo que venía diciendo Keynes. La prosperidad hay que mantenerla. La salud y el bienestar deja de ser algo orgánico como en la juventud.
Lo mismo pasa con los países.
Hay una idea interesante. La prosperidad se construye. Ya el economista inglés proponía un mundo civilizado que había que apuntalar constantemente. No era orgánico. En Dos recuerdos (Acantilado,2006) nos habla de esto mismo: la civilización es algo que hay que construir día a día.
“No éramos conscientes de que la civilización era una corteza fina y precaria construida por la personalidad y la voluntad de unos pocos y mantenida por normas y convenciones hábilmente establecidas y astutamente conservadas.”
p.111 en Dos recuerdos
En su mea culpa por aquella juventud irreverente que cuestionaba la sociedad victoriana nos dice ya en la vejez:
“No se nos ocurría respetar el extraordinario logro de nuestros predecesores al organizar la vida o la complicada estructura que habían diseñado para proteger ese orden”
p.112 en Dos recuerdos
El fue testigo de dos guerras mundiales, del ascenso del nazismo y de la crisis del 29. Vio en carne propia como la civilización se podía derrumbar en cualquier momento. En parte, su Tratado sobre el dinero y su posterior Teoría general, son sus intentos de apuntalar el sistema. Generar y mantener ese progreso que no era espontáneo como clamaban los clásicos.
La piedra angular, tal como plantea Keynes en Las posibilidades económicas de nuestros nietos es el tiempo libre del ciudadano. La tecnología nos va a liberar y vamos a poder expandir nuestras capacidades. Keynes abogaba por una sociedad en la que Bloomsbury llegara a todo el mundo. Quizás de forma ingenua, pensaba que la gente automáticamente cuando dejara de trabajar, se pondría a pintar o escribir. Srnicek y Williams apuntan más a construir ciudadanos más comprometidos con la democracia y en el que puedan desarrollar sus capacidades.
Hacia una nueva definición del trabajo
Ya hemos hablado bastante en este espacio sobre la creciente cantidad de gente que está fuera del sistema formal de trabajo. Gente a la que le contaron que trabajar es tener un sueldo e ir a la oficina. Desde la ciencia económica cada vez más se está repensando más este concepto. Lo hemos visto y lo hemos hablado cuando desde la economía feminista se abogaba por visibilizar el trabajo de las mujeres o desde la economía de la cultura se lucha por incorporar a las cuentas nacionales el trabajo que realizan muchos trabajadores de la cultura. Lo mismo pasó con los trabajadores del campo. Las cuentas satélites[2] de los diversos Sistemas de Cuentas Nacionales (SCN) de los países son un intento por acabar con el trabajo invisible. A mí me gusta mucha de definición que daba Bob Black de hablar, no de trabajo, que es un noción muy restrictiva, sino de gente que hace cosas. Si repensamos la definición vemos que NO hay falta de trabajo. Al contrario, sobra trabajo y sobra gente que tiene que hacer esos trabajos. Lo que está faltando es la remuneración en dinero de esos trabajos. La obra propone, al igual que lo han hecho otros teóricos como Keynes, la renta básica como mecanismo definitivo para visibilizar todos aquellos trabajos que están en la sombra. Es ambicioso pero en esta línea se propone un proyecto de izquierda en que la sociedad NO dependa de un trabajo remunerado para sobrevivir.
Al final, la batalla es cultural
Yo pienso que aquí hay una cuestión interesante y es la construcción de una nueva cultura. Piketty diría una ideología pero es mucho más. Son valores en torno a cómo organizar la sociedad. Keynes apuntaba a algo parecido pero su lógica era inversa. Podíamos llevar Bloomsbury al mundo entero. A través de la renta básica y la reducción de la jornada laboral podríamos dedicarnos a cultivar el arte y la ciencia económica dejaría de tener utilidad, sería un oficio vil e instrumental como el de los dentistas o plomeros. Bloomsbury era su utopía y sus medios fue La teoría general. Srnicek plantea una idea inversa, la cultura como medio para la emancipación del hombre. Crear una cultura que sirva de infraestructura como las autopistas que favorecen determinado consumo y producción. La cultura también es, y puede ser, una especie de soporte básico para poder alcanzar la utopía del pleno desempleo. Se aspira a algo tan complejo y de largo plazo como modificar sustancialmente el rango de políticas públicas posibles y aceptables en un determinado sistema democrático. Cada país tiene su propia ventana o puede que lo que los autores nos quieran decir es que ya hay una ventana global y hegemónica que es neoliberal. Pero ¿cómo podemos ampliarla? Supongo que es a través de las ideas y la cultura. ¿Cómo abrimos ese nuevo horizonte de posibilidades? A través de la creatividad y la creación de utopías. El primer paso es cuestionar lo incuestionable. Lo que nadie se atreve a proponer.
Fíjense que actualmente, en ningún país que yo conozca ningún partido político se atreve a proponer el fin del trabajo. Todos los partidos políticos proponen la creación de empleo. Se sigue fomentando y perpetuando el culto al trabajo remunerado. ¿Cómo pensamos una sociedad que sea sostenible sin trabajo remunerado?
La importancia de la logística
Todos sabemos que el secreto de Amazon son dos cosas: datos y logística. De lo primero ya hemos hablado bastante pero a menudo se demoniza la automatización cuando se apela al carácter maligno de empresas como Amazon pero de nuevo. No podemos rechazar una tecnología que mejora las condiciones laborales de mucha gente. Y además podemos usar esa tecnología en nuestro beneficio. Para los autores, el auge y automatización de procesos que hagan la logística más eficiente es una cuestión no solo de derechos laborales sino también de energía. Puede que lleguemos o hayamos llegado al punto de que sea más barato transportar ciertos alimentos de países lejanos que intentar producirlos de forma artificial en el país.
La trampa del aporte individual
Ya hemos visto numerosas empresas que impulsan, a través del washing o no, iniciativas de caracter individual para cambiar el mundo. Desde asuntos que tienen que ver con el medio ambiente o reclamos más claros en torno al mercado laboral o la salud. Me gusta que los autores cuestionen esto y nos digan lo que ya sabemos: que pocas cosas cambian si trabajamos de forma individual. Pero yo voy más allá, el impulso a la filantropía individual esconde una profunda desconfianza hacia el Estado, que comprendo pero no comparto. Las grandes gestas necesitan de Estados fuertes y no me parece ni razonable ni eficiente dejar temas como el medio ambiente o los derechos de los trabajadores en manos de ciudadanos que no tienen por qué tener la formación y la experiencia para hacerlo bien. Además, ¿qué sabemos sobre las posibles causas de nuestras acciones individuales? ¿Cómo medimos el trabajo que hacemos para cambiar las cosas? Si trabajamos solos, la sociedad, el Estado o quien sea no puede evaluar el éxito de una política. Necesitamos datos y eso solo lo puede hacer una organización más o menos vertical. No quiero dejar mi bienestar en manos de gente altruista. Quiero pagar impuestos para que haya gente competente que me cuide.
Lo que me gustó del libro
- Lo más valioso son las notas al pie. Constituyen un buen punto de partida para seguir pensando.
- La idea de redefinir el concepto de trabajo.
- La idea de la cultura como medio más que como fin.
- El vínculo entre feminismo y capitalismo. Esto no es tan evidente en todas las corrientes feministas.
- Desligar la supervivencia de los ciudadanos del trabajo remunerado.
Lo que me pareció dudoso
- Una pena que las notas al pie no estén al final de cada página. Ponerlas al final del libro es una tragedia.
- ¡No hay índice analítico! Esto es un drama en un libro que maneja y cita tantos conceptos y definiciones. Y me detengo en este punto. La edición en inglés sí lo tiene y la española, no. Me pasó lo mismo con Piketty, leí Capital en inglés y estaba el índice. Y cuando compré Capital e ideología en español, no estaba el índice. ¿Qué pasa con las ediciones españolas? Este tipo de libros necesitan y reclaman índice.
- No plantea la cuantía de la renta básica. No es necesario que hable de números pero sí tomar alguna referencia en relación al costo de vida. Porque proponer renta básica sin hablar de números es como no decir nada y puede ser usado políticamente para imponer ayudas de emergencia que no cubren las necesidades. Si estamos hablando de una renta básica que sirva como poder de negociación de los trabajadores, debe ser algo más que el salario mínimo. Ya existen otro tipo de ayudas como asignaciones universales por hijo pero no estarían sirviendo para romper esa asimetría. La clave y la pregunta sería ¿me sirve esta asignación para darme el lujo de negociar un buen salario? Si la respuesta es no, es una mera ayuda, un parche. No una renta básica.
- No queda bien explicado cómo se podría solventar esta renta básica. Creo que Piketty lo explica mejor al diseñar todo una serie de impuestos. De vuelta, la teoría es hermosa pero al final vienen las decisiones políticas. Por ejemplo, ¿Quién se atreve a tocar el impuesto de sucesiones?
- La segunda parte del libro se vuelve un poco panfletaria. Me choca más el tono que el contenido. Creo que pierde algo de rigor.
- Plantea una idea totalizadora. ¿Quizás una mirada muy de Primer mundo? ¿A quién le habla? ¿Desde dónde hace su diagnóstico? Y plantea soluciones globales que corren el riesgo de transformarse en dictadura. Y en el fondo, ¿no es todo lo global medio dictatorial?
- Atribuye categorías humanas a entes no humanos. Los procesos políticos y económicos responden en su mayoría al azar. No podemos dotar estas dinámicas de racionalidad.
- No queda claro en el libro, o no está bien esbozado, el concepto de hipertisición y qué papel puede jugar. Me tuve que ir a otras fuentes para entender el concepto.
- ¿Estamos preparados para un mundo sin trabajo? Es decir, ¿los humanos son capaces de construir sociedades pacíficas e igualitarias en un entorno de pleno desempleo? ¿Y si esa utopía maravillosa no nos lleva a Bloomsbury sino a Mad Max?
- El tema de la cultura al servicio de una causa, me da raro. No sé en qué puede terminar el arte al servicio de una causa mayor como puede ser construir una nueva izquierda. No sé si me interesa crear una cultura que esté al servicio de una moral concreta. En realidad, ya sabemos que la literatura es política pero no me gusta que me lo digan de antemano. Este punto lo tengo que pensar con calma.
- ¿Cómo dejamos que la mente humana deje de transformar lujos en necesidades? Al final esta es la pregunta que hay que responder y que los autores no nos dan una respuesta. Creo que si no resolvemos este dilema, no se podrá avanzar hacia una sociedad sin trabajo.
Al final el abuelo y el nieto querían lo mismo
Cierro los libros. A veces, la mayoría, son un refugio. Un hogar. El lugar a donde escapo cuando quiero huir de lo que veo. También son una búsqueda. La comprensión. Lo que pensaron otros. Aquellos que ya no están. Hay algo en el hombre que lo hace eterno. Keynes tenía razón cuando hablaba del largo plazo y la capacidad de construir un futuro pero cercano. Yo creo que Srnicek y Keynes van en la misma línea. Un mundo próspero que hay que construir. Un futuro que hay que imaginar. Y el papel preponderante de la cultura en la materialización de ese mundo sin trabajo pero repleto de gente que hace cosas. Quizás la idea central sea el título del libro. Inventar el futuro es construir una utopía. Y como bien dice Zachary D. Carter en el El precio de paz:
“no tenemos ningún lugar a donde ir salvo el futuro” (p.564)
Quiero terminar con unas líneas de Fernando Pessoa que sintetiza a la perfección el dilema del hombre en el capitalismo y esa irreversibilidad del consumo que, como un pecado original, nos persigue hasta la muerte:
¿Progreso? ¿Vida social? ¿Para qué necesitamos todo eso? Si son cosas que una vez empezadas no tienen fin. En esto son como la mentira. La felicidad habrá existido si no se hubiera separado la humanidad de la naturaleza. Pero una vez separada, la felicidad ya no se puede recuperar. La cruz ya no puede soltarse. Hay que llevarla hasta el calvario.
p.21 Pessoa, Fernando. El mendigo y otros cuentos. Acantilado. 2019
Amén.
Para leer más
- Notas sobre la racionalidad, las emociones y el cuerpo
- Notas sobre la economía y el cuerpo
- Allí donde habitan las sombras
- Sobre lo bello y la inteligencia artificial
- Sobre por qué el ChatGPT le inventa romances a Katherine Mansfield
[1] Para más información sobre las causas psicológicas que determinan el comportamiento del consumidor en torno a la privacidad, les recomiendo leer Acquisti, Alessandro. Secrets and Likes. The drive for privacy and the difficult of achiving in the digital age. Journal of Consumer Psicology. 2020 o visitar su web en donde están sus papers más importantes sobre este tema.
[2] Para una buena explicación de qué y para qué sirve una cuenta satélite. Les recomiendo este documento metodológico del INE.
Tres pasajes para reflexionar:
• ¿Cómo alguien tan letrado e universitario puede pensar que en nuestro pasado estábamos mejor? Los autores son duros justamente con esa socialdemocracia un poco rancia y, en especial, con aquellos nostálgicos que no saben ver que nunca el progreso puede estar en el pasado.
• Piénsese en los cuentos de hadas en donde el martirio siempre viene de la familia. Hay que cuidarse del que te cuida y el horror habita más cerca de lo que imaginamos
• la cultura como medio para la emancipación del hombre. Crear una cultura que sirva de infraestructura como las autopistas que favorecen determinado consumo y producción.
Sobre la edición. Es un drama lo de los índices y las notas. Los editores no quieren índices de nombres porque dicen que es una guía de lcctura que lleva al lector a buscar sólo lo que le inters y no lee todo el libro. Un disparate. Siempre leemos lo que nos interesa, con índices y hojeando. Son caros de ayer y no hay aún una función del Word para construir índices d nombres. Hay que hacelros a mano, como antes de la informática.
Sobre las notas al final o al pie. También dicen los editores que al pié intewrrumpen la lectura. Creo que la facilkitan.Y nite digo en los ebook, ir al final a vert las notas es u camino de ida, no se vuelce nunca a la págían. Te devuelve si viste una sola nota, pero si se distrajiste con otra nota, sólo te regresa a la anterior. La responsabilidad es de los editores que no tienen el hábito de la lectura. Pero coincido: no todo tiempo pasado fue mejor. Más bien que todo tiempo nuevo es mejor…
El tema es que en las ediciones inglesas están los índices y en las españolas no. Una tragedia. Porque el índice permite un tipo de aprendizaje diferente. Y más parecido a cómo leemos en digital, siguiendo vínculos a cosas y no de forma lineal.
Agregá elink del libro en esta nota, facilita ir al libro—
Ya lo agregué, gracias. Lo puse en la primera entrega y no en esta.