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Silvia Zuleta Romano

Sobre el oficio de escribir, el capitalismo y otras hierbas

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Por qué leo cuentos de hadas

Silvia Zuleta · 1 octubre, 2020 · 6 comentarios

Hace poco terminé de leer El gigante enterrado de Kazuo Ishiguro (Anagrama), primera novela que leo de él. Su lectura ha despertado algunas reflexiones en torno a los cuentos de hadas, los mitos, el engaño, el olvido y la memoria. Disfruten.

Tabla de contenidos

  • Despojarse de los ornamentos del lenguaje
  • Cuando buscamos la paz a través del olvido
  • El cuentista, el mentiroso y el arte de contar historias
  • La mentira, una alternativa al olvido para lograr la paz
  • Nunca debemos dejar de leer cuentos de hadas
  • El placer de contar historias… sean verdad o mentira
  • Aunque tengamos un pasado común, hay un abismo en nuestras cabezas
  • Últimos artículos publicados

Despojarse de los ornamentos del lenguaje

La premisa es simple. Una pareja de ancianos parte desde su pueblo a buscar a su hijo. En ese viaje vivirán muchas aventuras en una Britania ya abandonada por los romanos y con la estela de un Rey Arturo que ha dejado paz en esas tierras a un precio, quizás, cuestionable. Cuando abro el libro me encuentro con una prosa terrosa, falta de ornamentos. He escuchado críticas a esto pero creo que le otorga honestidad a la historia. Creo que hace ese juego del lenguaje que también contaba Murakami en De qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets) cuando necesitó despojarse de las luminarias de una prosa que a veces, en su forma, nos juega una mala pasada. ¿Cómo lo hizo Murakami? Escribiendo su primera obra primero en inglés y luego traduciéndola al japonés.

Algo parecido evoca esta novela en su forma. Ese contar como arrastrando las palabras. Llenando los espacios con acciones y personajes que parecen que bailan y son funcionales al show pero sin una búsqueda estética evidente.

En su última novela, Mona, Pola Oloixarac apela también a ese despojarse de la idiosincracia. Ese narrar, quizás más neutro, pero más eficiente. Algo de eso encontramos en los cuentos de hadas. No hay monólogo interior. Solo símbolos que nos quieren dar un mensaje.

Cuando buscamos la paz a través del olvido

Debo decir que El gigante enterrado funciona como alegoría. Su historia  simboliza la lucha contra el olvido de algunos y el empeño por esa amnesia de otros que, quizás, quieren escapar del dolor. Porque la historia se remonta a la Britania post romana. Los romanos han abandonado el territorio y aquellas tierras quedan en manos de una lucha cruenta entre sajones y britanos. De alguna manera, una niebla eterna les nubla la consciencia a todos esos territorios que olvidan su pasado y justamente porque lo olvidan pueden seguir adelante y vivir en paz.

Evidentemente, Ishiguro está pensando en el destino de muchos territorios después de un enfrentamiento. Piénsese en el viejo debate español en torno a la Transición española que algunos consideran que actuó como la niebla de Ishiguro porque permitió la paz obligando a una porción de la población a “olvidar” o a fingir ese olvido. En el lado opuesto, pensemos en los juicios de Nurenberg, un reclamo por la memoria. Un empeño necesario para no olvidar el dolor, quizás en pos de no repetirlo.

 Pero quitando estos casos tan graves y objetivamente repugnantes, cabe preguntarse en terrenos más frívolos: ¿es bueno olvidar? ¿Nos sirve de algo? ¿Preferimos el dolor o el olvido? ¿Es la memoria sinónimo de venganza? ¿No puede ser la memoria sinónimo de justicia? ¿Es compatible la paz con la justicia?

Recuerdo una hermosa película de principios de los 2000 llamada Eternal Sunshine of the Spotless Mind protagonizada por Kate Wislet y Jim Carrey que explora esta interesante idea. ¿Estamos dispuestos a borrar nuestra memoria para eliminar el dolor?

El cuentista, el mentiroso y el arte de contar historias

Yo pienso mucho en la memoria, en el olvido y en la mentira. Porque todo eso también tiene que ver con el arte de contar historias. Yo suelo decir que escribo porque no tengo memoria. Olvido fácil las cosas y la escritura es mi forma de fijar ciertas ideas (de hecho, no paro de hacer listas de cosas). A veces pienso que no es que no tengo memoria sino que tengo falta de confianza en mi memoria, quizás, porque caigo en el hábito de deformarla un poco.

¿No hacemos eso un poco todos?

Pero en realidad, ahora que lo pienso, ensayo otra hipótesis: puede que la escritura sea mi manera de deformar las cosas. Cambiarlas a mi antojo. Quizás la mentira, los cuentos o los mitos respondan a una búsqueda de paz cuando la verdad y la memoria nos duele. O volviendo a la mente de los escritores, es una manera de reinar a nuestro antojo moviendo la voluntad de los personajes como marionetas obedientes a las que le decimos lo que tienen que hacer. Lo que tienen que sentir. Dónde tienen que vivir. Nuestro universo de ficción funciona como una suerte de dictadura y ahora que lo pienso puede que sea un poco siniestro todo esto.

Y volviendo a las naciones y a su creación, puede que el olvido sea una condición para alcanzar la paz pero yo pienso que la construcción de mitos y de historias también lo es. Así lo hicieron las naciones para poder otorgar a sus habitantes una razón de lucha. Yo recuerdo de chica cuando cantábamos el himno, la marcha de San Lorenzo, Aurora. Toda esa narrativa tenía un propósito (no la juzgo). Nos dejábamos llevar por esa poesía porque no teníamos otra y como todo mito o ardid era atractivo.

Tal como nos cuenta Angela Carter en su excelente prólogo a Cuentos de hadas (Impedimenta),

Los hermanos Grimm se propusieron establecer una cultura unitaria para el pueblo alemán partiendo de las tradiciones y de su lengua comunes. (…) Su labor de recopilación de cuentos fue parte de la lucha decimonónica por la unificación alemana, que se consumó en 1871.

Cuentos de hadas de angela carter (p.25)

El gigante enterrado puede que sea aquella verdad que se oculta o aquella verdad que se olvida. Ambos caminos puede que nos lleven a la paz.

La mentira, una alternativa al olvido para lograr la paz

Pero hay una tercera vía esgrimida por John Arbuthnot en su opúsculo El arte de la mentira política. En él, esgrime algunas condiciones en las que la mentira es válida. El arte de la mentira o seudología tiene su intríngulis y, para algunos, puede ser un medio para alcanzar el bien. Porque se disparan interrogantes interesantes ¿no es la búsqueda de la verdad lo que genera una grieta entre las personas? ¿Puede la mentira servir como un narcótico que nos idiotiza, nos tranquiliza, nos duerme como El gigante dormido de Ishiguro? ¿Puede el Estado forzarnos a olvidar en pos de la paz social?

Y ya que pedimos: dado que los políticos y el Estado mienten sistemáticamente, ¿no tenemos los ciudadanos también un “derecho a mentir” como forma de defensa ante la tiranía? Arbuthnot en esta obra, falsamente atribuida, a Jonhatan Swift (autor de Los viajes de Gulliver) nos plantea de forma magistral de qué manera el ciudadano con su derecho al engaño puede hacer caer gobiernos mentirosos. En realidad, puede que ésta sea la única arma que tiene la ciudadanía. Bajo este análisis, el bulo tiene una finalidad moral que puede tener sus defensores como herramienta de búsqueda de la justicia. Insisto, no lo digo yo. Lo dijo este señor hace ya más de tres siglos.

Nunca debemos dejar de leer cuentos de hadas

Volviendo a la obra de Ishiguro, algunos lo acusan de describir personajes planos con diálogos sin vida. Sin embargo, yo creo que es algo premeditado. El gigante enterrado recuerda a un cuento de hadas, a una historia maravillosa en donde tanto los personajes como el decorado de la historia son símbolos y se juega con ese simbolismo. ¿No consiste en eso un cuento maravilloso o una alegoría? Tenemos una moraleja, tenemos ogros y dragones y tenemos símbolos. Tiene su paralelismo con los sueños.

Y aquí me indigno un poco.

El que acusa de esas injusticias a Ishiguro ha leído pocos cuentos de hadas. En palabras de Consuelo Rubio Alcover, citando a Erich Fromm en el prólogo a Cuentos de hadas de Angela Carter nos habla sobre el lenguaje de este tipo de narraciones:

el único lenguaje universal que elaboró la humanidad, igual para todas las culturas y para toda la historia (…). Es un lenguaje que el hombre occidental ha olvidado, que ha quedado sepultado bajo estratos y estratos de cultura occidental, a pesar de ser, según él, es el único idioma extranjero que todos deberíamos estudiar (p.10).

cuentos de hadas de angela carter. p.10

Yo creo que Ishuguro bebe de esa tradición del cuento oral.

Hay un juego con la estética del cuento aunque sea una novela. Y eso me hizo acordar a la narrativa de los videojuegos en la que unos personajes principales deben sortear obstáculos para conseguir un fin concreto. Y aparece el dragón, un hombre en el camino, una lucha cuerpo a cuerpo, unos monjes algo siniestros y arduos caminos por el bosque o por un túnel ¿no les suena?

El placer de contar historias… sean verdad o mentira

Volviendo a la memoria. Está claro que a veces recordar duele y que incluso aquella verdad tan dolorosa puede, en parte, ser una creación de nuestra mente, una suerte de ardid que nos condena y, en este caso, ¿no sería lícito crear otros engaños y embustes que aplaquen ese dolor? ¿No es eso lo que hacemos constantemente para escapar de la ruindad de la vida diaria?

A menudo me topo con historias estrambóticas contadas por gente común que elige creerlas. Algunos se enfadan con esto y con los bulos o fake news pero yo pienso: el hombre necesita historias. Contarlas, crearlas. Escucharlas. Es como una droga. Estoy segura de que liberamos endorfinas cuando escuchamos o contamos buenas historias.  

El cuento, que no tiene los alardes de grandeza de otros formatos literarios, tiene esa maestría. Quiere provocar. No es patrimonio de los eruditos. Los cuentos se crearon mucho antes que la escritura.  Quizás los mentirosos son los mejores cuentistas. No necesitan poesía. O sí. Quizás la poesía está en el simbolismo.

Me vuelvo a enojar.

Le acusan a Ishiguro de su contar tosco. Pero yo pienso que es una elección premeditada y con alevosía. Porque el cuentista, como el chismoso, lo que quiere es transmitir información acerca de algo, seguro le pone magia, pero no se pierde en cuestiones estéticas. Tampoco es un academico.

Yo conozco a excelentes cuentistas que nunca han agarrado una pluma. Son aquellos que, hasta se creen que lo que están contando sucedió de verdad. O quizás ponen una pátina de ficción a hechos que ya no somos capaces de recordar.

Aunque tengamos un pasado común, hay un abismo en nuestras cabezas

 A veces soy testigo de discusiones entre dos personas que discuten sobre un hecho del pasado. Y presto atención a esos diálogos absurdos.

―¿Te acordás de aquel viaje que hicimos por la montaña? ¡Qué felices que éramos con los tíos!

Y veo un rostro estrañado. Casi indignado.

― Pero si nunca fuimos a la montaña con los tíos.

―Sí, ¿no te acordás que estaban todo el día quejándose del calor?

―Pero si siempre íbamos en invierno a la montaña. Debés estar confundiéndote

Y yo me río porque cuando dos personas con mucho ahínco no se ponen de acuerdo es porque hay magia. Está operando la magia de la ficción. El invento. El cuento. Y entonces, yo veo literatura.

Para terminar, los quiero dejar con un viejo cuento popular proveniente de los montes Apalaches.

Verdad o mentira es lo último que nos importa.

¡Ay, sí! Pues un tipo estaba con una chica, y al cabo de un tiempo de estar juntos, fue a su padre y le dijo:

—Padre, que me voy a casar con esa chica.

Él le dice:

—Mira que te diga… Ay, era rápido yo cuando joven, y esa chica es tu hermana.

Y claro, él se sintió mal y la dejó. Pasó el tiempo, se ligó a otra y estuvieron juntos una temporada, y al final él fue a su padre y le dijo:

—Padre, que me voy a casar con esa chica.

Él le contestó:

—Juanito, mira que te diga, es que yo era rápido cuando joven… y esa chica es tu hermana.

Eso lo hizo sentirse de pena, así que un día estaba sentado junto al horno, cabizbajo, y su madre fue a decirle:

—¿Qué te pasa, Juan?

Él le dice:

—No, nada.

Y ella insiste:

—Algo hay, y yo quiero saberlo. ¿Por qué dejaste a la chica aquella, la primera con la que estuviste, y luego a la segunda?

Él repuso:

—Bueno… es que padre me contó que había sido rápido de joven, y que ambas son mis hermanas.

Y va y ella le dice:

—Juanito, te voy a contar una cosa: yo también era rápida de joven, y tu padre no es tu padre, para nada…[1]

Lean cuentos de hadas, señores. Son el mejor refugio.

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[1] Fuente: Carter, Angela. Cuentos de hadas de Angela Carter. Impedimenta. 2016

Publicado en: La guarida de ficción, Mis recomendados Etiquetado como: angela carter, cuentos de hadas

¡Gracias por compartirlo!

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Ignacio dice

    1 octubre, 2020 a las 17:10

    Pluma filosa y que va a fondo. Me encantó

    Responder
    • Silvia Zuleta dice

      1 octubre, 2020 a las 18:48

      ¡Gracias!

      Responder
  2. Tom dice

    4 octubre, 2020 a las 12:57

    Muy hermoso, me dan ganas de debatir…pero me inhibe hacer el ridículo con mí forma de escribir!!
    Gracias por disparar reflexiones!

    Responder
    • Silvia Zuleta dice

      4 octubre, 2020 a las 14:56

      Por favor, ¡me gusta el debate! O que no estén de acuerdo o que recomienden cosas nuevas. Porque la gente ahora debate en los grupos de wasapp pero ahí solo nos leemos los conocidos y está bueno abrir un poco la conversación. ¡Igual gracias por leer!

      Responder
  3. Dolores casas dice

    18 noviembre, 2022 a las 15:15

    Cuanto nos enseñas con tu análisis. Gracias por invitarnos a la reflexión siempre !

    Responder
    • Silvia Zuleta dice

      18 noviembre, 2022 a las 15:59

      ¡Gracias a vos por leer!

      Responder

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