Hoy quiero hablar de las librerías, de Amazon y de los autopublicados porque hay muchas cosas que me molestan. La razón de este artículo es desahogarme porque he abierto mi I pad con una noticia flipante. Alucinante.
Cuando premian a un autopublicado
Los libreros franceses están en pie de guerra porque ha quedado finalista una obra autopublicada en Amazon en el prestigioso Premio Renaudot. Se trata de Bande de Français de Marco Koska, una obra que relata la migración de judíos franceses a Israel. El autor cuenta que ninguna editorial se mostró interesada en su momento, entonces ¿qué pecado cometió este autor al autoeditarse? Por lo que he podido saber, este premio galardona obras publicadas (no inéditas) y hasta ahora nunca había quedado finalista una obra publicada y distribuida en Amazon.
Ya he hablado aquí sobre el efecto que las nuevas tecnologías y el big data[1] están teniendo en la forma de consumir cultura. Por otra parte, no es ninguna novedad que Amazon se escuda en una falsa democratización en la creación y acceso a la cultura, pero señores: aun así, Amazon sigue siendo la mejor opción para los escritores, hayan o no publicado antes con una editorial. Y acá no se trata de demonizar a nadie pero el mundo de la edición tradicional tiene una ecuación de negocio incompatible con la producción literaria de hoy. Sí o sí, tarde o temprano, el autor termina autopublicando porque no hay mercado que resista tanto riesgo. O lo hace al principio de su carrera para darse a conocer, para generar posibilidades laborales o lo hace en la mitad de su carrera huyendo de algunas prácticas de la edición tradicional que no le compensan. No hay nada de malo en ello.
Yo no culpo a nadie (o los culpo a todos). Pero creo que la actitud de estos libreros franceses roza lo mafioso. El jurado de un premio debe juzgar la obra según su calidad y no en función de quién la edita. No entiendo cuál es el problema para los libreros. Nadie los obliga a vender el libro. Además, si el libro tiene buena acogida (que seguro será el caso) más de una editorial tradicional se acercará a ofrecer sus servicios al autor.
El riesgo ya lo corrió el autor (como de costumbre). La editorial que se ofrezca solo disfrutará de los frutos. Es decir, tarde o temprano esta historia tendrá final feliz. Las polémicas suelen beneficiar al que se dedica a vender libros.
¿Qué pasa cuando se acaba el monopolio en tu nicho de negocio?
Y todo este asunto de Amazon y las librerías me hace reflexionar sobre aquellos oficios que se sienten agraviados por el avance de las nuevas tecnologías. Los taxistas. Los editores. Los libreros. Los músicos (algunos). Los hoteleros. Los productores de cine y televisión. Las papelerías. Entiendo que defiendan sus puestos de trabajo pero, señores, no estamos hablando de los ludistas[2]del siglo XIX que peleaban en contra de la mecanización del trabajo que suponía transformar al artesano en un obrero de salarios bajos y largas jornadas de trabajo, sino de cuentapropistas que han podido gozar en mayor o en menor medida de las ventajas del monopolio o el control sobre determinado mercado. Esa pequeña cuota de poder es lo que pierden. Además de sus puestos de trabajo pierden el control sobre un mercado que en muchos casos era cautivo. Repito. Entiendo el malestar. Cuando uno sale de su zona de comodidad se revuelve y es legítimo que así sea. Y con esto no estoy desmereciendo el trabajo de estos emprendedores solo estoy haciendo una descripción. Sin embargo, podemos ir más allá y hacernos ciertas preguntas. ¿Nos interesa como sociedad que ciertos sectores no desaparezcan? Por otra parte, ¿nadie pensó también que ese autor que se autopublicó también es un emprendedor que tiene que pagar sus cuentas y que lo hace de la manera que puede? Quizás, Koskas también tenga derecho al trabajo como el librero ¿por qué nunca está en la agenda la remuneración y la precariedad de los autores?
Las Villas del libro, una alternativa al libre mercado
A lo mejor cabría preguntarse si este tipo de actividades deberían ser consideradas bienes de interés cultural y que recibiesen apoyo público. Quizás, eso sinceraría las cosas. Si la sociedad considera importante que existan las librerías (yo lo creo) quizás es necesario que el Estado apoye estas iniciativas que no pueden competir en el mercado. Un proyecto interesante es el de Villa del libro que engloba una red de pueblos dedicados a las librerías. El caso más conocido es el de Urueña (Valladolid). Estuve hace unos meses y me encantó. Me dio ganas de irme a vivir a ese idílico lugar que transmite tanta paz. Pero ¿Cuál es el secreto para que un pueblo de poco más de 180 personas tenga más de diez librerías? Probablemente, haya sido el gran apoyo de la Diputación de Valladolid con más de 3 millones de euros[3] en inversión en infraestructura (medio millón lo puso el Ministerio de Administraciones públicas). Ya hablaremos más delante de estos proyectos culturales que, por fuera del mercado, intentan dinamizar una comunidad, crear empleo, atraer turismo y gente joven. Puede que, a largo plazo, incluso sea rentable. Y si encima hacemos que la gente lea más o le sea más cómodo leer pues ya hemos ganado. Tal vez, en el fondo, haga falta un poco de sinceridad económica y moral en aquellos sectores que han perdido de alguna manera ese privilegio que te otorga el pequeño monopolio y nos mueva a reflexionar en qué modelo de gestión estamos más cómodos: ¿nos interesa desarrollar nuestro oficio en un ámbito de libre competencia con todo lo que ello significa o preferimos que el Estado impulse y ayude a estos sectores para que ellos no tengan que preocuparse del aspecto crematístico y puedan dedicar su tiempo a fomentar bienes y servicios de interés cultural?
Sea a como sea. Amo leer. Amo ir a las bibliotecas. Me gusta ir a las librerías. Y también comprar libros por internet. Espero que estos tres caminos convivan en la mayor armonía posible.
Amazon y las librerías están condenados a entenderse. Para que gane el lector. Y para que gane el autor.
[1] Ya he hablado en otra ocasión de los libreros franceses en La pequeña librería, Amazon y el monopolio: reflexiones buscando al consumidor.
[2] Puedes leer más sobre ludismo en este interesante artículos de Eric Hobsbawn The machine breakers http://libcom.org/history/machine-breakers-eric-hobsbawm
[3] Fuente: Diputación de Valladolid http://www.diputaciondevalladolid.es/imprimir/modulo/dipva-noticias/dia-a-dia/122313/
Muy agudo comentario. Mirando hacia adelante, no hacia atrás como es habitual cuando se opina sobre estos temas.
Supongo que las dos cosas son necesarias: mirar hacia atrás y luego hacia delante.
Muy sabia conclusión: «el mundo de la edición tradicional tiene una ecuación de negocio incompatible con la producción literaria de hoy.» Yesta otra: «Amazon sigue siendo la mejor opción para los escritores, hayan o no publicado antes con una editorial. » La solciedad va por el ascensor, el siste,a va por la escalera. En todo; también en esta actividad.
Pasan los años y todo sigue igual. No pierde vigencia el artículo.