En general, estoy muy contenta con todo lo que ha sucedido este año. He publicado Cabeza de zanahoria y otras anécdotas explorando otros registros como el relato corto.
Además, he terminado de maquetar Los absurdos, mi segunda novela que sale con retraso el año que viene. Hay varias cosas que he aprendido en el proceso. Una de ellas, es que no debo esperar tanto entre la finalización del manuscrito y la publicación. Por diferentes razones, siento que he perdido demasiado tiempo y un escritor que se autopublica necesita ir sacando cosas para poder subsistir.
En este sentido, he cambiado un poco la mentalidad y ya estoy pensando en obras cortas que me entrenen en la escritura y, al mismo tiempo, me permitan tener más “productos” en el mercado. Suena mercantilista pero los escritores no tenemos otra opción que pensar en la supervivencia, como los economistas, los plomeros o los electricistas. Espero que Los absurdos vea la luz en el primer trimestre del año que viene.
Para el segundo semestre, quiero tener otro volumen de relatos cortos. Ya he comentado en otros posts que el cuento es un excelente entrenamiento. He aprendido a disfrutar escribiendo y leyendo en este formato y me ha servido para explorar otros géneros que a lo mejor con una novela no me atrevo. Por ejemplo, cuentos de hadas, fantásticos o ciencia ficción.
Dicho esto, siento un poco de vacío en estos días. No sé bien para dónde ir. Tengo varias ideas en mente pero no me atrevo a dar el salto a ponerme a escribir. Tengo que ver publicada Los absurdos para quitármelo de la cabeza y poder centrarme en el futuro. Esto es algo que me inquieta. No me gusta empezar cosas nuevas dejando asuntos en el tintero.
Esa es justamente la sensación que he tenido con la segunda novela: al haber esperado tanto entre el cierre del manuscrito y su publicación, siento ya no me representa como ya no lo hace, obviamente, Los viajes sonámbulos. Ya ni me acuerdo de la trama (es que tengo muy mala memoria para recordar los libros que leo incluso los que he escrito yo).
Puede que esto no hable bien de mí pero no me gusta leerme. Me embarga una sensación de extrañeza muy grande. Yo he cambiado y me choca todavía tener que vender mi obra con contenido publicado que lo siento obsoleto. ¿Se vuelve obsoleta la literatura? Puede que la buena literatura no caduque. Pero no soy quien para dirimir esta cuestión.
Es evidente que esta es una visión subjetiva sobre mí misma. No significa que objetivamente mis obras estén obsoletas, eso lo dirá el lector, pero como autora, me cuesta promocionar mi obra. Lo hago a regañadientes. Siento que estoy en otra. Siempre estoy mirando al futuro, o al presente más inmediato, y tener que vender mi obra, de alguna manera, es como vender algo que ya no soy.
Esto es un poco loco y da para filosofar. Yo no me identifico con mis libros. Una vez que están escritos (y mucho más, publicados), los dejo ir. Dejan de representarme y los siento ajenos. Como si los hubiese escrito otra persona. De alguna manera, todo este asunto es un absurdo total porque entre que se escribe y se publica pasa un tiempo. Es inevitable. Y en este sentido, me angustia el paso del tiempo entre el proceso creativo y la publicación. Es una carrera contra el tiempo. Contra la caducidad.
Yo intentaré que ese lapso no sea largo pero ya desde el mismo momento en el que pones punto final, la obra envejece como la palta que, apenas se corta, se oxida.
Es la misma sensación que tenía cuando hacía entrevistas de trabajo en base al CV. Tenés que venderte al reclutador en base a tus logros pasados. En base a tu historia que ya pasó. De alguna manera, ese “yo” de mi pasado es otra persona, tan ajena como el verdulero de la esquina.
A veces, releo cosas viejas y no me reconozco. Por eso intento no guardar. Hace unos meses, quemé mis diarios de infancia. Los leí por última vez y los tiré. No tenían ningún valor.
Bueno, me he ido por las ramas. Lo siento. Este tema me apasiona pero volvamos al futuro que me apasiona aún más. Una vez haya sacado a la luz Los abusrdosestas son mis ideas. Vagas. Cambiantes.
Por un lado, tengo un borrador muy verde de una novela corta que he puesto en el congelador para que repose. Transcurre en Argentina y está inspirada en hechos reales. Por otro lado, he pensado en escribir algo de literatura infantil ya que leo mucho y me da ganas de experimentar y, por otro, me estoy documentando para algo más serio. Una saga inspirada en la vida de un personaje muy conocido. De momento, no puedo decir nada más y como ando capturando ideas en mi mente, he decidido en estos días navideños y poco productivos dedicarme a leer.
Solo veo dos vías de aprendizaje para la escritura: observar y escuchar a la gente y no parar de leer. En eso estoy. Todo el tiempo. Lo bueno de ser escritor es que, en el fondo, nunca estás perdiendo el tiempo. Cualquier momento de la vida es potencialmente valioso para contar una historia. Cada día es una nueva oportunidad. Hagas lo que hagas.
Y aquí les dejo la sinopsis de Los absurdos, una vez más, corregida y sabiendo que probablemente tenga que volver a cambiarla. Pueden comentar, compartir o lo que quieran. No descarto hacer una diferente. Es solo un borrador. Un experimento.
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Borrador de sinopsis de Los absurdos, mi próxima novela que saldrá el año que viene. |
Por último, quiero agradecer a todos los compradores de este año de Los viajes sonámbulos y Cabeza de zanahoria y otras anécdotas. Gracias a ustedes puedo seguir adelante en este oficio tan duro y apasionante.
¡Gracias! Feliz navidad. Ya sabemos que para los escritores las fiestas son un momento de poca producción. Abunda la familia y ningún exceso es bueno. Sin embargo, hay algo valioso que podemos hacer: aprovechar para recolectar anécdotas y momentos peculiares y absurdos que nos inspiren el resto del año.
¡Feliz año a todos!
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