Reanudamos nuestro tour por bibliotecas y hoy quiero recomendar dos pequeñas en Madrid y bien surtidas que están a poca distancia una de la otra. Ya no hay excusa para no leer. Espacios gratuitos. Lejos del consumo y que funcionan como núcleo de un montón de actividades culturales.
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La biblioteca del Instituto Cultural Rumano
No sé porqué los suelos de maderas y los libros evocan siempre cosas lindas. Es como la carne con una buena ensalada. Quizás, son los pasos que uno da cuando cruje la madera. Esos estantes hasta el techo. Un recibimiento cálido por parte del personal que siempre es agradecido cuando uno muestra interés.
El Instituto Cultural Rumano (Plaza del cordón 1, cerca de Plaza Mayor) tiene lo suficiente para ser feliz. Luz natural. Una mesa. Una silla. Y montañas de libros en ambos idiomas. Por supuesto, predomina el rumano porque esa es la idea, pero hay buen fondo en español como para estar un buen rato leyendo. Además, es posible el préstamo y se puede consultar el catálogo online. Por supuesto, uno no puede dejar de pensar en la obra de Cărtărescu porque ya tienen hasta El ala derecha (Impedimenta, 2022), el último libro publicado en español que cierra la trilogía Cegador.

Biblioteca del Centro Cultural Rumano en Madrid.
Yo agarro El ala izquierda porque lo tengo en casa sin empezar aún y me asomo entre temerosa y curiosa porque sé que si entro en esas páginas no voy a querer salir y todavía tengo mucho por ver. Hojeo al azar. Un párrafo. El azar de las palabras.
Solo cuando apagaba la luz de mi habitación me sentía, sin embargo, verdaderamente yo. (p. 12)
Lo cierro otra vez. Porque su lectura es como un agujero negro. Un magnetismo que ahora no necesito. Me rebelo contra esa gravedad inhóspita. Pero algo queda. Un poso de algo que me hará volver. Seguro.
La biblioteca de la Fundación Japón
En plena calle Mayor al fondo y compartiendo sede con la Casa Asia y el Centro Sefarad-Israel, en un segundo piso está este espacio luminoso atendido por dos personas muy solicitas. Les agradezco desde acá su buena voluntad. En la Fundación Japón (Calle Mayor, 69) se dan clases de japonés y se realizan todo tipo de actividades culturales. Pero lo más significativo es la biblioteca, un espacio pequeño, pero en constante transformación. También el fondo es principalmente en japonés, pero hay cosas en español. Títulos que uno se apunta y que, al mismo tiempo, sabe que no podrá abarcar. Como bien dice Lafcadio Hearn en Japón, un intento de interpretación (Satori, 2021) la cultura japonesa es ininteligible para un occidental, aunque controle el idioma, porque habría que volver a nacer para poder captar en toda su extensión el alcance de las palabras. Ellos piensan distinto y eso se refleja en su lengua. Aun así, me asomo a ese universo sabiendo que solo veré algo como a través de una rendija.
Lo más destacable de este lugar es el rincón con tatami en donde uno puede quitarse los zapatos y leer con tranquilidad. Yo me agarré un libro de Kanako Inuki, la mangaka autora de obras de terror en formato historieta, y leí un rato. No mucho porque, en realidad, el tiempo es escaso y fui en busca de Tokyo Revengers porque mi hija está fanatizada. Es curioso que esta saga sea difícil de conseguir. En la biblioteca me explican que intentan no tener títulos que ya están en las bibliotecas españolas, me parece bien, pero para el éxito que ha sido esta serie, hay muy pocos ejemplares en la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid.

Tatami a la izquierda para leer en patas. Relatos de terror en formato historiera de la mangaka Kanako Inuki.
También está habilitado el préstamo en esta biblioteca y dan ganas de quedarse un buen rato. Otra vez hago un esfuerzo porque tengo que abandonar esos libros. Dejarlos. Cerrar esos universos que entran en letargo. La vida continua fuera.
Camino por varias librerías.
Te lo encargo, me dicen.
Pero a mí no me gusta encargar libros. Me gusta comprarlos en el momento.
Antes de cerrar, quiero recomendar el excelente podcast, Tsundoku, que realiza la Fundación Japón Madrid en colaboración con Fundación Japón México, es entretenido y serio. Siempre gente experta del ámbito universitario o editores de obras niponas intervienen sobre asuntos concretos de la literatura japonesa. Gracias a él estoy metiéndome en un mundo infinito y apasionante. Y me pregunto así a lo bruto: ¿cómo encajan mis lecturas de Cărtărescu con este otro mundo de haikus y de budismo zen? El primero siempre habla de lo que vive en su cabeza, su universo. Hay un yo grande que él nos transmite. O más bien, su idea de yo. Lo que habita bajo su cráneo, lo he escuchado decir.
Y sin embargo, en el haiku siempre sobrevuela la idea de que no hay sujeto. Si alguien observa es como si no lo viéramos. Alguien describe, pero eso no es lo importante. Como si uno abandonara finalmente la fatigosa idea de seguir siendo uno mismo.
Dos lugares más que se suman a esta red de espacios de silencio al margen del mercado ¿Tenés alguna biblioteca curiosa para recomendar?
PD: al final termino en Moralzarzal en donde me tomo un mosto y observo una casa llena de yunques y martillos. Encuentro la biblioteca que está muy bien surtida. Para felicidad de mi hija, van sobrados de Tokyo Revengers. Todos felices.
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