Hoy hablamos de dos economistas y sus obras. Nos interesa indagar en cómo dialogan Las consecuencias económicas de paz de Maynard Keynes y La tierra baldía de TS Eliot. Y nos preguntamos por ese vínculo entre la guerra, la poesía y la economía.
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El contexto de su lectura ahora
Sucedieron dos cosas anómalas en el mismo mes. Empecé a leer seriamente La tierra baldía de TS Eliot cuando estalló la guerra de Ucrania.
Una vez más, la literatura salió al rescate.
A TS Eliot le vengo siguiendo la pista hace meses por diversas razones. Los que me conocen saben que ando detrás de él, porque tiene varias peculiaridades que me interesa indagar. Quizás son lugares comunes, quizás todo esto ya se dijo. Yo no soy profesora de literatura y tampoco esto es un ensayo exhaustivo sobre el asunto. Apenas, quiero esbozar un par de reflexiones, como dice Virginia Woolf, desde el punto de vista del «lector común» que intenta buscar respuestas.
Las consecuencias económicas de la paz también es un grito de auxilio
Ya les he dicho en varias ocasiones que una de las obras más vendidas, interesantes y literarias de Maynard Keynes es Las consecuencias económicas de la paz, libro que sale publicado en 1919 después de que el economista abandonara, decepcionado, las conversaciones sobre la paz entre los países europeos que se estaban desarrollando en París. Maynard era parte de la delegación británica y tenía un fuerte desacuerdo con Francia en torno al monto de las sanciones que debían imponer a Alemania. Ofuscado, escribe este pequeño libro en un verano en la casa de retiro de Vanessa Bell llamada Charleston.
No me voy explayar en su contenido, lo pueden conseguir en cualquier librería por un precio muy barato. Solo quiero señalar que, para mí, fue un antes y después en muchas cosas, no solo en lo que transmite, en lo contemporáneo de sus implicaciones (¿castigamos económicamente a los países malos?) sino por ese costado más literario de Keynes que se refleja en la apasionante crónica que hace de los personajes que asisten a la conferencia de la paz, en la que luego ahonda en Dos recuerdos (Acantilado) y en sus Essays on persuasion (Classic House books, 2009). Incluso Virginia lo elogia con ahínco porque sabe que hace retratos precisos de las personas (en especial, de los hombres).
De Las consecuencias económicas de la paz, hablé hace poco, a propósito de la interesante crónica que contó Ariadne Birnberg sobre su abuela Naomi Bentwich, una de las mecanógrafas del libro y que ofrecí en exclusiva en español aquí.
Mi hilo siguió tejiéndose cuando llegué a TS Eliot, también muy amigo de Virginia y miembro del grupo Bloomsbury. Varias cosas y aspectos quiero destacar e iré desmembrando de a poco. Pero antes un apunte sobre las diversas traducciones en español que van dando vuelta.
Sobre las distintas versiones de La tierra baldía
La primera versión que llegó a mis manos de La tierra baldía, fue la de Academia Argentina de Letras, un texto que tiene mucho prestigio entre los académicos, pero que, lamentablemente, no está al alcance de mis limitadas dotes intelectuales. Me costó mucho entender el estudio preliminar ya que está pensando más para lectores académicos que lectores comunes como yo.

Así, me puse a investigar y me llamó la atención esta edición de Olé libros con traducción de Sanz Irles. No tengo elementos para decir si es la mejor traducción en lengua hispana, pero puedo decir que lo que logra, sea lo que sea, me llegó en lo más profundo.
Está ese velo, como dice él, entre dos lenguas, que el traductor trata de sortear y debo decir que es hermoso lo que logra. De verdad, sé que hay otras traducciones y no soy experta. Pero esta es la versión que usaré para comentar la obra.

Sin embargo, quiero aclarar que también consulté los estudios preliminares que aparecen en Cátedra y Lumen. Me hubiese gustado disponer de más tiempo para indagar en las versiones inglesas más conocidas pero eso lo dejo para los eruditos.
Intertextualidad en La tierra baldía
Sanz Irles, con buen tino, pone de manifiesto lo que todos vemos cuando leemos La tierra baldía, hay numerosas referencias a todo un acervo cultural que nos obliga a viajar a otros textos. En este sentido, sin ser exhaustiva, he indagado en diferentes ediciones, además de la comentada recién, por ejemplo en Lumen y Academia Argentina de Letras, y llama poderosamente la atención que, sabiendo de la fuerte carga de intertextualidad en La tierra baldía, no haya ningún mención ni en los estudios preliminares ni en las notas al pie que he leído, a Maynard Keynes y el grupo Bloomsbury. A lo sumo, hay alguna alusión a Virginia Woolf que fue la que publica en su editorial el poemario, un años después de que saliera publicado en Estados Unidos.
Es decir, ¿cómo podemos obviar estos vínculos con el grupo Bloomsbury? Están presentes en las cartas y diarios de Virginia Woolf como en las biografías de Keynes que se basan a su vez en sus Personal Papers (PP), depositados en la Universidad de Cambridge, en los que hay cartas y documentos privados. Me quedan pendientes de revisión las nuevas versiones que han salido este año de La tierra baldía, así como las ediciones en habla inglesa por lo que esta investigación no está cerrada.
TS Eliot y Keynes: dos colegas con profundo sentido estético
De acuerdo a las cartas de Virginia Woolf y a la misma biografía de Keynes escrita por Robert Skidelsky, Virginia después de publicar en Hogart Press La tierra baldía[1], quiere que TS Eliot abandone el banco Lloyds donde trabaja y se dedique a escribir. Por supuesto, Keynes se muestra conmovido por la obra. Hay algo que lo toca. Lo acerca. En el fondo, están hablando de lo mismo. La destrucción. El sinsentido. La muerte. La decadencia de Europa. La destrucción de un mundo conocido.
La economía.
¿Acaso no trata Las consecuencias económicas de la paz de lo mismo? De alguna manera, las dos obras (junto a El mundo de ayer de Stefan Zweig) son un duelo, una despedida, un requiem y un lamento de un mundo que se acabó en 1914.
Pero volvamos a nuestro asunto. Keynes acababa de comprar el periódico semanal The Nation y sucede lo siguiente. Virginia Woolf le ruega que le haga un hueco en la redacción que permita a Eliot abandonar el banco. Ella ama su literatura y quiere que se dedique a escribir. Hay tratativas, Keynes habla con unos y con otros y después de muchas idas y vueltas, logra el puesto para él. Sin embargo, Eliot está temeroso, sufre muchas crisis nerviosas y no puede olvidar los graves problemas económicos que lo acechaban hasta hacía poco y al final declina la oferta. Hubo decepción por parte de Virginia que incluso había creado una colecta, un “Fondo Eliot”[2], para ayudarlo. La cosa no se concreta pero Eliot sigue escribiendo. Y así se da el lujo de rechazar a Keynes porque no tiene las suficientes “garantías”.[3]
Pero, aun así, TS Eliot sigue estando en la brújula del economista.
La tierra baldía es el lamento de una economía en descomposición
Quiero ir al grano porque no lo entiendo. Llama poderosamente la atención que no se ponga en el foco con más regularidad, el trasfondo económico de La tierra baldía. Al menos en las ediciones que he consultado, que son limitadas. TS Eliot se ganaba la vida como economista y pasaba gran parte de su jornada en la City londinense, uno de los escenarios más fuertes y conmovedores de La tierra baldía:
City irreal
bajo la niebla parda de un alba invernal
por el puente de Londres fluía un gentío; tantos…
nunca pensé que la muerte derrumbara a tantos.
La city es la muerte. Son los cadáveres que quedan a un costado porque se ve el costado sórdido de todo lo que es el comercio. Eliot camina por un páramo, una city que ya está abandonada, en la que abril es el mes más cruel, porque llega la primavera pero no hay brotes, solo hay muerte.
De los pocos que, últimamente han puesto de manifiesto este nexo entre Las consecuencias económicas de la paz y La tierra baldía, fue Zachary D. Carter en El precio de la paz (Paidós), un título sugerente para una biografía de Keynes. Aunque no es la obra más completa sobre la vida del economista, esboza una idea que algunos sospechábamos. Según él, el poema de Eliot era “una readaptación metafórica y abstracta en verso libre de los temas e ideas que él mismo había expuesto en Las consecuencias económicas de la paz” (p.156).
Es altamente probable que TS Eliot leyera Las consecuencias económicas de la paz y que se sintiera, como muchos lectores, especialmente tocado. No es extraño que ello sucediera, si tenemos en cuenta que fue un libro que, para sorpresa de Virginia y sus amigos, al año de su publicación superó los 15.000 ejemplares vendidos (la primera tirada fue de 5000 ejemplares[4]), de lejos uno de los libros más vendidos del Grupo Bloomsbury. No es de extrañar que Eliot lo leyera no solo por ser miembro del grupo sino en su carácter de economista.
Pero hay más.
Bucha es la city arrasada
Hay una imagen que me destruye. Y son las llaves. En la ciudad de Bucha, hay cadáveres que se amontonan y una mano y una llave. La gente que quiere llegar a casa rápido, saca sus llaves y apresura el paso (en especial, las mujeres. En La tierra baldía, la tierra arrasada también es una mujer). Esa mano y esas llaves se inmortalizan en una imagen, lo urgente de la tragedia. La muerte, otra vez. La violencia que todo lo aplasta. Y luego, la nada.
Si al menos se oyera el sonido del agua
No la cigarra
Ni el canto de la yerba seca
Sino rumor de agua sobre rocas
Allá donde el zorzal canta en los pinos
Plip plop plip plop plop plop plop plop
Pero no hay agua
¿Ucrania es Cártago?[5]
Uno de los propósitos de Keynes en Las consecuencias económicas de la paz, era justamente probar que un acuerdo a la cartaginesa no era posible. Evidentemente, la destrucción completa de un país, más allá del desastre humanitario, no es negocio para nadie. Keynes lo vio pero, ¿lo estamos viendo nosotros? ¿Hasta dónde pueden llegar las sanciones? (*). A Occidente no le interesa tener un Cártago en sus dominios pero Rusia está acostumbrada a arrasar, a hacer de sus tierras pequeños Cártagos que resurgen como lo hizo Cártago.
Ahora Ucrania puede ser Cártago.
Eliot deambula, como un fantasma, con su uniforme de la City por los vestigios de un imperio que ya fue. Reino Unido empieza a sucumbir como potencia hegemónica por esa tierra arrasada y yerma. Y en su deambular, transita por numerosas ciudades, todas ellas. En todas ellas, se cierne la muerte y la destrucción.
Luego llegué a Cártago
Ardo ardo ardo ardo
Oh, tú, Señor, me rescatas
Oh, tú, Señor, rescatas
Ardo
Cuando la lógica no alcanza
Hay una diferencia entre la mente de Keynes y la de Eliot. El primero era un eterno optimista e incluso en las horas más oscuras de la guerra, mantenía el buen humor. Virginia, con su fina ironía decía de él:
“Maynard es escurridizo como una gota de mercurio en una tabla inclinada, un poco inhumano, pero muy bondadoso, como suele serlo la gente inhumana. (p.91)[6]
Eliot vivía en la desesperación y la economía no era suficiente. Y busca en la poesía porque está atormentado y necesita comprender. Para gran consternación del Grupo Bloomsbury, a Eliot no le alcanza con la poesía, necesita más. Y eventualmente se convierte al cristianismo. Abraza la fe porque está consternado. Keynes no necesita acudir a ella, tenía los Principia Ethica de Moore que eran su faro, podía vivir sin una religión. Sin embargo, Eliot necesita de la religión y de su tradición porque la lógica no le alcanza[7]
Y deambula entre los muertos que no lo ven.
¿Quién ese ese tercero que va a tu lado?
Si cuento, solo estamos nosotros, tú y yo juntos
pero al mirar al frente por el camino blanco
siempre está ahí ese otro que camina a tu lado
con capucha, deslizándose envuelto en pardo manto
no sé si hombre o mujer
―¿Quién anda, pues, ahí a tu otro costado?
El economista como adivinador
Hay más referencias económicas clarísimas como el horóscopo y la idea de la predicción, tan presente en la economía. A Madame Sosostris se la considera la más sabia de Europa y es la que predice la “muerte por agua” de Flebas, el fenicio, otra vez esa idea de la muerte y la naturaleza que lo acalla todo, incluso los desvelos, pequeños, efímeros y mezquinos de la vida diaria.
Flebas el fenicio, quince días muerto
olvidó el graznar de las gaviotas y el oleaje de altamar
y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente bajo el mar
entre susurros recogió sus huesos. Y subiendo y cayendo
entró en el torbellino
y cruzó las etapas de su vejez y juventud.
¿Hacia dónde vamos entonces?
No quiero seguir pensando en esas llaves. En esas manos y esos cuerpos abandonados. En los escombros. En el frío y en los sepulcros improvisados de los que vuelven y entierran a sus muertos (¿qué germinará de esos cadeveres enterrados?).
Están siempre. Siempre han estado. Acá en Europa, en África, en Asia. La postal es la misma. Es una misma imagen intertemporal, la de la miseria humana. La devastación del ser humano, de la naturaleza. La barbarie y la ausencia de palabras. Porque las palabras no alcanzan. El lenguaje se queda corto. Es torpe y entonces se fragmenta como La tierra baldía en numorosas voces que recorren los siglos, las culturas.
Ya no sirve la filosofía, ni la teoría política, ni la diplomacia. Y entonces la poesía nos da algo, no sé qué es, es casi un grito desesperado. Es renunciar a la lógica. No baja línea. Ni siquiera tiene un única voz. No la necesita. Solo establece un rezongo angustioso.
La poesía es desaparecer.
Dice Eliot en El bosque sagrado:
La poesía no consiste en dar rienda suelta a nuestras emociones sino en huir de la emoción; no es una expresión de la personalidad sino un huida de la personalidad.
El bosque sagrado (TS Eliot)
Y yo pienso que quizás no es querer entender. Es una renuncia al entendimiento lógico. Es querer desaparecer ante el horror. No solo sabemos que vamos a morir y que solo quedará la nada. A la constatación de la propia muerte, sumamos la posibilidad de que sea horrorosa. Que puede suceder de forma violenta, tenebrosa y aun así, al universo le dará igual. Y entonces, nosotros, los vivos conocedores de ese destino, vivos y sanos, y espectadores del circo siniestro y danzante de la economía y la guerra, solo podemos apelar a las sabias palabras de Bifo Berardi (8) que me dan una luz y un entendimiento que no me lo da ningun ciencia.
Pero si el lenguaje es un límite, esto implica también que existen otras posibilidades más allá de dicho límite. Llamaría desvinculación a cualquier creación linguistica a la que podríamos llamar «exceso»: la poesía es la actividad linguistica que excede los límites de nuestro lenguaje.
p. 209
Y en medio de esta hecatompe que es la vida, vuelvo a Voltaire que me invita a lo pequeño, cuidar el jardín. El propio jardín.
Me senté en la orilla
a pescar; detrás de mí la árida llanura
¿Podré al menos poner mi reino en orden? (9)
Para leer más
- About me
- An arrival in Japan
- Sobre los plásticos en Japón
- Nikko: reflexiones sobre la cultura del onsen
- Cómo debe ser una buena mesa de luz
(*) Robert Skidelsky nos cuenta en este artículo por qué las sanciones económicas no han servido para parar las guerras.
[1][1] La primera tirada de La tierra baldía fue de 450 ejemplares. Hoy se vende en Iberlibro, un ejemplar editado por la Hogarth Press a más de 10.000 euros.
[2][2] Como anécdota, Russell le regala 3000 libras en obligaciones de una empresa que fabricaba armamento. Años después el poeta se las devolvió (Fuente: The autobiography of Bertrand Russel citado en El diario de Virginia Woolf Vol II)
[3][3] Fuente: El diario de Virginia Woolf Vol II (p.385)
[4] Fuente: El diario de Virginia Woolf Vol. II
[5] Para más profundidad sobre La tierra baldía y la paz cartaginesa ver la compilación de Harold Bloom y concretamente el capítulo escrito por Eleanor Cook.
[6] Fuente: El diario de Virginia Woolf Vol. 1
[7] Para más información sobre esto, leer Skidelsky, Robert. John Maynard Keynes. The economist as a saviour 1920-1937. Papermac. (p. 517)
(8) Berardi, Bifo. Futurabilidad. Caja negra. 2019
(9) Últimos tres versos de La tierra baldía.
Muy profunda lectura de la realidad desde la poesía. «La barbarie y la ausencia de palabras. «…
Gracias.
Interesante artículo. Y sí, «al universo le da igual». Por eso, adelante con esas ideas y aprovechar de la vida!
Me topé con estos libros, quizas que se aprende de ellos: «The Universe Doesn’t Give a Flying Fuck About You» de Johnny Trouant, y «Finding Purpose in a Godless World, why we care even if the universe doesn’t», de Ralph Lewis. No sé si son buenos autores pero los titulos llaman la atencion.
Me los apunto. ¡Gracias Kathe!