Hoy hablamos de las mujeres que algunos se empeñan en salvar como a las ballenas. De los hombres que se hacen los duros y de la necesidad de la mujer de mostrar su culpa a la humanidad. Me cansan todos. ¡Salven a las mujeres! es un intento por volcar una furia sana y divertida sobre asuntos serios que nos atañen a todos. Disfruten.
La culpa de la mujer trabajadora ¿es real?
El silencio de los últimos días ha sido maravilloso. Los niños todavía pueden ir al colegio. La casa está muda y puedo seguir trabajando. Estos días están gobernados por la logística. Envío de paquetes. Corrección y releída de cuentos. Convocatorias varias. Edición de textos de ciencia para GondwanaTalks. Y todo con la prisa del que sabe que en breve tendrá varios días de ruido en la casa. En general, me gusta mi trabajo pero tampoco lo digo demasiado porque me cansa la gente que está todo el día hablando del asunto. Considero que es gente que le da un valor especial y yo no lo entiendo. Es como si hubiera una supremacía moral. A mí me gustan muchas cosas pero no necesito decirlo a los cuatro vientos. Entiendo que mis temas pueden no interesar en absoluto y hasta me da bastante fiaca toda la parafernalia verbal.
Yo me debato entre el amor al trabajo y la esclavitud porque parece que esto de la tecnología no nos ha servido para trabajar menos. Apenas para ser más eficientes y elevar nuestro listón. Sin embargo, me pasa que cuando no estoy trabajando me siento peor. No es un tema moral, no crea que haya ningún valor en esto del trabajo, pero a algunas madres les pasa lo contrario: cuando trabajan fuera de casa se siente culpables de no estar con sus hijos. Qué mandatos más tontos esos. También pienso que quizás, dice que siente culpa porque cree que está bien visto decir que sentís culpa por no estar con tus hijos. Otro mandato: los niños son el futuro. ¿Por qué? ¿Por qué la sociedad sigue pensando de esa forma?
El hombre no siente esa culpa o si la siente no lo dice. Las mujeres siempre estamos expresando sentimientos y colocándonos en un lugar de vulnerabilidad. O quizás, haciendo un paripé. Yo no entiendo la culpa. Sí, la responsabilidad pero nada más.
La odiosa dicotomía familia o empresa
Quizás la batalla no es trabajar menos en la oficina para trabajar más en la casa. Quizás la batalla, como bien dicen Helen Hester, es por más tiempo libre. Por más tiempo de ocio para que cada cual pueda hacer lo que quiera porque si estamos luchando por más conciliación para terminar aspirando a realizarnos cuidando de la familia, estamos retrocediendo. Parece que al final, si decides ir contra el trabajo pidiendo más tiempo libre, lo tienes que dedicar a la familia. Otro mandato. Me gusta la idea de tener parientes. Una familia que no siempre tiene que compartir nuestro ADN. Y en este sentido, la dicotomía es espeluznante: eliges empresa o familia. Horrible. ¿No hay mundo posibles, bellos e interesantes fuera de esas dos categorías binarias?
Yo abogo por una sociedad más flexible en el buen sentido. Pero veo al progresismo muy lejos de todo esto que sigue hablando de la fábrica y la familia. Todavía se festejan los datos de empleo pero ¿qué tipo de empleo tiene la gente? ¿Qué tipo de sociedad estamos creando entre todos? Todos queremos escapar de las tareas más tediosas. Más aburridas. Más rutinarias. Por supuesto, muchas de esas tareas no se van a poder automatizar. Los cuidados nunca se van a poder automatizar. Y entonces sabemos que los empleos del futuro no están en la programación o a la vuelta de Silicon Valley sino en cambiar los pañales de viejos y niños. Cuidar a otros. A ver quién es el guapo que le dice a los futuros universitarios que ahí está el futuro de la economía.
Los hombres no hablan de lo que los oprime
Entonces pienso que la sociedad da pocas opciones para otro tipo de vidas. Todavía es poco convencional no dedicar tu vida a la empresa o a la familia. Pero quizás podamos hacer algo para cambiar esto. Una opción es creando ciudades y espacios más amigables para que esas tareas NO automatizables sean menos tediosas.
Abro los Diarios de Virginia Woolf y la vida doméstica sigue siendo tema. Aunque lo tercerice y sea una privilegiada. Se pelea con sus criadas a las que quiere y a las que pone a parir. Hay algo en ese mundo doméstico que tiene peso. Densidad. No pasa lo mismo cuando lees las cartas de Keynes o de Lytton. El universo es el afuera. Las relaciones sociales. La calle. De alguna manera, pasan de puntillas por el hogar. Algo los oprime. Hasta el punto de no poder verbalizarlo. Los hombres cuando algo los oprime, pasan de largo. Hacen que no existe. La mujer, en cambio, necesita poner blanco sobre negro. Mostrar ese sufrimiento. Mostrar esa vulnerabilidad. El hombre que sufre nunca lo dice. Lo calla. No le pone narrativa porque piensa que si no se dice no existe. La mujer necesita de las palabras para visibilizar. Dar forma. Buscar el equilibrio mental en las palabras.
Las campañas «inclusivas» siguen siendo sexistas
Otro mandato. Mostrarse débil es un defecto. El hombre nunca quiere mostrarse así. Es raro que un hombre diga NO SÉ. eL hombre siempre está explicando cosas, aunque no tenga idea, tal como narra Rebeca Solnit. Pasa lo mismo con todas esas campañas del cáncer. Siempre hay mujeres. Mujeres que piden dinero. Recaudan. Se mueven. Se exponen. ¿Qué pasa? ¿Acaso los hombres no enferman? Y a veces ese papel me da un poco de rabia. No me gusta que la mujer se ponga en ese rol de vulnerabilidad siempre. De alguna manera, contribuimos a reforzar el patriarcado y esas campañas paternalistas que vemos. Como esta, miren y lean el eslogan de esta campaña: «Enamorate de tu cuerpo, de tus pechos y de tus pasos de baile». ¿Se imaginan una campaña similar dirigida a hombres del tipo: «Enamorate de tus cuerpo, de tus huevos y de tus pasos de baile». ¿A que no?

Este tipo de anuncios me generan bastante violencia. De la buena, aclaro porque me divierto escribiendo sobre estas cosas. Las mujeres, las minorías, los diferentes son monos de feria para los Jefes de Marketing de estas empresas bienrollistas. Siguen siendo una mercancía que se exhibe para vender.
¿Dónde están las campañas con hombres gordos, mutilados, operados de cancer, pelados con pañuelitos? ¿Dónde andan? ¿Acaso ellos no se enferman, no tienen cuerpos «reales», no tienen que vestirse? Pero hay algo más, subyace la idea de que la mujer «debe ser salvada», sigue siendo un objeto o un ente al que hay que proteger. No llega a ser un igual. Las empresas fomentan eso. Ok, que ganen dinero pero tengo la obligación de decir que es eso: un negocio más en sus numerosas campañas de marketing.
Por suerte, la ciudadanía está cada vez más atenta. Y puede denunciar estas cosas.
Que tengan una feliz Navidad.
DISCLAIMER: este artículo no es un ataque a los hombres. Yo creo que ellos también son víctimas de un sistema que les pone mandatos (aunque ellos obviamente, lo negarán en su mayoría). Pero bueno, ¡todo se arregla con un buen vermuth fresquito y unas olivas!
Buen artículo! La mujer sigue siendo un objeto que se usa para vender mercancía, solo que ahora vendes más si pones también una gorda, una no-blanca, una mutilada (o una pelirroja con gafas y un aparato de dientes como yo antes) mientras que para los recursos naturales para producir la mercancía, siguen explotando y deforestando países lejanos.
Lamentablemente, las empresas han encontrado un filón. Lucrar con los más desfavorecidos. ¡Gracias por leer y comentar!