Hoy hablamos de los escritores que se mueven. De aquellos que incorporan el ejercicio como parte de su proceso creativo. También hablamos del movimiento como fuente, no solo de imaginación, sino de vida. Las cosas se mueven porque están vivas. El movimiento en la vida de los escritores es más importante de lo que creemos.
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Escritores que se mueven
Últimamente estoy cambiando mis rutinas. Normalmente, hago siempre lo mismo todos los días. Pero cada tanto, tengo que cambiar. Adoptar nuevos hábitos y convertirlos en costumbre. Hay una que incorporé hace poco y es el running.
Todo comenzó durante el confinamiento cuando empecé a entrenar en casa con videos de You Tube, no había mucha alternativa pero en cuanto mis chicos volvieron al colegio y pude volver a trabajar más horas, se hizo necesario incorporar el deporte otra vez. Empecé de a poco y con metas muy cortas. Y pasaron cosas lindas.
Tuve que resignar algo de tiempo de escritura pero al mismo tiempo mi proceso creativo se potenció. Quizás era el aire libre. La misma actividad cardiovascular. O los podcasts interesantes que me ponía. Había algo inexplicable que me hacía llegar al escritorio con más ganas. Son dos fuerzas opuestas y complementarias. Porque como escritora el afuera es fuente de inspiración. Y el adentro, una necesidad muy grande.
En realidad, la cosa comenzó no por una búsqueda de bienestar físico sino mental. Todos buscamos mecanismos para no volvernos locos (o, al menos, para que se nos note lo menos posible). Ahora me doy cuenta de que es lo mismo. Y entonces, volví a De qué hablo cuando hablo de escribir porque recuerdo que había un capítulo que hablaba del tema. Obvio, Murakami[1] es un friki y yo no llego a tanto pero nos cuenta su experiencia y ahora leyéndola, no puedo más que empatizar.
Según las investigaciones actuales de los neurólogos, la cantidad de neuronas que se generan en el hipocampo del cerebro aumenta considerablemente con el ejercicio aerobico, por ejemplo, la natación o correr, (…). Si no hay ejercicio las neuronas mueren al cabo de un día. (…) pero si por el contrario se las estimula intelectual y físicamente, terminan por activarse y conectarse a la red ya existente en el cerebro.”
p.171. de qué hablo cuando hablo de escribir
De alguna manera, el bienestar físico es esencial también para el bienestar emocional y creativo. No quiero generalizar. Es una experiencia personal basada en la intuición pero creo que cuando corro escapo de la estupidez. O la minimizo.
Buscando estabilidad mental
Sigo teniendo los mismos fantasmas. La soledad. La incertidumbre. Pero correr tiene algo que conecta muy bien con la experiencia diaria de un escritor. Quizás tiene que ver con la perseverancia. Él seguir adelante más allá de las consecuencias. Yo escribo más allá de los resultados. No puedo evitarlo. No lo considero una virtud pero intuyo que el aprendizaje pasa por ahí. Y por supuesto, me encuentro algo sola porque nadie lo vive como uno. Y porque la gente te suele mirar un poco raro pero estoy dispuesta a convivir por ello. Y aunque es duro como dicen muchos, parafraseo otra vez a Murakami, más duro tiene que ser levantarse a las seis de la mañana, montarse en un tren lleno de gente y acudir a un trabajo arduo y aburrido por un mísero sueldo. En ese sentido, el escritor, aunque precario y sin un horizonte claro, es un afortunado. Hace lo que le apasiona. Es libre porque no tiene jefes. Es la forma más hermosa de ser pobre.
Cada tanto recalculo y siempre emerge al eterna pregunta ¿habré hecho bien? Y me contesto siempre que sí. De momento, no he encontrado nada mejor que esto. No sé si es mi vocación pero es algo que quiero realizar todo el rato. Lo que le pasa un poco a Murakami con el running. Es algo que tiene que hacer. Yo no considero que la escritura sea buena o mala per se. No hay algo moral. Simplemente, está el convencimiento de que debo seguir haciéndolo. Cuando no estoy cumpliendo mis obligaciones, estoy escribiendo o estoy leyendo. Y cuando se me quema el cerebro, salgo corriendo (literal). Es una linda metáfora. La de escapar de los problemas. La de conectar con otra cosa. Correr es una acción que requiere movimiento y el movimiento siempre está bien. O uno intuye que todo está bien cuando las cosas se mueven y dejan de estar quietas.
Observar el movimiento en la naturaleza
Imagínense. El otro día andaba por esos hermosos senderos que conectan Torrelodones con Molino de la Hoz y se podía escuchar el ruido del agua en movimiento. Los perros que algunos hasta dan miedo. Los pájaros que chisporrotean con su cantar. Me envuelve la brisa todo el rato y el perfume del campo. Y es ahí donde vemos la vida y pensamos que está todo bien. Obtenemos un bienestar físico que pocas cosas me las dan. También el movimiento urbano es enriquecedor y hermoso. El ruido de las tazas en el bar. El barullo de la gente charlando y tomando un tinto de verano. Nos parece que todo tiene solución cuando vemos esa actividad. Mi hijo pequeño, en efecto, sin saber por qué se fascina con las hormigas. ¿Por qué?
Porque se mueven.
Porque no tiene que ponerles pilas ni simular que caminan. Ya lo hacen. Desde chico el ser humano observa fascinado y sabe que lo que se mueve es de interés. Los niños buscan el movimiento incluso cuando quieren un juguete. Lo quieren con pilas. Que camine. Que vuele. Porque saben que ahí está la gracia. Y ya sabemos que cuando aquel objeto de sus juegos no tiene ese movimiento, ellos lo simulan y se divierten igual. Y terminan abandonando en un rincón los juguetes sin pila y vuelven su interés, otra vez, a aquella que no los abandona. Que siempre está disponible: la naturaleza (hace poco hablé de hermosos libros para chicos en Los niños y la naturaleza).
Y ahora los dejo con unos versos de Walt Whitman porque el amor también es movimiento. Y esta poesía resuma naturaleza, vida y sabiduría. Se llama: «Nosotros, dos muchachos siempre unidos».

Nosotros, dos muchachos siempre unidos,
sin separarnos nunca el uno del otro,
recorremos los caminos de arriba abajo, hacemos
excursiones por el Norte y el Sur,
disfrutamos de nuestra fuerza, estiramos los brazos,
cerramos los puños
armados y audaces, comemos, bebemos, dormimos,
amamos
a ninguna ley nos debemos más que a la nuestra,
navegamos, fanfarroneamos, robamos, amenazamos,
asustamos a los avaros, a los criados, a los sacerdotes,
respiramos aire, bebemos agua, bailamos sobre el césped
o en la playa,
cantamos con los pájaros, nadamos con los peces, echamos
ramas y hojas con los árboles,
inquietamos a las ciudades, despreciamos la comodidad,
nos burlamos de las estatuas, perseguimos la debilidad,
colmamos nuestras correrías[2].
Que tengan un lindo martes. Y a vos ¿te ayuda el deporte en tu proceso creativo?
Para leer más
- About me
- An arrival in Japan
- Sobre los plásticos en Japón
- Nikko: reflexiones sobre la cultura del onsen
- Cómo debe ser una buena mesa de luz
[1] Murakami, Haruki. De qué hablo cuando hablo de escribir. Tusquets. 2017
[2] Whitman, Walt. Hojas de hierba. Alianza. (2006). P.237
Buenísimo. Original.
Gracias. Son ideas que ya vienen dando vuelta. Yo solo las junto.
Me ha gustado muchiiiiiiisimo
Me alegro que te gustara. ¡Gracias por leer y comentar!
Hoy te leo, paso mucho desde que escribiste este texto, nose como X me llevo a esta publicación.
El libro de Murakami es De que hablo cuando hablo de correr.
¿ Sigues corriendo?
Yo si, llevo 12/14 años haciéndolo y creo que tienes razón en tu reflexión. Correr te centra, te recoloca, te descubre facetas no vistas en estado de reposo.
Una anécdota personal:
Soy muy aficionado al pop español, me gusta cantar las canciones y me las aprendo a fuerza de oírlas. He observado que cuando corro por alguna razón que se me escapa las letras de estas canciones aparecen de forma mucho mas clara en mi memoria, creo que tiene que ver con las conexiones neuronales que citas en tu articulo.
Un gusto leerte.
Saludos
Alfredo
Sigo corriendo, por supuesto. Parece que correr activa cosas desconocidas para la mente humana. Gracias Alfredo por leer y comentar. ¡Un saludo!