Hoy hablamos de coleccionismo, libros viejos y bibliotecas. Hace tiempo que vengo armando una pequeña biblioteca en torno al Keynes más íntimo y literario. No sé bien qué saldrá de este asunto pero, de momento, han nacido artículos y relatos que se han ido publicando por ahí. Puede que vayamos a algo más o, por el contrario, puede que todo esto se quede en un simple coleccionismo. Pero como ya saben, escribir es mi manera, también de organizar mi trabajo. Quizás, contar la historia atrás de cada libro, es interesante en sí mismo. Lo hago público, como todo lo que hago en mi trabajo, porque la mirada de los lectores siempre me suma y la agradezco.
Coleccionar es viejuno
El coleccionismo tiene algo de bizarro y enfermizo. Está lleno de frikis. En general, no comulgo con la idea porque requiere algo de organización, espacio, tiempo y dinero, cosas que no tengo. Sin embargo, cuando era chica coleccionaba sobres de azúcar. De alguna manera, cuando coleccionás, estás aprendiendo algo. Porque sin querer, incorporas una sabiduría que es un poco adictiva. Las formas de los sobres, las empresas azucareras, los nombres de bares. Los colores. Me daba verdadero placer cuando alguien de fuera te traía un sobre de azúcar exótico. Por otra parte, coleccionar genera tema de conversación.
En mi caso, la colección de sobres no llegó a la adolescencia. Me pasa que me canso a veces de las cosas. Llega un punto que me genera una mezcla de pesar muy grande. Es como arrastrar una piedra. Yo quiero viajar ligera y coleccionar también es atarse al pasado.
Hay quien colecciona para hacer tribu. De momento, no es mi caso. No hago juntadas, no tengo amigos con aficiones similares ni nada de nada. Me aburre un poco ese costado del coleccionismo. Sin embargo, me producen mucha curiosidad los coleccionistas.
Escaso interés por Keynes fuera del entorno económico
Lo mío comenzó más por inercia, hobby o yo qué sé. Me encontré que tenía varios libros que me habían ido regalando sobre el Grupo Bloomsbury y fui leyéndolos. En general, es un grupo que se ha autobiografido mucho, en especial, en torno a la figura de Virginia Woolf. Pero, sin embargo, sobre Keynes no hay tanto. A ver: están sus archivos personales que están depositados en la Universidad de Cambridge pero me temo que poco se han explotado. Con el tiempo, fui comprando otros y me fui dando cuenta de que cada vez quería saber más. También hay otras razones: como estudiosa de la economía, me interesa el «detrás de escena» de este economista que era la vez un gran gestor cultural y soporte moral y financiero del Grupo Bloomsbury.
El que más jugo le ha sacado a la vida de Maynard Keynes fue Robert Skidelsky (su biógrafo más importante) pero, para muchos, su biografía sigue siendo célebre solo dentro de los ámbitos de la economía. No ha logrado trascender su costado más filosófico, literario y privado para el gran público. Sin embargo, hay mucho material y muy picante en las cartas, diarios y biografías de Virginia Woolf, Bertrand Russel, TS Eliot, etc.
Quizás puede que esa falta de interés tenga que ver con algo un poco frívolo.
Me atrevo a aventurar una hipótesis rara: su aspecto.
No invita a quererlo. No es mujer, no viste de forma estrafalaria, tiene pinta de hombre gris y patriarcal y no pega mucho con los tiempos que vivimos. En general, los economistas no tienen mucho sex appeal (Varoufakis rompió un poco con esa idea que teníamos de los economistas pero es la excepción que confirma la regla). En ese sentido, la imagen de Virginia Woolf es mucho más atractiva. Keynes, siempre estaba de traje, usaba bigote. Y las imágenes que circulan, en general, son en contextos de trabajo como funcionario. Por supuesto, hablo de su apariencia física porque, de mente y cabeza, Keynes no era ni más ni menos moderno de lo que lo era Virginia y toda su panda.
Lo que quiero decir es que algo hay en su vida que no ha generado toda esa verborragia literaria y especulativa que sí han generado otros miembros del grupo.
La biblioteca Keynes
Dentro de esta pequeña biblioteca, obviamente, habitan libros de segunda mano como nuevos. He encontrado auténticas joyas en librerías de viejo online de Londres. Libros que no interesan a nadie, muchos de ellos, robados, o descartados por bibliotecas públicas. Por ejemplo, unas memorias del hermano de Keynes (mucha morralla pero, siempre hay algún detalle que vale la pena) y otra muy hermosa de la madre de Keynes, primera alcaldesa de Cambridge.
En general, como bien he escuchado decir a muchos coleccionistas, muchos vendedores de usados, no tienen idea de lo que están vendiendo (aprovecho para recomendar el podcast de Todocolección, un especie de Amazon de los usados). En este caso, me ha pasado de comprar libros a una libra u obras que ya no tienen distribución y que se editaron hace muchísimos años.
A pesar de todo esto que les cuento, mi biblioteca es pequeña. No tengo apuro ni es exhaustiva. Es caótica. Y crece a trompicones. Cuando quiere, cuando tengo tiempo. Cuando tengo algo de dinero.
Por otra parte, los libros los uso y los consulto, no son piezas de colección para poner en una vitrina, son intrumentos de trabajo. No me interesan los libros como objeto sino como fuente de información. Son herramientas, nunca fines en sí mismos.
Me rebelo contra la idea de cuidar objetos, solo cuido personas.
El contenido
En general, dentro del Grupo Bloomsbury, abundan las memorias y biografías escritas por el mismo entorno. En este sentido, parece una práctica bastante común en determinados foros, eso de morirte y que un familiar encargue una biografía sobre ti. A veces, es el mismo finado que, antes de morir, se encarga del asunto.
Yo desconfío de estos menesteres.
Suelen ser panegíricos y mucha de la información que se ofrece, está censurada por la misma familia (hablé sobre esto en Biografía y periodismo rosa: dos géneros muy denostados pero muy exitosos). Sin embargo, tiene su costado interesante, incluso eso, la censura de los mismos familiares, porque también nos da información (por ejemplo, en la biografía de Keynes que el hermano de Maynard encarga a Harrod, se oculta su vida homosexual).
No me quiero alargar más. Solo quiero decir que mi colección sigue creciendo y que acepto donaciones en este sentido. Esto lo digo porque, como dije antes, suelen ser libros con escaso interés para el gran público y que quizás puedan terminar en alguna biblioteca heredada. Me gustan las viejas ediciones en español pero, la mayoría del material que se edita actualmente en base a Keynes y el grupo Bloomsbury, está en inglés.
En este sentido, incluyo no solo libros dedicados pura y exclusivamente a Keynes, sino también obras escritas por y sobre todos los amigos y parientes que fueron importantes en su vida. Por ejemplo, los Diarios de Virginia Woolf editados por Tres hermanas, son una pieza fundamental de esta biblioteca. También lo son todos los libros y obras de personajes como Bertrand Russel, TS Eliot, Lytton Strachey, DH Lawrence, Gerald Brenan, Wittgenstein, etc. (por ejemplo, ahora me encuentro trabajando La tierra baldía de TS Eliot y sus vinculaciones con Keynes y la ciencia económica).
Lamentablemente, Keynes no llevaba un diario como Virginia pero sí que fue un gran escritor de cartas.
Por supuesto, apelo siempre a los lectores que con sus radares siempre están atentos a lo que sucede en el mundo editorial. Los invito a que me iluminen, siempre sobre libros interesantes para incorporar a la biblioteca.
No descarto abrir una cuenta en Instagram o en algún lado donde ir comentando cada libro y compartir con ustedes las novedades que me van llegando.
Hoy escribo corto. Todavía sigo intentando ser un poco más banal y menos seria.
Que tengan un lindo día.
Apasionante inmensión. Continuará…
La vida es un continuará.