Hoy hablamos de la biblioteca pública en pandemia y de lo mucho que las echo de menos. Además, reflexionamos sobre la economía circular y sobre porqué pienso que los libros deben deambular, leerse y sino transformarse en otra cosa porque un libro cerrado es un crimen.
No se olviden de las bibliotecas
El pasado viernes fue Noche de los libros y veo que se viene hablando de la importancia de las librerías y el pequeño comercio, en especial, en su guerra contra Amazon. No hablaré de este asunto del que ya me explayé en su día. Solo quiero reivindicar el acceso a los libros tanto para los niños y los adultos. Hay muchas maneras de hacerlo. Sin duda, las librerías son un espacio interesante pero también lo son o lo deberían ser las bibliotecas. Vengo diciendo hace rato que con la pandemia los servicios de la biblioteca se han ido mermando. Es una pena que ante el retiro de la educación pública de ámbitos en los que antes estaba presente (fíjense por ejemplo que, por lo menos en la Comunidad de Madrid, se ha aprobado la jornada continua hasta nuevo aviso), no haya otras alternativas para acercarse al conocimiento.
Es verdad que se ha potenciado el catalogo online. Pero creo que hay que ir más allá. Si se puede ir a una librería ¿por qué no se puede acudir a una biblioteca siguiendo los protocolos correspondientes? ¿Por qué no ensayar nuevas formas de acercar a la ciudadanía la lectura y el conocimiento?
Y entonces, se me ocurren algunas cosas que, en realidad, se le ocurrieron antes a otros.
Algunas iniciativas interesantes en torno a la biblioteca
- Abrir la biblioteca al pueblo. Se me ocurre que se permita la visita de las bibliotecas con aforo, en especial, la sección infantil. Porque al final, me pasa que termino en la librería en donde mis niños son felices pero no siempre puedo gastar dinero en libros. La experiencia de tocar y agarrarlos en los pequeños se pierde cuando privatizamos el espacio ¿Solo los que puedan comprar un libro, lo harán?
- Biblioteca al aire libre. Ya hablé hace un tiempo de esta fantástica iniciativa de crear un evento o algo más estable que sea leer al aire libre. Leer es una actividad solitaria. Encaja perfecto con el aislamiento social. Tal como se hacen ferias de otras cosas, se podría sacar la biblioteca a la calle y con aforo poner, mesas, sillones (yo sueño con un chaise longe) para que la gente se pueda tirar a leer al sol. Hubo algunos antecedentes en España ¿sería posible reflotar esta idea? Encontramos algunas experiencias interesantes en Estados Unidos. Durante la crisis del treinta se habilitaron espacios al aire libre en donde los parados o los trabajadores a la hora de la comida podían ir a leer. La idea era buena y se trataba de llevar los libros a otros espacios de ocio[1].
- Seguimiento por teléfono de los socios. ¿Qué perfil de edad tienen? ¿Quiénes son los que más libros sacan? ¿Qué pueden necesitar? ¿Se podría pensar en un servicio de lectura por teléfono para gente que no pueda leer? Incluso se podría esbozar una especie de recomendador por teléfono de libros para leer de determinada temática.
- Donaciones. Me parece importante que los libros circulen y que no estén juntando polvo. De ahí que sea partidaria en que se reanuden lo antes posible las donaciones a la biblioteca. Es una locura. Me correrán con el protocolo y la salud pero, señores, tampoco la gente está donando todo el rato. ¿Tan difícil es gestionar el asunto? ¿Se puede pensar en fomentar de alguna manera las redes de trueque de libros? O fomentar una iniciativa que sea ir dejando libros por distintos lugares de la ciudad. Sé que esto ya se está haciendo a título individual por aparte de vecinos solidarios. Otra cosa. Hemos visto cómo ha proliferado la recepción de ropa vieja por parte de empresas que luego se dedican a reciclar o donar. ¿No podemos pensar en algo parecido por parte de las librerías? Que haya un contenedor donde se puedan dejar los libros para que luego alguien los clasifique y decida cuáles se puede reutilizar y cuales deben reciclarse el papel. Esta última opción es buena para evitar desplazamientos innecesarios y en pocas cantidades. Además, que uno puede deshacerse también de aquellos libros sin valor que, por alguna razón, están desactualizados. Uno aprovecharía el paseo a la librería o el centro comercial y, como lleva las pilas viejas, podría llevar los libros.
La biblioteca como termómetro de las necesidades de la sociedad
Justo el otro día entrevistaban en la radio a varias directoras de bibliotecas en la Comunidad de Madrid, cuyos nombres no recuerdo porque iba en el bus, y se habló de la magnífica biblioteca María Moliner de Villaverde en Madrid que está abierta organizando actividades, recibiendo visitas con aforo u organizando eventos con escritores (por ejemplo, el viernes pasado en el día de las librerías estuvo Rosa Montero haciendo un streaming). No solo eso. Están pendientes de los mayores llamándolos por teléfono para saber qué necesidades tienen en relación con la lectura.
Piensen en lo importante que puede ser un libro tanto para un adulto mayor como para un niño. ¿Podemos hacer algo más para ayudar a que no queden rezagados en medio de esta pandemia? No voy a nombrar otros municipios pero parece que la gran mayoría no ha querido arriesgar. Gente, todavía hay muchas personas que no manejan las nuevas tecnologías. ¿Podemos llegar a ellas? ¿Podemos apoyar a esos niños y a esos viejos que necesitan que no los olviden?
Me parece bien que haya un día de las librerías. Amo las librerías pero pensemos en toda esa gente que quizás no tiene una cerca. O que no tiene dinero para comprar. O que lee en otros idiomas.
Los libros tienen que estar en todos lados
Hay quien dice, no debemos vender libros en los supermercados. Esta parece haber sido la medida estrella en Francia y algo parecido pasó durante el confinamiento. A falta de librerías, los libros del supermercado son un oasis para muchas familias y aquí me pregunto ¿se trata de democratizar la lectura o se trata de ayudar a un sector concreto? Porque depende de donde pongamos nuestro interés, la estrategia será distinta. Yo soy de las que pienso que los libros deben estar en todas partes, al alcance de todos.
Incluso en las zapaterías.
Quiero que lleguen a todos y no creo que eso sea conspirar contra nadie. Me interesa la presencia de libros en todas partes. En las plazas. En los bares. Incluso en la vereda. En la puerta de una casa. En la boca de un metro. Y señores, no me corran con el fetiche del libro. No soy fetichista. El objeto me da igual pero me parece un crimen un libro juntando polvo. Un libro cerrado es un libro muerto o quizás un libro que nunca debió existir.
Un libro que junta polvo es una herida en el alma. Es desperdicio de recursos. Es egocentrismo. Es insultar a la pachamama. Es burlarse del trabajo ajeno. Es despreciar el esfuerzo de la humanidad. Por respeto a la naturaleza, leamos esos libros y, si no nos gusta leer, hagamos que circulen .
Economía circular y los libros
Hacer circular los libros es también cuidar el planeta. Y ¿por qué no? Sumarse a toda esta gran movida de zerowaste que tanto se difunde desde la economía circular (de la que hablaré en breve cuando reseñe la última obra de Thomas Piketty). Y aprovecho para hablarles de una interesante propuesta: RecicLibros, una empresa solidaria que se encarga de vender libros de ocasión y segunda mano ofreciendo un servicio que, a mi juicio, escasea en estos tiempos pandémicos (y no pandemicos también): recogen sin costes tus libros a domicilio (solo en la Comunidad de Madrid. Ojo solo aceptan donaciones de mínimo 20 libros en Madrid capital y 100 en el resto de municipios de la Comunidad. Mira su web para más especificaciones). Ellos los venden pero destinan parte de sus beneficios a causas solidarias pero además tienen una serie de compromisos ecologicos muy interesantes y que les recomiendo que lean en su web como reducir al mínimo las emisiones de Co2, trabajan con personas en riesgo de exclusión social o utilizan coches eléctricos para hacer la recolección de libros. Me parece una idea excelente ahora que pasamos más tiempo en casa y podemos dedicarnos a vaciar un poco nuestra biblioteca para que la disfruten otros.
Compartamos los libros. Que deambulen. O sino reciclemos el papel para que esa celulosa pueda tener una segunda vida.
Abrir un libro es habitar otras vidas. Lo necesitamos. No cerremos puertas a que vuele la literatura. Que viaje. A donde sea necesario.
Siempre.
En breve, seguiremos hablando de bibliotecas pero con dos bibliotecarias. Como me han contado cosas muy interesantes, merecen un artículo para ellas solas. Mientras tanto, disfruta de otras lecturas en esta web.
Y tú ¿sueles ir a la biblioteca? ¿La echaste de menos todo este tiempo? ¿Sueles ir con tus hijos? Te espero en los comentarios.
Para leer más
- Lulu o la búsqueda de la mente más vasta
- La biblioteca de la Caja de la cultura: primeras impresiones
- Allí donde habitan las sombras
- Sobre la importancia del lápiz negro
- Rumanía y Japón en dos bibliotecas
[1] Les recomiendo este excelente estudio de Teresa Mañá de la Universidad de Barcelona sobre la historia y antecedentes de bibliotecas al aire libre.
Deja una respuesta