Hoy hablamos de la literatura escrita por hombres o masculina a propósito de la publicación de la última novela de Paul Auster. Y nos preguntamos sobre las necesidades del feminismo de seguir publicando a mujeres y a hombres. Disfruten.
La moda de la literatura femenina
De la literatura femenina se viene hablando hace rato. Es aquella escrita por mujeres sobre cosas que le pasan a las mujeres. Obvio que son etiquetas que ponen las editoriales para vender pero, al final, transciende y la gente empieza a calificar una obra por su nivel de compromiso con el género. Al principio, podía ser algo bueno para la causa feminista. Cualquier que va a una librería se encuentra ya con una sección dedicada al feminismo. Se hacen además mesas redondas supuestamente para hablar de la literatura femenina. Se publica a las mujeres, se les rescata del olvido. Se las exhibe como un objeto más de marketing. Por supuesto, que celebro que podamos leer a más mujeres (he escrito mucho sobre feminismo aquí). Pero siempre sospecho ese tufo a moda y a capitalismo berreta que lo impregna todo. En cualquier caso, vengo hablar de otra cosa hoy.
¿Existe la literatura masculina?
Cualquiera diría que todo lo que no esté escrito por mujeres y para mujeres, es literatura masculina pero no. Yo voy más allá. Me interesa esa prosa que relata al hombre contemporáneo en el que es un tema ser hombre y en donde predomina su psique y su forma de enfrentar un mundo en transformación. Un universo que cambió de un patriarcado extricto a lo que es hoy.
¿Cómo piensan esos hombres?
Quizás desde la mirada feminista me puedan decir: «no me interesa lo que piensen. Ya bastante los hemos tenido que leer y escuchar. Es nuestro turno.»
Pero sigo pensando que un feminismo que no intente entender la mente masculina y que solo le habla a las mujeres no sirve. Independientemente, de estas diatribas mías. Creo que cuando hablamos de literatura tenemos que dejar de lado las ideologías y yo, personalmente, aunque apoyo muchas de las luchas feministas, las banco y las abrazo, quiero seguir leyendo hombres, independientemente de su condición moral. Y volviendo a nuestra pregunta inicial ¿qué obras podrían entrar dentro de esta categoría «masculina»?
La literatura patriarcal también puede ser buena literatura
Sin pensar demasiado me vienen a la cabeza varios autores. En este tipo de obras, el cosmos gira desde la óptica del hombre. Las mujeres son parte de ese «afuera» como lo son los extranjeros, la flora o la fauna. No es una crítica. Soy gran lectora de escritores hombres. En esa lista está uno de mis preferidos Jonathan Franzen cuya obra Las correcciones (Salamandra, 2002) la considero una obra maestra. Pero creo que el verdadero desafío del «escritor todoterreno» es poder escribir desde el punto de vista de la psiquis de un personaje independientemente de su género. Pérez Reverte lo intentó con El francotirador paciente (Alfaguara, 2013) narrando una historia en donde la protagonista era una mujer pero no pudo evitar volverla lesbiana para intentar solventar su falta de pericia para llegar al universo femenino. De nuevo: no lo condeno. No es fácil entrar en la mente de nadie y menos si no es de tu mismo género. Creo que ese pecado original con el que nacemos los escritores (no poder ser hermafroditas) podemos suplirlo con mucha observación de la naturaleza humana. No queda otra. Sin duda, la obra que logra este objetivo con creces es Dolores Claiborne (Debolsillo, 2009) de Stephen King entrando en los pesares y vivencias de una mujer de una forma que te hace dudar de si realmente no lo escribió una mujer (o lo que sería aun más bizarro, inquietante y hasta divertido: que el autor fuera en realidad una mujer). Otro de los grandes autores de los que yo llamo «literatura masculina» es Paul Auster. Después de siete años saca novela y se despacha con más de 900 páginas. ¿Era necesario? Que lo descubra el lector. Yo les dejo la reseña y juzguen ustedes.
4321 de Paul Auster: ¿Una novela masculina y claramente americana?
¿Cómo el azar gobierna nuestras vidas? Sobre este eje gravita 4321 (Seix Barral, 2017) de Paul Auster (70). Abandonando su estilo claro y, a la vez, profundo, Auster se adentra en las cenagosas aguas de lo contextual. Abunda lo histórico, lo político y lo social. Sin embargo, algunas obsesiones se repiten: el protagonista-escritor, el proceso creativo, el béisbol, su amor por lo francés y las “meta historias” (la historia dentro de la historia). La novela gira en torno a Archie Ferguson, nacido en una familia judía en 1947. Este es el punto de partida para narrar cuatro versiones distintas de la vida de Archie. El período temporal abarca desde finales de la década de los cuarenta a principios de los setenta. Es decir, ocupa la infancia y juventud de Ferguson.
El deporte y la guerra como columna vertebral de la novela
¿Qué factores harán que la vida de este personaje se bifurque en cuatro existencias diferentes? Para averiguarlo habrá que lidiar con cuestiones familiares, el proceso creativo, el contexto político y la sexualidad. Dos hechos marcan el tono de toda la novela: la gran afición al deporte del personaje y el momento histórico que está viviendo Estados Unidos. En este sentido, hablamos de una novela con un tono netamente masculino. No es casualidad que el deporte y la guerra constituyan los principales ejes en los que gravitan las cuatro historias. Y es en estos dos terrenos en los que la novela se torna lenta. Por ejemplo, hay demasiadas narraciones sobre béisbol o largas crónicas sobre las revueltas estudiantiles en la Universidad de Columbia. El exceso de contexto histórico-político le quita dinamismo. Resulta interesante el experimento de crear cuatro destinos diferentes para un personaje pero la extensión de los capítulos confunde al lector que, por momentos, no sabe con qué Ferguson se encuentra (¿era el periodista? ¿era el aspirante a novelista?). En cualquier caso, la novela nos permite vivir con esa confusión a cuestas y transitar por la obra sin mayores problemas. A pesar de los inconvenientes señalados y de la pesadez de los largos excursos contextuales, Paul Auster logra enganchar al lector hasta el final (y no es poca cosa dada la extensión de la obra). El desafío de resolver el final aparentaba complicado pero, con astucia, el autor desata la madeja regalándonos un desenlace más austeriano que nunca.
Apuntes de un viejo recordando su juventud
En cuanto al estilo, hay recursos ya vistos en obras anteriores como los diálogos sin raya que no entorpecen la lectura. Cabe señalar, sin embargo, que la obra casi no parece una novela sino un cuaderno de apuntes sobre la juventud. De a ratos, roza lo ensayístico o la crónica periodística. Recuerda a un manojo de hojas grapadas en las que el autor reflexiona sobre un periodo que considera crucial en su vida: la niñez y la juventud. Esto deja al lector insatisfecho. Puede que esa sea la principal debilidad del libro. Toda la novela tiene un tufo a cuenta pendiente con el pasado, con sus padres, con la historia de su país, con sus amores de infancia.
El papel del azar es más importante de lo que pensamos
Por último, parece que Auster nos viene a señalar que la serendipia es más importante de lo que pensamos. Nassim Nicholas Taleb viene hablando sobre el tema largo y tendido (ver El cisne negro, Paidós, 2008 o si te da pereza, puedes leer los artículos del Canguro Filósofo) y dado que la gente tiende a menospreciar la suerte como causa de sus éxitos, puede ser un ejercicio de humildad por parte del autor poner la suerte (o la falta de ella) en primer lugar para explicar el triunfo (o el fracaso) en la vida de las personas. Sin duda, esta obra resulta un ejercicio atrapante de lectura que obliga a reflexionar sobre las elecciones que hacemos en la vida, sobre los sucesos extraordinarios y sobre asuntos universales como la familia, el amor, el sexo, la política y el proceso creativo. Para el lector no estadounidense puede resultar una novela excesivamente americana. En cualquier caso, nos encontramos ante una obra que, sin duda, no dejará indiferente a nadie.
¡Hola!
A mí, personalmente, decir «literatura femenina» o «literatura masculina» me parece una chorrada como una copa de un pino, ya que inmediatamente diferencia géneros e indica que es más apto para leer desde una perspectiva que de otra.
Muy interesante tu entrada 😀
¡Un beso!
Sí, es verdad. Supongo que tiene que ver con el marketing que hacen los editores o libreros para vender sus libros. Pero sí que es curioso que normalmente no encontramos hombres leyendo libros que traten sobre cuestiones que atañen a la mujer. Al menos esa ha sido mi experiencia cercana. No al revés. ¡Muchas gracias por leer y comentar! Un saludo.