Sigo explorando la relación entre el cuerpo, las decisiones que tomamos y aquello que la ciencia y la filosofía silencia. Nos seguimos preguntando por la racionalidad. Este artículo también es un work in process que va cambiando y se va enriqueciendo con los comentarios de los lectores.
Si te perdiste la primera parte, podés leerla acá.
Tabla de contenidos
Callar como estrategia
A veces tendemos a pensar que hablando podemos defender una idea, explicando, enfatizando. Pero hay otra forma más sutil y eficiente. El silencio también lanza mensajes contundentes. El arte de la literatura pasa, en parte, por colocar esos silencios de forma perfecta. Pero otro tanto, acontece en la ciencia (social o dura).
¿Por qué la ciencia económica me dice que no hable de algo que determina el noventa o cien por cien de mis decisiones económicas? ¿Puede ser el silencio un arma política para dejar de reivindicar derechos?
Los silencios tornan en pendiente lo que no debería serlo. Es hacer que las mismas cuelguen. Se muevan. Se tambaleen. Tillie Olsen habla de esto cuando se refiere a lo inacabado de la escritura que surge, en especial, de aquellos escritores, muchas mujeres, que deben hacerse cargo de otras cosas. La escritura, la obra inacabada, se torna pendiente. Un pendiente absoluto que no se acaba. En su libro Silencios, relata esa angustia, esos ecos del escritor que no puede dedicarse full time a la escritura porque debe realizar otros trabajos. La escritura y la maternidad tienen mucho en común. Esa rabia que emerge y que no se ve. No se contabiliza y por lo tanto no existe para el sistema.
En la sociedad capitalista, en los números, las madres y los escritores no son trabajadores. Y sin embargo, ese eco de lo pendiente resuena fuerte. Dice, Gerard Manley Hopkins: “Hace mucho tiempo que me acecha en los oídos el eco de un poema que acabo de trasponer al papel”.
El escritor navega en el reino de lo pendiente como puede. Se acerca bastante a la idea de tormento. Hay algo que navega en mi cabeza. Una masa pegajosa que hay que desmadejar. Escribir es meter aire, silencios también. Dar forma. Y eso empieza siempre con una proyección en la mente. Chantal Maillard dice que “la poesía es respiración”.
Mientras cocino, pienso. Desmadejo en mi cabeza. Manejo las sartenes. El chisporroteo del aceite. La sal que se pulveriza en el agua hirviendo. Esos sonidos generan algo en mí. Y si pasan varios días y no me siento a escribir, me pasa algo físico. Es la panza. Los dedos. La respiración. Todo empieza a andar medio mal. (¿Ven que es el cuerpo?) Porque esa idea de pendiente crece en mi cabeza. Se hace enorme. Hay algo sin hacer. Como las camas. La limpieza.
¿Inteligencia o racionalidad?
Los hombres hablan de racionalidad. A mí me parece que esa palabra es muy elegante. Es más lindo que hablar de un cuerpo que supura y huele y que, a la postre, nos obliga a tomar decisiones económicas. En Economía han tenido que flexibilizar el término, al principio solo era racionalidad, acompañado de información perfecta, libre competencia y todo ese genero que rayaba el realismo mágico. Luego tuvieron que reconocer que nada era tan perfecto y entonces empezaron a hablar de racionalidad limitada, oportunismo, información asimétrica, incluso de preferencias reveladas.
Hermosas palabras, maravillosa retórica que viste el discurso económico con lujo.
Chantal Maillard otra vez viene a mi mente:
Lenguaje: lujosa encuadernación de la ignorancia. (p.69),
Otros hablan deracionalidad expresiva(Heap, 2001) pero sigo sin tener claro este concepto porque no entiendo qué papel juega el cuerpo. En algo sí veo similitudes con algunos postulados de la economía feminista: Heap habla de una racionalidad ligada a normas sociales y autoestima. Un poco se acerca a lo que plantea Nancy Folbre cuando habla de las motivaciones de las mujeres para cuidar. Hay algo ligado a lo social y a la autoestima que es tan fuerte que determina nuestra economía y nuestro lugar en la sociedad, solamente por la forma de nuestro cuerpo. Pero Heap sigue opacando el hecho de que tenemos cuerpo. Y en este mar de dudas, varias preguntas que se me plantean y que seguro gente más capacitada puede responder.
¿Tomamos decisiones en base a emociones?
A mi amiga le enseñaron a tener miedo ante determinadas situaciones. Me dice que así la educaron. “El miedo detecta amenazas al plan activo y prepara el cuerpo para posibles conductas”[1] (p.236 Broncano) ¿Por qué ella tiene miedo y yo no? Parece que hay un sistema de emociones mediatizado por lo físico y por la norma. Encarnado en una evolución del ser humano que hasta hace poco no distinguía que tipo de humano era.
Pero hay más: esas emociones generan hábitos que “no son susceptibles al control racional”[2] (p. 152). Quizás romper la norma sale más caro a algunos más que otros porque la norma categoriza, aunque sin decirlo, en base a cuerpos. Las mujeres no eran consideradas sujetos de derecho, ni los niños cuando Locke teorizó su teoría de la propiedad. Ellas y sus cuerpos eran propiedad del hombre.
No solo eso: la esfera pública era su terreno mientras que las actividades de la esfera privada las realizaban las mujeres poniendo su propio cuerpo. No es casualidad que aquellas actividades consideradas de baja productividad y poca tecnología, fueran realizadas por mujeres y niños. Mientras que otras más tecnológicas y contaminantes eran realizadas por hombres (¿habrá una relación entre técnología y género que se nos escapa?). La teoría económica borró a las primeras y puso en valor a los segundas.
Las actividades realizadas con el cuerpo en la esfera privada, no eran consideradas en los libros de economía y en el inconsciente colectivo como trabajo. Y claro, no podemos olvidar en todo este análisis el rol de los estereotipos. Lo que se espera de una mujer no es lo mismo que lo que se espera de un hombre. En los experimentos que realizaron diversos economistas de la conducta se vio que las mujeres buscan por término medio, ámbitos laborales menos competitivos. También se vio que se valorizan menos, o lo que es lo mismo, los hombres tienden a sobreestimar su nivel de productividad. Otro dato curioso, las mujeres juzgan de forma diferente a otras mujeres.
Hay una corriente del feminismo que reivindica el trabajo fuera de casa, de alguna manera el mercado es el que te salvará del yugo familiar pero seguimos sin romper el estereotipo de la mujer que debe aguantar todo del hombre. ¿De qué sirve una mujer empoderada saliendo al mercado si luego llega a casa y debe tranzar con el patriarcado en casa? Hay una dato interesante que ven muy bien los economistas conductuales: cuando los datos son públicos y la esfera es pública, observamos que cambia el patrón de conducta de hombres y mujeres. Ambos dos actúan como creen que la sociedad espera que actúen y de acuerdo a las normas sociales imperantes[3]. Esto ya lo sabíamos cuando hablábamos de privacidad y de esa relación intrínseca entre privacidad y libertad.
¿Dónde se generan las emociones?
A veces pasa que debates muy actuales que están en la agenda de la opinión pública, nos lleva hacernos preguntas filosóficas que ya pensaron otros hace mucho tiempo. Una de ellas tiene que ver con las emociones y por dilucidar dónde se originan.
La pregunta es relevante en el sentido de que quizás queramos saber si una IA puede sentir. Yo no puedo contestar esa pregunta porque antes tengo un tsunami de otras sin contestar. Me pregunto si no debemos seguir explorando los sentidos (del cuerpo) para poder entender nuestro comportamiento. “Las emociones, a diferencia de las creencias, involucran partes del cuerpo distintas del cerebro y del sistema nervioso, en particular el sistema hormonal. La secreción de determinadas glándulas influye retroactivamente en el sistema nervioso.” (p.250)[4]
Si de las emociones y las necesidades del cuerpo, surge nuestro comportamiento, ¿cómo podemos describir la mente de una IA? ¿No debemos quizás preguntarnos si las emociones no son una respuesta evolutiva para sobrevivir? Si lo pienso seriamente, me parece que mis emociones son una respuesta a algo que está muy bien o está muy mal. Quizás una señal, como un semáforo que me guía. Pero luego pienso que no estoy segura de esto e imagino que a veces se ve como algo negativo ser demasiado emocional. De alguna manera, intuyo eso de que hay un terreno no racional donde se dirimen muchas cosas que también tienen que ver con la supervivencia. Pero no tengo suficientes elementos para defender esta idea. De esto habla también Lafcadio Hearn en su maravillosa descripción de la llegada de un tsunami a las costas de una pequeña aldea japonesa en Juntando espigas en los campos de Buda (También el caracol, 2021). El viejo anciano intuye que está llegando, no puede probar el hecho, no tiene tecnología pero algo en el color del agua, el temblor, la luz, le da la certeza y entonces encuentra que la única manera de alertar a la población para que abandone la aldea es incendiándola. Con este acto, salva a todo el pueblo que luego lo venera en el templo del pueblo, ya reconstruído. Me emocionó mucho este relato no solo por la belleza en la descripción sino por la idea que transmite de que hay una racionalidad oculta que está en los sentidos, en el cuerpo y que no es posible pornerle palabras.
Los tsunamis están muy presentes en el arte y la literatura japonesa. Una obra emblemática es La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai, que a menudo se considera una representación de las olas de un tsunami. (Fuente de la foto: unsplash.com)
La máquina y el cuerpo
¿Puede que nuestro comportamiento se origine no solo en nuestro cerebro sino en todo nuestro cuerpo? Si es así, ¿es posible una IA que ignore las necesidades de los cuerpos que variarán en función de la raza, sexo, edad, etc.? Me cuesta pensar que alguien cree una máquina que no esté a nuestro servicio, ¿con qué finalidad?
Me gusta la visión de Atocha Aliseda, experta en filosofía de la medicina e inteligencia artificial, que habla de una tecnología que es asistente. Yo la pienso como agente, nunca principal. Ocupará un lugar no jerárquico.
¿Por qué debiéramos verlo de otra manera?
Seremos nosotros, nuestros cuerpos los que determinemos qué hará la máquina. Pero quiero ir más allá. Veo estéril el debate en torno a si una máquina tiene emociones o no. Más bien me parece más fértil pensar si la máquina tiene capacidad de emocionar a otros, es decir, producir en nuestros cuerpos emociones como lo hace una obra hecha por un ser humano o lo hace la naturaleza. En esta línea va Elian Chali cuando pone sobre la mesa el debate de los creadores. ¿Por qué el hombre debe tener el monopolio de la creación artística?
Mural de robot hecho por Bansky.
«Pero la Inteligencia Artificial está haciendo saltar por los aires a gran parte del espectro de la cultura dominante que cuestiona un aspecto en particular: la capacidad de emocionar. Muchos artistas de gran relevancia están posicionándose en contra bajo el argumento de que las creaciones con esta tecnología, no tienen como atributo la capacidad de conmover. Considero que estas declaraciones son al menos insuficientes, ya que la posibilidad de “conmover” no está sujeta obligatoriamente a la creación humana ni a la producción intelectual.»
Artículo aparecido en el blog de Caja negra que recomiendo leer. Una mirada interesante sobre la IA y el arte.
Esto enlaza con asuntos de los que he hablado largo y tendido. En un mundo sin escritores y con literatura, no importaría quién hace las cosas sino la capacidad de emocionar de esa obra. Seguimos preguntándonos algunos escritores hasta qué punto son fundamentales las solapas de los libros para que el lector se emocione con una obra literaria. Esto también es un debate económico que atañe a los editores que son los que deciden qué obras se ponen en el mercado.
El cuerpo también es medio de producción
Otra forma de ver el asunto (y me toca volver a la economía). Vayamos a los inicios. Cuando no había tecnología y éramos cazadores y recolectores. Un mundo en el que debíamos salir a buscar el alimento todos los días. En ese «momento cero tecnológico», ¿cuál era el medio de producción por excelencia?
El cuerpo.
Antes de que surgiera la tecnología como facilitadora de procesos productivos, lo que teníamos era nuestro propio cuerpo para producir cosas, empezando por la relación de cuidar, alimentar, gestar un ser humano, hasta el uso de cuerpos ajenos como medio de producción.
Cabría preguntarse cómo surgen los debates de filosofía de la técnica. Uno tiende a pensar que el mismo desarrollos tecnológico, despertó toda una serie de desafíos que, en una primera instancia pasaban por la revolución que significó para millones de trabajadores la irrupción de la gran industria. ¿ Puede que el debate antitecnológico y como reacción de una parte de los trabajadores contra las máquinas opacara otros análisis más complejos sobre el asunto?.
Pero antes de que el capitalismo existiera en toda su extensión, era los cuerpos los explotados, y en especial, los cuerpos de las mujeres. El cuerpo fue medio tecnológico y cimiento del sistema económico. Fue causa de guerras. Pensemos en la guerra de secesión en Estados Unidos, sin nombrarlo fue la guerra del sur esclavista productora de algodón y gran proveedora, no solo a la industria textil del Norte sino de toda Europa Occidental, que quería usar los cuerpos ajenos como medio de producción versus el norte industrial que fomentaba el avance tecnológico (el reemplazo de cuerpos por máquinas).
El triunfo del Norte y la misma guerra significó el fin de un sistema que dejó millones de muertos y que rompió a un país dejando cicatrices por décadas. Sin embargo, qué curioso. Seguimos sin nombrarlos en los libros de economía y en los libros de historia económica.
Y entonces, si tiro de este hilo, me doy cuenta de que tanto cuerpo y naturaleza han sido temas excluidos de la ciencia económica justamente cuando se creía que el cuerpo era un recurso inagotable (como lo fueron los cuerpos de los esclavos o lo son todavía los cuerpos de miles de mujeres y niños) y entonces toca pensar que tanto la economía ambiental como la economía feminista vienen a completar ese ámbito que queda cojo en la ciencia económica ortodoxa.
Quizás debiéramos incluso dejar de hablar de cuerpos y hablar solo de naturaleza porque seguimos perpetuando la superioridad del ser humano en tanto sujeto de derechos por sobre el resto de seres. Yo abogo por abolir estas categorías y quizás darnos cuenta de que el cuerpo es solo un caso particular de la naturaleza. Y que la racionalidad está muy bien para algunas cosas, pero para otras, está el instinto, la intuición o como les apetezca nombrarlo.
Un terreno que no sigue ninguna lógica. Oscuro. Fascinante. Los dejo con estas bellas palabras de Chantal Maillard.
Crítica de la razón práctica
De cómo si el felino pensase en qué lugar de su presa ha de poner la zarpa para agarrarla, moriría de hambre.
La mujer de pie, Chantal Maillard, Galaxia Gutenberg. 2016
[1] Broncano, Fernando. Las emociones: territorios intermedios de la mente. Universidad de Salamanca
[2] Mansbridge, Jane. Starting with nothing : on the impossibility of grunding norms solely in self-interest.
[3] Para más información sobre estos experimentos sobre la conductas de hombres y mujeres, pueden leer Campos Vazquez, Raymundo Miguel. Economía y psicología. FCE. 2017
[4] Moya, C. J. (2016). Emociones, racionalidad y responsabilidad. Contrastes. Revista Internacional De Filosofía. https://doi.org/10.24310/Contrastescontrastes.v0i0.1568
¡Gracias por compartirlo!
Interacciones con los lectores
Comentarios
IZdice
Muy interesante. Me quedan pensamientos para extender el efecto de la lectura. Hacerla madurar en temas que no domino del todo.
Interesantísimo. Durante la lectura me han venido a la mente los conceptos de «habitus» y «disposiciones adquiridas» de Bourdieu en su «El sentido práctico».
Un saludo
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Muy interesante. Me quedan pensamientos para extender el efecto de la lectura. Hacerla madurar en temas que no domino del todo.
Interesantísimo. Durante la lectura me han venido a la mente los conceptos de «habitus» y «disposiciones adquiridas» de Bourdieu en su «El sentido práctico».
Un saludo
Tengo a Bourdieu pendiente. He leído muy poco de él. ¡Gracias por leer!
¡Esa es la idea!