El pasado 8 de febrero se dio el pistoletazo de salida a una serie de acciones feministas que culminarán el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Una larga cadena humana rodeó el centro de Madrid y más de 8000 mujeres se abrazaron con la única consigna de llevar algo violeta. Por otra parte, hace ya varios años que se viene celebrando el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia, una iniciativa para que las mujeres busquen referentes interesantes a la hora de decidirse por una carrera científica. Y rapidamente linkeo con un hecho histórico que tengo ganas de traer hoy. Porque a veces parece que no pasa el tiempo y nos siguen desvelando las mismas cosas. Por eso quiero hablar de una de las primeras manifestaciones feministas de la historia: la Mud Murch. La marcha que impulsaron las sufragistas para pedir el voto de las mujeres en el Reino Unido. Fue una de las primeras movidas de un largo camino por la conquista de muchos derechos para las mujeres. Pero los inicios se remontan más de cien años atrás. Ellas fueron de las primeras.
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Mud murch: la primera gran marcha feminista
El 9 de febrero despertó gris. Las nubes espesas. El fin del invierno estaba siendo crudo. Había empezado a llover desde primera hora de la mañana. Pippa se calzó sus gafas. Sonrió. Una lluvia fina no arruinaría sus planes. Llevaba un tiempo preparando ese día.
Se miró en el espejo y se vistió. Lytton la acompañaría. Incluso su amigo Maynard al que habían convencido de que ayudara. Él, a su vez, trajo a su hermana Margaret.
Pippa Strachey[1], la hermana de Lytton se había involucrado en la Central Society for Woman Sufrage y ellas eran las sufraguettes. Mientras se preparaba para ese gran día, ignoraba que sería la marcha más grande e importante en favor del sufragio femenino hasta la fecha. Más de 3000 mujeres de cuarenta organizaciones[2] feministas habían dicho BASTA y querían manifestarse.
El asunto ya se venía hablando hacía décadas y Maynard Keynes no era ajeno a estas cuestiones. Tanto las mujeres de la familia de Lytton, como en su propia familia, su madre y sus hermanas eran fervientes sufragistas, también su madre Florence Keynes (que luego sería la primera alcaldesa mujer de Cambridge) y su hermana Margaret estaban metidas en los COS, esas organizaciones que se proponían entre otras cosas paliar y frenar el creciente desempleo en Cambridge.

Pippa llegó a Hyde Park. Aquello era impresionante. La emoción. Mujeres de todas las edades. Incluso niños. La policía escoltando. Y el barro omnipresente por todos lados. Por eso la prensa la llamó la Mud Murch. Y con ese nombre pasaría a la historia.
Caminaron con lentitud. Había un itinerario marcado. Pippa había puesto el pulmón y el cuerpo y no solo se habían unido las clases trabajadoras sino también aquella oligarquía de mujeres que no solo se dedicaban a consumir lo que poseían. Querían cambiar el mundo. Querían estudiar. Muchas venían de las escuelas femeninas como la Newham College en donde se habían formado varias de estas mujeres.
Maynard caminó lento. Las manos en los bolsillos de su sobretodo. El bigote bien puesto. El sol no se adivinaba. La llovizna incesante. Él seguía pensando en Duncan. Sus labios. Sus ojos. Esa forma de hablar.
¿Cuándo una mujer llega lejos?
Más adelante, con determinación, con inteligencia y con una belleza que no tenían sus hermanas, Pippa Strachey seguía su marcha a pesar de la garúa. Porque esa mujer era consciente de su destino pero era tan tozuda que conseguía todo lo que se proponía. Como anécdota bizarra, cuenta Leonard Woolf, que empezó a dar clases de danzas escocesas a varios amigos pata dura, entre ellos, Leonard. Por supuesto, él fue sin muchas esperanzas y después de un número prudencial de clases logró algo de movimiento interesante: el suficiente como para que Pippa celebrara una fiesta en Lancaster Gate, el gran hogar de los Strachey, y mostrara el desempeño de sus alumnos frente a un público variopinto[3].
Pippa nunca se casó. Leonard Woolf dice que si hubiese sido hombre hubiese llegado muy lejos pero yo creo que sí llegó. Intentó mejorar las condiciones laborales de muchas mujeres, en especial durante la Primera Guerra Mundial cuando ellas, por el mismo trabajo, cobraban menos. Y formó a muchas otras para que tuvieran un oficio.
Cuando se enfermaron sus padres, cuidó de ellos y cuando se enfermó Lytton, su célebre hermano, cuidó de él junto a Carrington.
Y cuando llegó a viejita (vivió hasta los 96 años) se fue a una residencia de ancianos. Ella ya no tenía quien la cuidara.
La Mud Murch en perspectiva
La marcha de 1907 fue un éxito de gente y tuvo una cobertura mediática espectacular pero pasaron muchos años para que se lograra el voto femenino (recién se podría votar en igualdad de condiciones con los hombres en 1928 con la Equal Franchise Act 1928.)
Pongo un poco de luz en estos personajes que, capaz “no llegaron muy lejos” a ojos de Woolf, porque creo que han desempeñado trabajos de enorme responsabilidad. Trabajos que mejoran la vida la gente. Trabajos que son imprescindibles para que otros «lleguen lejos».
¿Qué más se le puede pedir a un trabajador?
Estamos en 2020. Y todavía hay mucho trabajo por delante. Mi agradecimiento a todas esas mujeres que salen a la calle. En nombre de todas.
De las que
pueden y de las que no pueden.
Para leer más
- ¡Salven a las mujeres!
- Economía feminista: una mirada literaria
- Mud Murch: las mujeres que caminaban en el barro
- Una historia de brujas, medicina y feminismo (2)
- Una historia de brujas, medicina y feminismo
[1] Fuente: Michael Holroyd. Lytton Strachey. Pimlico. 2011
[2] Fuente: van Wingerden. Sophia A. The Women’s Suffrage Movement in Britain, 1866-1928. Palgrave. Macmillan.2016
[3] Fuente: Woolf, Leonard. La muerte de Virginia. Lumen. 2012
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