Agosto me está sorprendiendo con más producción de la que esperaba. Pero aun así varias cosas me suceden. Pequeñas. Sin importancia. Pero sumamente molestas. Hoy les voy a hablar de las dudas del escritor. De las estúpidas dudas. Vamos a ver. No es que tenga mucho tiempo (mis chicos siguen de vacaciones) pero me organizo para sacar algunas horas al día. Varios cuentos pulidos. Otros enviados. Y la cabeza pensando en cuándo voy a ponerme a escribir mi próxima novela. Todavía sigo dando vueltas al asunto. Me he estado documentando. He comprado bibliografía. He leído. Y todavía no he sacado la valentía de enfrentarme a la hoja en blanco.
Yo siempre digo que no hay arte sin logística. Y me pasa lo siguiente. Escribir una novela es jugarte demasiado a un proyecto y no puedo darme el lujo de abandonar los cuentos que son, al fin y al cabo, los que me permiten seguir publicando de forma habitual. Por eso, estoy pensando cuál es la mejor organización para que el tiempo sea lo más provechoso posible.
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No estaba inspirada para la imagen de este artículo así que me decidí por esta foto en la que estoy mirando unas vacas que me dan mucha paz. |
A todo esto, hay que sumar la promoción en redes sociales y los dos blogs. Por lo que se impone algún tipo de racionalidad en el trabajo. Por último, tengo una novela corta ahí me dio muerta y he pensado en darle un remojón. Cambiar el orden de las secuencias. Es decir, alterar el tiempo. Los capítulos. Darle un aire nuevo porque siento que es una buena historia.
El asunto es contarla bien.
Que entretenga.
Que llegue al lector.
Y es verdad que a veces tenemos tanta información que no sabemos por dónde empezar. Por eso me debato entre reordenar cronológicamente la historia o dejarla dormir un rato más y comenzar a escribir la nueva novela.
Normalmente, no abro tantos frentes a la vez. Soy bastante metódica pero tampoco es cuestión de torturarse. Posiblemente, mi próxima novela requiera leer mucho, documentación y visitar algunos lugares. (Incluso, mi novela corta también ha requerido de todo esto y tengo pendiente visitar algunas locaciones) pero siempre tengo la premisa de disfrutar del camino.
Ya sabemos lo arduo que es lidiar con la incertidumbre. He hablado mucho sobre este asunto pero el proceso creativo es hermoso y tiene que serlo. Hay unas palabras de Montaigne en su tomo II de los Ensayos que me gusta mucho:
“En los libros solo busco deleitarme mediante sano entretenimiento; o si estudio, solo busco con ello el saber que trata del conocimiento de mí mismo y que puede instruirme para el bien morir y el buen vivir” (p.98)[1].
Me gustó la frase porque desde que nacemos ya estamos envejeciendo y nos enseñan constantemente cómo traer hijos al mundo y cómo educarlos y no nos enseñan a morir. Nadie quiere hablar de eso y no hay nada malo en eso. Y yo creo que la literatura y la filosofía son dos caminos excelentes. En realidad, te ayudan a vivir y por lo tanto, también te ayudan a morir.
Me gusta esa visión entusiasta de Montaigne. La gente cree que si hablás de la muerte sos un pesimista o un bajón. Pero festejar la vida también es estar preparado para la muerte.
Y como no sabés cuando te va a llegar, mejor estar preparado.
Les dejo en este agosto eterno. Ya queda poco para que llegue la gloria de septiembre. Mientras tanto, le robaré momentos al verano para sentarme a escribir. Y escuchar a lo lejos el murmullo de los niños.
Suerte que tengo mi llave.
[1] Fuente: De montaigne, Michel. Ensayos II. Catedra. 1987
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