Hoy hablamos del mundo del trabajo en tiempos de Covid-19 y de las distintas tribus que han surgido alrededor. Porque creemos que hay tantas voces que queremos escucharlas a todas. Y saber de verdad si las cosas en el mundo laboral han ido a peor o a mejor. Yo creo que, después haber escrito este artículo, es imposible generalizar.
Veamos.
¿Es un avance o un retroceso el teletrabajo?
Sabemos que el gobierno español quiere aprobar una nueva ley [1]que regule el teletrabajo, cosa que me parece necesaria. Por otra parte, la Ley de teletrabajo en Argentina ya tiene media sanción de la Camara de diputados. A pesar de que la mayoría pensamos que es un avance, me he encontrado con algunos discursos totalizadores que creo que no reflejan la tremenda diversidad del colectivo de trabajadores.
En efecto, a lo largo de la cuarentena me he encontrado con tres grietas que determinan la actitud positiva o negativa hacia el teletrabajo:
- La de los que tienen niños y los que no los tienen
- Los que tienen un sueldo a fin de mes independientemente de que haya confinamiento
- Los que, en general, se asustan con las enfermedades y los que no le tienen miedo a caer enfermos (independientemente de su condición física).
Y, teniendo en cuenta estas variables, han surgido varias tribus de trabajadores (hablé al principio de la cuarentena sobre Las tribus del coronavirus y a la actitud de la gente ante la enfermedad) que están más o menos contentos que este nuevo escenario.
Veamos.
Los felices
En este primer grupo me he encontrado con gente que está chocha con esta nueva situación, trabajadores, en especial, madres que venían muy quemados con el horario fijo y poco flexible y que tenían que correr para llegar a buscar a sus chicos. Este grupo que estaba medio jodido con el esquema de antes, logró adaptarse a la situación, ya sea por tener hijos grandes que son más o menos autónomos o porque son dos en casa y uno de ellos tiene más flexibilidad. A esta gente le da pánico la vuelta a la Nueva Normalidad porque han visto que han disfrutado con sus hijos, han podido incluso hacer algunas cosas que no hacían habitualmente como cocinar con ellos o jugar de otra manera. A este grupo, en general, no le importaría estar un rato más confinado. Es el caso de Mara (46) tiene un hijo de 8 que ya hace todo solo y ella ha podido seguir trabajando como gestora laboral desde casa. Esta madre me comentaba que no quiere volver al regimen anterior. «Estoy feliz». También meto en este grupo a los que están felices y no tienen hijos y disfrutan de un entorno familiar o de pareja estable y armonioso. Pedro (25) trabaja en una multinacional americana con sede en Buenos Aires. Ya le han dicho que no vuelve a la oficina hasta que no haya vacuna. Lo mismo me comentan amigos de empresas en Estados Unidos. “Hemos tenido que ir a limpiar la oficina porque no volvemos más”. Este último grupo está incluso mejor que el primer colectivo. Han ganado en paz. Pero incluyo a una sub variante más: al que ha tenido que acudir a su puesto de trabajo porque su actividad es esencial y no se puede hacer desde casa y al mismo tiempo o no tiene hijos o tiene una pareja con trabajo flexible o tienen hijos únicos que ya se arreglan solos. Este está aun mejor que el anterior porque ha podido suplir los rigores de la cuarentena con escapadas diarias y las ventajas de una ciudad vacía. Efectivamente, para este grupo normalmente, en su discurso, la salud está primero porque lo otro ya está medio solucionado. No tienen ningún apuro en que finalice la cuarentena. Y en este colectivo, obvio, meto a los diversos presentadores de televisión y de noticias que han visto el confinamiento como una excusa más para bajar linea desde una posición privilegiada. El «quedate en casa» dicho por una persona que está trabajando, cobrando un sueldo y encima saliendo de casa, no lo compro. Me parece como discurso nefasto y totalitario. Pero dicho esto, me alegro de que estén felices.
Sigamos.
Los quemados
Aquí hablamos de aquellos que, por alguna razón, no han podido teletrabajar y han tenido que acudir a sus puestos de trabajo contra su voluntad y sin apoyo familiar. Estos, a diferencia del primer grupo, no quieren saber nada con salir de casa. El virus los asusta y tienen una situación armónica en casa. Gente que ha tenido que contratar niñeras si tenían hijos o han tenido que descargar el peso en alguna pareja que a su vez también se quemó. También meto en este grupo a los quemados que han tenido que quedarse en casa pero con pocos medios para trabajar ya sea por falta de espacio o dinero para invertir en nuevas tecnologías o niñeras que cuiden de sus hijos. Pablo (35) trabaja en una multinacional francesa y dice que lo obligan a teletrabajar en su casa. No puede moverse de su vivienda que comparte con dos hijos pequeños en un espacio reducido. Para él, el confinamiento está siendo una tortura. Pero hay un grupo que está aun peor. En general, los quemados estaban muy cómodos con la situación anterior porque podían tener un sueldo y acceso a tercerizar cuidados en extraescolares o niñeras. Digamos que podían tener una situación de pseudo privilegio y estabildad que se perdió con el confinamiento. Meto en este grupo también a los «hiper sociables», es decir a aquellos para los cuales el trabajo no solo es un sueldo o producir algo. Necesitan hacer amigos, coleguear, tomar café, reunirse. Su identidad laboral pasa por el otro. Estar en casa les parece poco prestigioso. Además, no pueden consumir como antes. A diferencia de los «felices» del grupo anterior, los «quemados» estaban muy cómodos antes y quieren volver ya a esa antigua normalidad.
Los que están jodidos
Sos aquellos que han perdido su empleo en esta cuarentena. Se han ido al paro o les han hecho un ERTE pero no han ingresado un euro en todos estos meses. Para este colectivo, los teletrabajadores son una casta privilegiada. Estos están dispuestos a salir a trabajar lo antes posible. Estuvieron contando los días para que acabe esta cuarentena y la situación en casa se ha tornado complicada. Para estos, el confinamiento ha sido peor que la peste. Un castigo divino del que hay que salir ya. Paula (48) tiene tres hijos y es funcionaria. Tuvo que teletrabajar y está harta. Ahora la administración la “obliga” a volver pero está ¡chocha! Necesita salir de casa. Vera (33) trabaja para una empresa pública, durante todo el confinamiento estuvo de puta madre porque vive sola y la mandaron a casa. Ahora le toca volver (y usar el transporte público) y está a las puteadas. “No sé por qué me obligan a volver”. Me he dado cuenta que puedo hacer todo mi trabajo en casa. Bernardo (36) que es ingeniero y trabaja para el Estado dice que va dos veces a la semana y le gusta el paseíto a la oficina. Quisiera ir más pero no lo dejan. Pero estos jodidos están en Disneylandia al lado del siguiente grupo.
Los que están realmente jodidos
Aquí meto a varios colectivos que la han pasado (y la siguen pasando) realmente mal y son los independientes que han visto desaparecer sus ingresos de la noche a la mañana porque han tenido que cerrar sus negocios. Hay gremios que fueron muy golpeados como las peluquerías, las guarderías o los restaurantes. También incluyo en este grupo a personal de las artes escénicas y musicales que quizás no son conocidos y no están en redes sociales. Este colectivo también está dispuesto a salir a la calle. Para ellos, el virus es una posibilidad, mientras que la pobreza y el hambre una certeza sino salen a trabajar. Piénsese en la situación de América Latina que ya lleva, en numerosos países, más de 100 días de encierro. La pérdida de puestos de trabajo en esta región está siendo catastrófica. Según la OIT se perdieron en América en lo que va de encierro más de 93 millones de puestos a tiempo completo, siendo América del Sur una de las regiones más afectadas[2]. Y solo en la Ciudad de Buenos Aires se perdieron más de 80.000 puestos de trabajo en el sector del comercio (por un virus que, de momento, no ha matado más que la gripe, la neumonía o el dengue). No sé si los gobiernos de América Latina y Europa son conscientes del daño económico, emocional y sanitario que está provocando este confinamiento. Quizás es pronto para saberlo pero sospecho que las consecuencias superarán sin duda las del virus en sí. Pero aun me queda un colectivo más. Uno que no entra en ninguna categoría normal. Algunos los llaman «resilientes» pero a mí es una palabra que no me gusta. Prefiero usar el término que usa Taleb.
Los antifrágiles
Taleb decía en su libro Antifrágil que la antifragilidad no es solo la resistencia a un shock sino el fortalecimiento ante un trauma externo. Se estudia esto en ingeniería o en física cuando evaluamos las propiedades de los elementos pero también aplica a los humanos y a las instituciones como la familia o las empresas (hablé de ello en Fragilidad y Covid-19).
Dicho esto, aquí meto a un colectivo extraño. Son aquellos trabajadores independientes que ya andaban medio jodidos en general ya sea por falta de trabajo o por obligaciones familiares. Este colectivo no tiene sueldo fijo pero ha encontrado en las redes sociales y en la tecnología, nuevas formas de negocio. Este grupo ya viene muy acostumbrado a ganarse el mango a base horas y búsqueda constante. No tiene ingresos regulares. Tiene que estar generando cosas para cobrar. Tampoco tiene dinero para niñeras e incluso está acostumbrado a trabajar bajo condiciones de incertidumbre e interrupciones constantes por tareas no remuneradas. Me estoy refiriendo a cuentapropistas que han aprovechado el confinamiento para actividades más o menos lucrativas con las que han salvado la papeleta. En este sentido, me he encontrado con:
- Redactores por cuenta propia muy presentes en redes sociales
- Actores que montan obras de teatro por Internet
- Programadores que usan sus horas libres para crear aplicaciones e intentar promocionarlas en redes[3].
- Restaurantes que han potenciado el delivery y los eventos en Instagram.
- Magos, músicos y cómicos que animan cumpleaños por Zoom o hacen conciertos y actuaciones por streaming. Un ejemplo de ello el Livefromourlivingroom.com celebrado en abril, una iniciativa para que artistas de New York que se han visto afectados por el covid puedan tener un sustento. No solo había conciertos también webinars y otras historias[4]. Otro ejemplo, fue la iniciativa #teatroconfinado organizado por el Teatro de La Abadía. Pero las hay miles más de forma independiente.
- Cocineros y manicuras que se pasaron al delivery
- Profesores de todo lo que puedas imaginar. Mucha gente que se ha quedado en el paro o con poca posibilidad de trabajar se han ido a la formación. Vemos desde actores hasta bailarines o profesores de gimnasia. Como todo, hay mucho pirata. Pero destacamos el auge de la programación, los talleres de escritura, los clubs de lectura, los cursos de marketing, las clases de pilates y gimnasia[5]. En efecto, miles de empresas y cuentapropistas han aprovechado para renovar su imagen digital.
- Traductores, correctores, pintores y escritores haciendo trueque y otras formas de trabajo como marketing en redes sociales. Una práctica bastante común en el universo de la creación. En este sentido, basta ver el Instagram de numerosos actores y escritores. La publicidad ha sido una de las grandes ganadoras de esta crisis[6]. Con más gente frente a las pantallas, el papel de los anuncios se ha hecho crucial. La pantalla se ha convertido en fuente de ocio, de consumo y de trabajo. Esta triple función ha despertado todo un género de actividades que ya existían pero que ahora se amplían y perfeccionan. Una de ellas es la colaboración y promoción de colegas y productos en Internet. Sara (40) es pintora. Trabaja en casa y tiene dos hijos. Desde que se dictó el confinamiento mudó toda su plataforma de enseñanza de pintura al zoom. De momento, no le faltan alumnos y ha ganado visibilidad en las redes, muy importante en este gremio. Yo misma, parte de mi trabajo consiste en intercambio de servicios con otros colegas que hacen actividades complementarias a la mía. Esta es una prática muy común en el mundo de la creación.
Como pueden ver, toda esta movida laboral ha destapado varias aristas que estaban ahí. Hilachas del capitalismo que ya estaban medio a la vista pero que nos empeñabamos en ocultar. Me refiero a toda la industria del trabajo que tiene que ver con los cuidados y a su contraparte: el trabajo no remunerado. Y entonces, nos vuelve a surgir la eterna pregunta.
Y seguimos sin hacernos cargo.
Eso que llamas amor es trabajo NO pago
Ya hemos hablado sobre cómo este confinamiento ha puesto sobre la mesa, una vez más, el asunto de los cuidados. Se han transformado numerosas actividades que ya eran remuneradas (aunque seguían en manos de mujeres) en no remuneradas. Me refiero al cuidado del hogar y los niños. Según la OIT, es probable que esta crisis del Covid-19 deje aún más deteriorado el asunto laboral para las mujeres que son las que tienen fuerte presencia en sectores como la hostelería, el trabajo doméstico o la educación. A esto se suma a que países como Argentina o España no han permitido que sus hijos vuelvan a clases lo cual ha lastrado mucho más el trabajo de las mujeres. Me cuentan que en Holanda abrieron los colegios para los padres que trabajan. Lo mismo ha sucedido en Francia y otros países del entorno. En España no parece haber voluntad. Simona (40) es administrativa y está en casa teletrabajando desde marzo. Además, tiene dos hijos y no encuentra gran oferta de campamentos para dejar a sus chicos y poder trabajar. Esto dificulta mucho el panorama ya que en España han cerrado establecimientos privados que directamente se han ido a la quiebra mientras que otros, por las limitaciones de aforo, no les conviene ofrecer estos servicios de campamentos. El Estado ha estado ausente en esta demanda. Por suerte, Simona trabaja por objetivos y no tiene que cumplir un horario fijo. Eso ayuda. La tónica general de este verano para muchos padres es rascar horas de debajo de los piedras. Dos horas por acá, otras dos por allá. Pero no hay nadie que se haya puesto a pensar cómo solventar la vuelta al trabajo de muchas familias. ¿Qué pasa si no tienes dinero para una niñera o no tienes espacio para que esté en la casa si estás teletrabajando? ¿Qué pasa con la socialización de esos chicos?
Por otra parte, estos meses de confinamiento han puesto en duda, una vez más, el actual sistema de cuidados de la vejez, en especial en países como España. ¿Qué hacemos con nuestros viejos? Richard Sennet[7] reflexionó sobre esto hace ya años y propuso remunerar el trabajo de cuidados de seres queridos. Sería una manera de que la sociedad le otorgue valor a un trabajo esencial pero muy poco valorado. En esta línea, parece ir Italia que acaba de aprobar el bono niñera para que cobren aquellos abuelos que cuiden de sus nietos. Creo que es una idea interesante que merece una reflexión después de esta crisis de que hemos vivido. Por otra parte, la nueva Ley de teletrabajo argentina contempla el tema de los cuidados y contempla medidas concretas para que los mismos no recaigan siempre en las mujeres. Y me recuerda el lema de Economía femini(s)ta del que hablé ya en reiteradas ocasiones: ESO QUE LLAMAS AMOR ES TRABAJO NO PAGO.
Y hablando de hacer tu trabajo con amor. Tengo unas últimas palabras con respecto a esto.
Volver al artesano que todos llevamos dentro
Hay mucho que escapa a nuestro control. Lo estamos viviendo con un virus para que el que parece que no hay vacuna. Pero en realidad, siempre estamos a merced de cosas que no podemos controlar. El mundo del trabajo es una de ellas. A mí me gusta mucho la idea de volver a la noción de artesano en la que uno tiene ese amor al trabajo y le da placer hacerlo bien por el mero hecho de hacerlo bien. Sennet no los recuerda constantemente y no puedo dejar de nombrar a Natalia Guinzburg y sus pequeñas virtudes. Hay cosas que son injustas. Puede que nunca recibamos una remuneración justa por nuestro trabajo pero hay un placer intrínseco en esa búsqueda de hacer algo bien, mejorarlo con el tiempo. Sea lavar un plato, cuidar a alguien, enseñar o barrer. Hemos descubierto en este confinamiento que lo esencial era invisible. Que los esenciales eran invisibles a los ojos de este capitalismo.
Démosles luz.
¿Y tú a qué tribu perteneces? ¿Ha mejorado tu ámbito laboral o estás peor que antes? ¡Te espero en los comentarios!
Gracias a todos los que han colaborado con los testimonios.
Para leer más
- Sobre por qué el ChatGPT le inventa romances a Katherine Mansfield
- El éxtasis colectivo
- Activismo, consumo y naturaleza: un Mundial para pensar
- El silencio y la mirada
- Torres de Babel: una entrevista con el fundador de The Untranslated
[1] Aquí puedes leer la Consulta pública previa a la elaboración del proyecto normativo consistente en la modificación y elaboración de las condiciones para prestar trabajo por cuenta ajena a la distancia. Del Ministerio de Trabajo de España.
[2] España al menos ha sufrido una cuarentena más corta con menos pérdida de negocio y con la perspectiva de un Fondo de Reconstrucción Europeo que estará por llegar y que no se sabe bien cuándo ni cómo se va a devolver aunque ya sabemos que no será antes de 2027. Más allá de los desacuerdos entre países miembros, no parece a priori una situación tan desesperante como la de América en donde, a diferencia de Europa, al menos conservan, de momento, instrumentos de política monetaria para salir del paso.
[3] Existen APPs de ocio y consumo cultural para tirar el techo. Muchas de ellas promocionan eventos de todo tipo. No las menciono porque son demasiadas.
[4] Puedes encontrar más iniciativas artísticas online interesantes en este enlace
[5] El mundo de la gimnasia y el bienestar personal ha sido uno de los grandes ganadores de esta crisis. Los canales de YouTube de muchos profesores que se han puesto las pilas ha llevado a un aumento exponencial de seguidores. Un ejemplo de ello, aunque no muy representativo, es el de Patry Jordan que ha explotado en suscriptores a su canal de You Tube que el dia 28 de marzo alcanzó las o millones de visualizaciones en un día (poco más de 700.000 había hecho un mes atrás).
[6] En efecto, según el Observatorio de eCommerce y transformación digital, desde el comienzo de la crisis sanitaria el retorno de la publicidad en redes sociales ha aumentado en un 50%.
[7] Puedes leer sus interesantes propuestas en Sennet, Richard (2006). La cultura del nuevo capitalismo. Anagrama.
Profundo y muy bien escrito. Echa luz sobre varias comarcas. Gracias
Gracias. Seguro quedó mucho en el tintero. ¡Para la próxima!
Muy bueno el estudio!
Espero que, por el bien de todos, encontremos una solución.
Gracias.
Gracias a tí, Simona. Esperemos de verdad que podamos volver a trabajar en condiciones justas para todos.
Buena clasificación Silvia, es un cambio de paradigma.
Eso parece. ¡Hay que adaptarse a todo! (o no…)
Excelente artículo!
Me cuesta verme como parte de un grupo. Por momentos me siento parte de uno, y de a ratos parte de otro.
En mi caso particular, tuve la esperanza que estos meses hicieran que nos dieramos cuenta que NO HACE FALTA ir todos los dias a la oficina y cumplir un horario fijo. En mi caso particular: confirmé lo que ya sabia: puedo hacer mi trabajo en la mitad del tiempo y no es necesario que este 9 horas diarias de lunes a viernes en la oficina.
Lamentable, en muchos casos la decisión de como será la «nueva normalidad» viene desde arriba. Es decir: aunque muchos nos dimos cuenta que podemos estar en la oficina menos horas y aún asi cumplir con lo que se espera de nosotros, todavia hay mucho jefe que quiere ver a sus subordinados en la oficina. Será inseguridad? «si no lo veo trabajando, es que no esta trabajando»
Lamentablemente, muchas empresas siguen muy atrasadas. Esperemos que cambien después de esta experiencia. ¡Gracias por leer y comentar!
Yo estoy entre los Felices y los quemados. Me has solucionado temas de logistica con respecto a hijos, pero las videollamadas no fluyen como las reuniones presenciales, he perdido privacidad y comodidad para trabajar (no tengo en casa un lugar específico para trabajar), y la semana parece un solo largo día de trabajo.
Un 50-50…..
Sí, creo que muchos trabajadores oscilan entre el queme y el disfrute. Esperemos que, de cara al nuevo curso, todo vaya más aceitado. ¡Un saludo!