• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido principal

Silvia Zuleta Romano

Sobre el oficio de escribir, el capitalismo y otras hierbas

  • Inicio
  • Blog
    • Todos los artículos
    • La guarida de ficción
    • El canguro filósofo
  • Sobre mí
  • Contacto
  • Mis libros
  • Mi trabajo
  • Show Search
Hide Search
Usted está aquí: Inicio / La guarida de ficción / Sara Mesa y la ficción que nos alimenta

Sara Mesa y la ficción que nos alimenta

Silvia Zuleta · 21 junio, 2021 · 4 comentarios

A partir de la lectura de Mala letra de Sara Mesa, reflexionamos sobre las narración de lo oscuro, sobre los pueblos y los parajes abandonados y sobre la necesidad de crear y creer los cuentos que nos rodean. Para ello, visitamos a Capote, Lovecraft, Ishiguro, Roth, Némirovsky y alguno más. Porque la ficción también nos alimenta. Tanto como una buena comida.

Tabla de contenidos

  • Lo oscuro en la vida cotidiana
  • El pueblo y la infancia no es la patria a la que queremos volver
  • El horror en las cosas pequeñas y realistas
  • La especie fabuladora
  • Necesitamos creer como alimentarnos
  • Para leer más

Lo oscuro en la vida cotidiana

Hay algo que me gusta de la buena literatura y es la capacidad de generar incomodidad y mal rollo en escenarios comunes y realistas. Es una búsqueda personal. La incomodidad. La duda. Lo oculto. Lo que no parece obvio. El horror está aquí. Los fantasmas están aquí. Por eso la lectura de los cuentos de Sara Mesa me engancharon desde el primer momento. Por supuesto, hay de todo. Pero hay un factor inquietante que es la vida misma. Hay personajes sórdidos a medio camino entre el monstruo y el hombre. Y me pasa todo el tiempo que veo gente que me parece un poco aterradora aunque no lo parezca. Hay algo de monstruoso en ser algo y parecer otra cosa. En descubrir algo oculto. En toparse con ese doblez. Un poco vi eso en los cuentos de Samantha Schweblin, yo no sé si llamarlo terror (o sí), terror en lo cotidiano, en lo pequeño. Se percibe, por ejemplo, en “La respiración cavernaria”[1]. La idea del infierno en la tierra. La prisión de no poder morir. El arrastrar la vida como si fuera una losa.

En los cuentos de Sara Mesa, su escritura es terrosa. Simple. Casi desaparece su lenguaje en pos de una historia sin ornamentos. Algo parecido me pasó con dos autores en realidad muy disímiles: Fernando Aramburu y su Patria (Tusquets, 2016) y Kazuo Ishiguro en El gigante enterrado[2] (Anagrama, 2016). Es una forma de escribir que no endulza. Más bien, parece que el autor, quiere que te olvides de la escritura y te concentres en la historia. Y esa falta de emotividad, aunque parezca que le resta a la obra, por alguna razón, le aporta mucho.

De a ratos, parece que no se involucra, no hay emociones. Eso me había pasado con Un amor, de la que hablé hace unos meses y viéndola ahora en retrospectiva me parece más un buen relato al que le sobran 40 páginas que una novela. Tanto en el tono como en la atmósfera se acerca más a un cuento que a una historia larga. Pero volvamos a Mala letra.

Con este libro me llevé una grata sorpresa porque pude ver un registro más amplio. Y de lejos “Nosotros los blancos” me pareció el mejor relato de todos porque muestra a los personajes con sus luces y sus sombras y comienza de una manera y termina de otra y te deja el sabor amargo e incómodo que deben dejar los cuentos. Me pareció del todo inesperado y al mismo tiempo, bien resuelto. Casi una pequeña novela. Creo que es donde más cómoda se la ve. En los relatos y las nouvelles. Esa capacidad para condensar en poco espacio todo un universo, pocos pueden hacerlo. Y me vienen a la cabeza dos escritores de obras cortas que han llevado la ficción a la categoría de obra maestra: Joseph Roth (pienso en la maravillosaa La tela de la araña por poner un ejemplo) e Irène Némirovsky (El vino de la soledad entre otras). En dos registros muy distintos a Sara Mesa, han sabido condensar en pocas páginas narraciones que conmueven y logran esa tan anhelada compenetración. Y con Sara Mesa, a diferencia de los dos autores antes citados, sea novela o no, el aroma es siempre a relato corto. Las narraciones tienen el ritmo más de un cuento que de una novela, independientemente de su extensión.  Pero hay más.

El pueblo y la infancia no es la patria a la que queremos volver

Hace poco se armó algún revuelo en torno a las declaraciones de Ana Iris Simón, autora de Feria, sobre la vuelta al pueblo y a la vida de los padres. Este tipo de mensajes los he oído a menudo en España por parte de cierta generación. “Me voy al pueblo”, la vida de los pueblos. Las historias de los pueblos. A mí es un tema que me apasiona porque los pueblos tienen muchas historias pero son todo menos románticas. Ya Lovecraft[3] hablaba de unos pueblos perdidos y de unos personajes inquietantes a partes iguales y Mesa, en un tono menos críptico apela también a describir una atmósfera, al menos, agobiante de la vida de los pueblos. Lo vimos muy claramente en Un amor y lo volvemos a ver en Picabueyes. Siempre hay temor. Acoso. Chismorreo. La niñez no es del todo idílica y la vida de los adultos no es lo que pensábamos. Y me gusta esa mirada crítica sin caer quizás en la frivolidad de tener que contar una historia de terror. Mesa llega con una bazuca a dinamitar esa nostalgia y quizás por eso me gusta tanto.

El horror en las cosas pequeñas y realistas

Sara Mesa no es una escritora de terror pero claramente es capaz de contar historias sórdidas sin caer en el género. “Papá es de goma” cumple con todas las premisas de lo inquietante pero siempre manteniéndose en el terreno de lo realista. La temática “niños abandonados” está en la literatura universal desde que el mundo es mundo y, si lo está, es porque es más común de lo que suponemos. De alguna manera, en los relatos de Mesa habita lo extraño en terrenos muy realistas. Eso le da un plus. Alguien que puede atemorizar sin recurrir a los fantasmas o a lo sobrenatural tiene todos mis respetos porque es capaz de captar parte de ese miedo que siento yo ante situaciones que son cotidianas. Y esas pequeñeces que nos rodean pueden tener un registro oscuro o, por el contrario, cómico. Y, por alguna razón, este cuento me llevó a Truman Capote, no porque se parezcan en la forma sino porque narran con sencillez vidas de niños abandonados o que pasan mucho tiempo sin sus padres. En “Una navidad”, “Un recuerdo navideño” o en “El invitado de acción de gracias”[4] nos acercamos un poco a esa infancia. La diferencia es que Capote emociona, casi hasta el dulzor. Quizás el hecho de escribir en primera persona realza esa emotividad que no tiene Mesa en sus relatos. Pero esto no es un defecto. Son dos miradas distintas. Mesa aborda la infancia desde la fría lejanía de un narrador que todo lo observa. Capote aporta la subjetividad del niño grande que se pone a recordar. Dos miradas diferentes e igualmente profundas. La infancia como instancia de desasosiego y soledad está presente en ambos autores.

La especie fabuladora

A menudo, en las mesas familiares nos encontramos con discusiones acerca de hechos o anécdotas del pasado. Todo comienza con una narración en tercera, quizás una madre o un padre recordando algo que sucedió hace treinta años. Pero hay interrupciones. Algún tío retruca. Dice que eso no fue así. Y se establece un diálogo. Un intercambio de opiniones. Y quizás, solo quizás, haya una persona más escuchando todo esto y pensando: aquí hay una historia. Aquí pasa algo. Y capaz lo interesante esté justamente en esa subjetividad que constituye la memoria y también la ficción. He visto claramente este recurso en “Nada nuevo”. Al principio, me confundió un poco. Lo tuve que leer varias veces porque si bien la historia es bastante simple en cuanto a hechos, tiene varias capas interesantes. Dos narradores o, mejor dicho, una narración en tercera, entremezclada con diálogos que constituyen una historia en sí misma. Me parece un recurso interesante que va despiezando la trama poco a poco y subyace esa idea atrayente que tiene que ver con la memoria, los rumores, el paso del tiempo y lo que recordamos y las historias que nos creamos o creemos recordar y que luego narramos a otros. Ese narrar es tan personal que de alguna manera viene a decirnos: todos somos narradores. Todos somos cuentistas. Las historias están. Las narraciones están. Somos una especie fabuladora como nos recuerda Nancy Huston en su obra del mismo nombre. Tenemos ese ímpetu porque, como ella bien nos recuerda, sabemos cuándo nacemos y sabemos que vamos a morir y ya ese mismo acto de reconocimiento de la propia existencia finita es una forma de relato. La narración empieza en nuestra cabeza. Nacemos. Morimos. Y en el medio suceden cosas que deben ser narradas.

Necesitamos creer como alimentarnos

Como seres humanos narramos hechos todo el rato. Lo vemos en la cola del banco. Una señora me empieza contar su vida. Tiene una necesidad. Y yo la escucho y la veo gesticular. Y le veo los ojos. Y no la conozco pero le creo. También le creo al gobierno a veces cuando dice que me va a llamar para vacunarme y le creo al señor y al verdulero cuando me dice que los plátanos que compro son de Canarias. Hay quien me dice. No les creas. Es todo mentira. Nos engañan. Y entonces, yo les digo que si no creo, aunque sea, un poquito, me voy a morir. Y que esa necesidad de creer en realidad no es un cheque en blanco. Es un ímpetu por vivir. O mejor dicho instinto de supervivencia. Y en la ficción me pasa lo mismo. Nos narran historias todo el rato. Y necesitamos creer al menos algunas, más allá de que no existan en la realidad. Sopesamos la posibilidad de que no existan pero elegimos creer para seguir adelante.

En palabras de  Pablo Maurette, nos compenetramos porque lo que nos narra nos parece evidente:

“Estamos en las primeras páginas de una novela, (…), sin darnos cuenta aceptamos el mundo que se nos presenta, nos compenetramos con él, proyectamos en él nuestras emociones, sufrimos, gozamos. (…)Sabemos que ese mundo ficticio del cuento, del film, del cuadro, está construido con ladrillos muy distintos de los que componen aquel que habitamos en carne y hueso, y sin embargo lo aceptamos como quien, al sentarse, acepta sin más la realidad de la silla”.[5]

 Y de alguna manera, las narraciones son como el alimento de todos los días. Las necesitamos para subsistir tanto como la comida. Las creamos. Las creemos. Son el pan nuestro de cada día.

Amén.

Para leer más

  • Mis libros favoritos sobre Virginia Woolf
  • Sobre por qué el ChatGPT le inventa romances a Katherine Mansfield
  • El éxtasis colectivo
  • El fútbol es lo menos importante
  • Un mundo sin escritores

[1] Swebling, Samantha. Siete casas vacías. Páginas de espuma. 2015

[2] Sobre este tema del lenguaje y de Ishiguro hablé en Por qué leo cuentos de hadas.

[3] Aunque Lovecraft crea parajes abandonados o casi como Dunwich en Nueva Inglaterra. En general, hay un componente folclórico y casi mitológico que no se ven en los cuentos de Mesa. Lovecraft define personales pueblerinos que son siniestros pero siempre ligados a una idea de abandono que no vemos en los pueblos de España que retrata Mesa. Un cuento que refleja muy bien esa idea de territorio abandonado es “El día de Nahum Wentworth”.

[4] Todos ellos en Cuentos completos (Anagrama). Para mí, de los mejores libros de Truman Capote.

[5] Fuente: Maurette, Pablo. Por qué nos creemos los cuentos. Clave intelectual. 2021

Publicado en: La guarida de ficción, Mis recomendados Etiquetado como: Lovecraft, relato corto, Samantha Schweblin, Sara Mesa, Truman Capote

¡Gracias por compartirlo!

Interacciones con los lectores

Comentarios

  1. Ignacio dice

    21 junio, 2021 a las 18:21

    Qué buena invitación a leer tantas cosas pendientes. Es una frecuencia ajena a la mía, pero invitás a meterse. Voy a segurite.

    Responder
    • Silvia Zuleta dice

      21 junio, 2021 a las 18:38

      Un libro es una invitación a otro libro. ¡Siempre!

      Responder
  2. Ignacio dice

    20 septiembre, 2022 a las 17:22

    Un hallazgo lo de «escritura terrosa». Por lo demás, no he leído a la autora. Lo haré.

    Responder
    • Silvia Zuleta dice

      20 septiembre, 2022 a las 17:36

      Gracias.

      Responder

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mis libros

Olvídate de bailarinas

Los absurdos

Cabeza de zanahoria y otras anécdotas

Los viajes sonámbulos

Copyright © 2023 Silvia Zuleta Romano · Diseñado con por David Olier
Aviso Legal • Política de privacidad • Política de cookies

Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para mejorar tu experiencia de uso y personalización de ads.
Seguir navegando Política de cookies
Settings
Privacy & Cookies Policy

Privacy Overview

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega por el sitio web. De estas cookies, las cookies que se clasifican como necesarias se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las funcionalidades básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede tener un efecto en su experiencia de navegación.
Necessary
Siempre habilitado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. These cookies ensure basic functionalities and security features of the website, anonymously.
CookieDuraciónDescripción
CookieLawInfoConsent1 yearRecords the default button state of the corresponding category & the status of CCPA. It works only in coordination with the primary cookie.
viewed_cookie_policy1 yearThe cookie is set by the GDPR Cookie Consent plugin to store whether or not the user has consented to the use of cookies. It does not store any personal data.
Advertisement
Advertisement cookies are used to provide visitors with relevant ads and marketing campaigns. These cookies track visitors across websites and collect information to provide customized ads.
CookieDuraciónDescripción
VISITOR_INFO1_LIVE5 months 27 daysA cookie set by YouTube to measure bandwidth that determines whether the user gets the new or old player interface.
YSCsessionYSC cookie is set by Youtube and is used to track the views of embedded videos on Youtube pages.
yt-remote-connected-devicesneverYouTube sets this cookie to store the video preferences of the user using embedded YouTube video.
yt-remote-device-idneverYouTube sets this cookie to store the video preferences of the user using embedded YouTube video.
Analytics
Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.
CookieDuraciónDescripción
CONSENT2 yearsYouTube sets this cookie via embedded youtube-videos and registers anonymous statistical data.
_ga2 yearsThe _ga cookie, installed by Google Analytics, calculates visitor, session and campaign data and also keeps track of site usage for the site's analytics report. The cookie stores information anonymously and assigns a randomly generated number to recognize unique visitors.
_gat_gtag_UA_92093538_21 minuteSet by Google to distinguish users.
_ga_5RXZ7SDZSD2 yearsThis cookie is installed by Google Analytics.
_gid1 dayInstalled by Google Analytics, _gid cookie stores information on how visitors use a website, while also creating an analytics report of the website's performance. Some of the data that are collected include the number of visitors, their source, and the pages they visit anonymously.
Powered by CookieYes Logo