Aprovechamos la serie de Luis Miguel emitida por Netflix para reflexionar sobre uno de los géneros más apasionantes: la biografía y sus estrechos lazos con el chimento. También nos preguntamos sobre las memorias cuando las escribe el protagonista y por qué es un problema la longevidad de los protagonistas en este asunto. Disfruten.
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Sobre estar vivo cuando escriben tu biografía
Espero que mis lectores no se desilusionen por esto pero he sido fanática de Luismi casi toda mi adolescencia. He ido en numerosas ocasiones a sus shows coincidiendo con su época de oro. Veinte años. Romance. Aries. El tiempo ha pasado y mi pasión se ha atenuado hasta convertirse en un bonito recuerdo de juventud. No he sido capaz de seguir empatizando con un sujeto que ha perdido espontaneidad con los años.
No lo culpo. Nos pasa a todos.
Sin embargo, todo este asunto de la serie me ha hecho reflexionar sobre las biografías y las memorias.
Ya hemos hablado de ello en El canguro filósofo (Biografía y periodismo rosa: dos géneros denostados… y terriblemente exitosos). Y hemos charlado sobre los tiempos de la biografía y sobre si es necesario que todo el entorno del biografiado esté muerto (incluyendo al mismo) para contar la vida privada de las personas públicas.
Está claro que si te arriesgas a hablar de alguien que está vivo, habrá más de un enojado. Es parte de la vida. Nunca estamos de acuerdo en cómo se viven las cosas. Incluso, dentro de una familia bien avenida, a menudo los recuerdos se diluyen hasta el punto de transformarse en una pequeña historia de ficción en la mente de cada miembro de la familia.
Cuando los biografados no se mueren más
Y todo esto me hace pensar sobre los tiempos de los biografiados. Dijimos en el artículo antes citado, que el grupo Bloomsbury se molestó por la biografía de Lytton Strachey. Michael Holroyd, su biógrafo, tuvo que esperar a que muriera su padre para poder publicar sus propias memorias. Y la primera biografía de Keynes a manos de Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes[1],era más insulsa que té sin azúcar. Claro.
El economista estaba vivo.
Su familia estaba viva. Él era su discípulo. Tuvieron que pasar más de treinta años para que Robert Skidelsky se pusiera a la tarea de contar la verdadera historia en donde el principal escollo, como lo comenta el mismo Skidelsky, fue su hermano Geoffrey, aún vivo.
Casi podríamos decir que lo peor que le puede suceder a un biógrafo es que su biografiado, y su entorno, sean longevos. De alguna manera, la muerte y el paso del tiempo no hacen sino mejorar el trabajo del que escribe sobre la vida de otros.
Suena un poco perverso ¿no? Uno podría inferir todo lo contrario. Que el paso del tiempo desvanece los hechos importantes.
Pues no, amigos.
Las memorias como artefacto narrativo pueden resultar maravillosas pero les puedo asegurar que habrá muchos aspectos oscurecidos. Es normal. Con la muerte pueden brotar testimonios más jugosos, menos sesgados por los protagonistas. Y a su vez, se evita la ofensa y el daño.
Solo hay una excepción a esta regla: la biografía no autorizada. Es decir, aquel relato casi en vivo y en directo del biografiado pero que no cuenta con la aquiescencia del mismo. Ahí puede haber algo jugoso. Incluso pasa a ser interesante la “metahistoria”. Ese relato de las aventuras que sufre el autor al hablar de alguien célebre y las peripecias que tiene que sortear[2]para escribir su historia[3].
El asunto de la vida privada levanta algo sensible, doloroso incluso vergonzoso que no tiene precio. Es algo intangible. Más allá de esto, la serie confirma varias cosas que ya sospechábamos. Veamos.
Vender nuestra vida tiene un precio
- Que todo lo que ya sabíamos por sus biografías autorizadas y no autorizadas era cierto.
- Que Luis Miguel no está dispuesto a liberar información sin algo a cambio. En un momento de supuesto declive artístico, ¿qué mejor manera que sacar un lucro interesante con la serie? Garpa más una serie de Netflix que hacer declaraciones. Otra vez la vida privada es un medio de cambio. Un valor de mercado que cotiza al alza (aquí puedes leer más sobre la relación entre el consumo y los datos personales).
- Que el relato que se cuenta en la serie, el autorizado por Luis Miguel, despierta y desentierra miles de relatos paralelos que emergen y que, quizás, estaban dormidos.
- Que basta un pequeño empujón para que se ponga en funcionamiento todo un engranaje publicitario que en realidad no costea él. Es como si hubiera una externalidad positiva. Algo beneficioso que se genera a su favor sin que él haya contribuido excepto en ese empujón inicial.
- Mañana la segunda parte. ¡Este artículo me quedó muy largo!
YA PUEDES LEER LA SEGUNDA PARTE, ACÁ.
Y tú, ¿sueles leer memorias y biografías?
Para leer más
- Una pausa en Tokio
- Una llegada a Japón
- Notas sobre la racionalidad, las emociones y el cuerpo
- Notas sobre la economía y el cuerpo
- Cuando las casas son mausoleos
[1] Esta biografía fue encargada por su hermano. Si bien Harrod tuvo acceso a sus Personal Papers (PP), no figura ninguna referencia a su vida amorosa o personal. Tuvieron que pasar varias décadas para que Skidelsky tomara la posta. Ya comenté en El canguro filósofo la portada de la versión del Fondo de cultura Económica, aparece Keynes en blanco y negro. Lo que no se muestra es que la foto está cortada y que a quien mira es a uno de sus grandes amores: Duncan Grant.
[2] Volviendo a Claudia de Icaza. A raíz del éxito de la serie, la autora anunció que su libro se va a reeditar con un capitulo extra dedicado a la batalla legal que le ganó a Luis Miguel. Estoy segura que será uno de los capítulos más jugosos del libro.
[3] Me viene a la mente la historia de El motel del voyeur de Guy Talese. Tal como comenté en mi crítica en Goodreads, el relato vale por el making off y la controversia en torno a la veracidad de la información.
Otro tip es el relato: la serie mejora a medida de que crece la instriga policial y pierde peso e soap opera (me quiere, no me quiere). Eso arrastra mucho la atención y promueve una narración paralela como la de Luis Ventura en la TV argentina, que promete mostrar las pruebas de dónde está o estuvo la madre.
Promete y promete. De momento, pura especulación ¿no?