Hoy quiero recomendarles algunas obras de ficción con trasfondo económico. Nos centraremos en la economía de las últimas décadas y en autores anglosajones. Analizaremos el desenfreno de los años ochenta. La precariedad laboral. La especulación inmobiliaria, la decepción de las clases populares y los extremismos. Porque se puede aprender mucho de economía, solo leyendo ficción.
La economía delimita nuestras vidas
Los que me conocen saben que, además de escritora, soy economista. Y los que hayan leído mis libros de ficción también habrán notado que, en general, la economía y el dinero suelen estar presentes en mis historias.
La economía está tan metida en nuestras vidas que es imposible no pensar que configuran nuestras relaciones y nuestras decisiones.
Piketty dice que solemos elegir nuestra pareja en función de la renta. Se busca un cónyuge de origen económico parecido. Se hacen elecciones económicas que luego influyen en nuestras relaciones personales.
Casi todo lo que nos sucede está directa o indirectamente relacionado con el dinero. La ficción no escapa a esta realidad. Numerosas novelas y cuentos han surgido al calor de crisis económicas o cambios en los modelos de producción de los países. O han sido el resultado de penosas vidas que han soportado las mujeres en sus matrimonios.
Una de las cosas más interesantes de Thomas Piketty es que, tanto en su obra Capital en el siglo XXI (del que puedes leer una completa reseña aquí) como en Capital e ideología, va citando obras literarias de interés que complementan la explicación de un momento histórico concreto. De alguna manera, la premisa sería: podemos explicar un fenómeno económico de muchas maneras.
La ficción puede ser una de ellas.
Y yendo a lo más general, podemos intentar narrar un fenómeno de cualquier tipo a través de la ciencia o a través del arte. O puede que la ciencia no siempre sea capaz de expresar todos los matices de un problema. Y recuerdo a Foster Wallace, del que hablé en Foster Wallace y la búsqueda de la verdad que además de escritor era filósofo y lo mismo usaba la escritura o la filosofía matemática para intentar llegar a la verdad de las cosas.
Pero hay más. A través de una novela o un cuento apreciamos el real alcance de la economía. Algo que se nos escapa en un modelo económico o en un libro de historia. La ficción nos muestra la intrínseca realidad de los personajes. Sus sufrimientos y desvelos. Sus alegrías.
Como el tema da para mucho, me concentraré en obras de las últimas décadas y en autores anglosajones.
Quiero aclarar que la elección es arbitraria, lo sé, pero algún criterio tenía que usar. Ya veremos más adelante otras épocas y autores muy interesantes para entender fenómenos económicos concretos.
La burbuja inmobiliaria, el desempleo y la crisis del 2008
¿Quién no conoce alguna historia contada de primera mano sobre constructores que hicieron dinero rápido a base de comprar y vender propiedades? Gente sin estudios que decidió que estaba bueno eso de tener un autazo, comer toneladas de gambas y veranear en lugares exóticos. Parecería un cliché pero la realidad supera la ficción. Marbella en los dos miles es otro ejemplo de esa idiosincracia que mezcla grandes rentas de capital, gastos suntuosos y, como telón de fondo, estados corruptos al servicio de la burbuja inmobiliaria a través de regímenes impositivos amigables con el inversor en bienes raíces. España es un ejemplo de cosas que también sucedían en otras partes del mundo.
Capital de John Lanchester (Anagrama) combina en esta novela de vidas cruzadas el devenir a algunos personajes interesantes. Un banquero que se queda desempleado. Una mujer manirrota. Unas deudas impagables. Lanchester nos muestra en este fresco muchas cosas. No hace falta vivir en Londres para ver de primera mano ese capitalismo que critica. Un sistema que nos invita a consumir, a ostentar y a endeudarnos. El tema inmobiliario también está muy presente porque todos los protagonistas son vecinos de una misma calle. La gentrificación. La especulación. El dinero fácil. ¿Les suena? Les puedo asegurar que esta novela explica mucho más sobre un periodo económico especialmente desenfrenado que muchos libros de economía.
Racismo, crisis industrial y Brexit
Los que hayan estado más o menos atentos al devenir del pueblo inglés (o hayan leído el excelente análisis sobre el asunto en Capital e ideología de Piketty) sabrán que el Brexit es un exponente más del desencanto de las clases populares con la nueva izquierda. Un progresismo más cercano a las elites educadas que a la clases trabajadoras que se aleja de la fábrica y se acerca a la universidad. Se implica en cuestiones de inmigración y, según muchos, deja de lado a los de siempre. Los olvidados del sistema que tienen la mala suerte de no pertenecer a una minoría.
Al menos, así lo ven ellos.
Jonathan Coe recoge este escenario para narrar la vida de una familia cuyos miembros están insertos en una Inglaterra desilusionada. El padre, nostálgico del pasado vuelve al antiguo barrio en donde ya no hay fábricas sino centros comerciales. Su hija, profesora universitaria, es acusada de discriminar a un estudiante trans. Mientras que otro de los personajes, Charlie, se gana la vida de forma precaria haciendo de payaso en fiestas infantiles. El extremismo y al mismo tiempo la dictadura de lo políticamente correcto son dos caras de la misma moneda. La clase universitaria es más precaria y, al mismo tiempo, debe andarse con más cuidado sino quiere ser acusada de racista. Estas tensiones que están tan bien explicadas en esta trama son muy manifiestas en Capital e ideología así como en otras obras de ficción de las que ya hemos hablado como Mona de Pola Oloixarac (Literatura Randon House, 2019). Aunque la obra es inglesa no podemos dejar de decir que son asuntos universales que nos atañen a todos, seamos españoles, argentinos o sudafricanos.

El desenfreno de los ochenta
Yo no pude experimentar de primera mano el ambiente de los ochenta pero sí que, a través de las novelas, las películas y los ensayos, he llegado a tener una idea bastante cercana al ambiente de esos años. En especial, a través de la ficción. No puedo dejar de hablar de una de las mejores novelas para entender el mundo de la city de Nueva York y de los brokers de la city: La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe (Anagrama, 1987). Para mí, por supuesto, es una crítica velada a un universo de personajes que hacen de la ostentación y el amor al dinero, su religión. Los personajes son oscuros, sufrientes. Y nos damos una idea de hasta qué punto la económica delimita nuestras relaciones personales, amorosas y laborales. La obra se llevó al cine pocos años después con Tom Hanks, Melanie Griffin y Bruce Willis. A Tom Wolfe se lo compara con el Balzac o el Dickens de su tiempo. No estoy en condiciones de afirmar lo mismo pero sin duda, sus dotes de cronista le han servido para documentar muy bien una historia que merece ser contada.
En la misma línea, aunque a mi juicio menos lograda, va Dinero de Martin Amis publicada unos años antes (Anagrama, 1984) una historia ambientada también en Nueva York que muestra justamente el consumo desaforado y esa relación tan perniciosa entre el dinero y el pecado que también se viene señalando desde Bernard Mandeville y su Fábula de las abejas y que retomaría Maynard Keynes en Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Consumir significa fomentar los vicios y son esos vicios los que salvaran la economía (de este asunto hablé hace unos meses a propósito de la pandemia que estamos viviendo). Sin duda, estas dos novelas vienen a decirnos que la moralidad y la rectitud son incompatibles con la bonanza económica. Para pensar.
Vidas precarias, juventud y extremismos
Cuando llegué a España, el país, aunque estaba en plena bonanza económica, ya empezaba a mostrar signos de precariedad en amplios sectores de la población. Las leyes laborales eran más flexibles y se empezaban a ver contratos temporales. Recuerdo todavía la desilusión de muchos jóvenes con respecto a esto. Estaban como sorprendidos y años después muchos de esos jóvenes, hoy gente de mediana edad, todavía recordaba con melancolía tiempos mejores. Para mí, es muy normal la precariedad y más en la juventud pero creo que en España fue muy fuerte esa decepción. O más bien la sorpresa. Sin embargo, costó mucho que se movilizaran y no tengo claro hasta qué punto el movimiento 15M fue de los jóvenes o de la gente mayor. Sin embargo, diez años después, nos encontramos peor. O mejor, dicho, la juventud lo tiene cada vez más difcil y no parece que haya un movimiento real de contestación. Creo que estamos todos mucho más aislados y solos. En este contexto, de desconexión real y alta conectividad virtual, quiero citar la última obra de Jonthan Franzen, Pureza (Salamandra, 2018). Debo decir que no es su mejor novela pero la rescato porque ambienta muy bien la historia que quiere contar. Una America que vive de trabajos precarios. En la que los jóvenes asumen esa situación con resignación y sin demasiadas herramientas para luchar. De alguna manera, se pone de manifiesto ese contraste entre el ímpetu de los jóvenes de la década de los setenta y esta nueva generación que se ha criado en democracia pero que no es capaz de tomar un rol importante en defensa de sus derechos. Purity es una chica joven que termina la universidad y encadena trabajos precarios. Todo esto hasta que se deja seducir por un proyecto bastante estrambótico. Tres personajes dominan esta novela. Pip, un personaje anodino y poco interesante, Andreas una suerte de Julian Assange y Tom, un periodista de investigación traumatizado por una mujer caprichosa y millonaria. Más allá de los desaciertos argumentativos, varios temas subyacen con contundencia. El rol de las mujeres y las madres. Internet y la privacidad. El desencanto hacia el capitalismo actual y las pocas respuestas que ofrece a buena parte de los jóvenes.
En la misma línea va Por útimo, el corazón de Margaret Atwood (Anagrama, 2019). Víctimas de la debacle económica, Stan y Charmaine se instalan en el coche tras perder su casa. Malviven gracias a los escasos ingresos que ella consigue en un bar de poca monta. Es entonces cuando llama su atención un anuncio acerca del Proyecto Positrón. Esta última obra corre con ventaja ya que narra un contexto similar al de Pureza pero con menos páginas y más aciertos. Nos sentimos identificados con esa juventud sin un futuro claro. Que sobrevive a base de trabajos precarios y que es susceptible de caer en las garras de prometedores de sueños imposibles que, a la postre, derivan en tiranos. En ambas novelas vemos un denominador común: la decepción y la promesa de un gurú que viene de fuera a salvarnos. Un gurú que pronto de transforma en un demonio. Veo en esta imagen una metáfora de algo que estamos viendo. Algunos le llaman populismos. A mí no me gusta esa palabra pero quizás personajes como Trump o Bolsonaro sean esos gurús cantamañanas de las novelas de Atwood y Franzen. Personajes con un discurso potente en contra del sistema que saben capitalizar muy bien el descontento de las clases populares.
Podría seguir hablando de literatura y economía pero, de momento, lo dejamos aquí. He querido dar un esbozo de algunas obras recientes de habla inglesa que creo que pueden extrapolarse a otras regiones. Realidades que compartimos muchos, vivamos donde vivamos. Y siempre con el convencimiento de que se puede aprender de economía y sus efectos, leyendo un libro sobre la materia o leyendo una buena novela. Porque no es necesario ser economista para sentir, vivir y respirar economía. Ella nos rodea. Nos moldea. Nos hace buenos. Nos hace malos. Saca lo mejor y peor de nosotros.
Siempre.
Y tú ¿tienes alguna obra para recomentar que tenga un fuerte trasfondo económico?
Un vaerdadero taller, más que un ensayo
¡Gracias!