Hay temas que en la vida de un escritor que son recurrentes y uno de ellos es el uso que hacemos del español los que no vivimos en nuestro país. El escritor expatriado tiene que lidiar con ese reinventar la rueda cada vez que se sienta a escribir porque el que escribe en su tierra, no puede imaginar otra forma de narrar que la suya propia en cambio los que vivimos en otro país nos vemos interpelados por una lengua que se narra de muchas formas. Porque el español en el escritor expatriado no es ni de allá ni es de acá. Es algo nuevo.
Tabla de contenidos
Buscar al narrador omnisciente
Ya en Construir una novela: sobre los localismos y el español neutro hablé sobre los dilemas a los que me enfrenté cuando escribí Los absurdos.
Hace aproximadamente cinco meses, me puse a escribir la que será mi cuarta novela. Me está llevado un proceso de documentación importante que requerirá bastante trabajo y al comenzar ya a poner los dedos en el fango me encuentro con que tengo que tomar decisiones importantes como
- Dónde situar la novela
- Cuando situar la novela
- De qué forma deben hablar los personajes.
En muchos casos, el lugar puede determinar la forma de hablar. Eso es cierto pero siempre habrá un narrador omnisciente que no necesariamente tiene que hablar como se espera que hable el personaje.
Me pasa lo siguiente.
Estoy contando una historia en donde el lugar de origen de los personajes no es relevante. Es decir, quiero evitar los localismos. Quiero alejarme del contexto y situarme en un terreno que no quiero que sea ni España ni Buenos Aires porque no es importante para la historia.
¿O sí?
Entonces, ¿cómo elijo a los personajes? ¿Los hago argentinos? ¿Los hago españoles?

Si la narración está contada en primera persona, esto se soluciona fácilmente porque te vuelcas con una sola forma de ver el mundo (la del personaje).
¿Pero qué pasa cuando necesitas un narrador omnisciente que esté a la altura?
Llevo en torno a quince años en España y como hablo de una manera que no es ni español ni argentino, eso sin duda se traslada a la escritura. Y eso me lleva a tener que hablar de los cuentos que escribo.
Las revistas literarias y el español
Como algunos saben, suelo publicar relatos en revistas literarias y en general no suelo tener problema con el léxico. A veces, me salen en español de España y a veces en rioplatense. El contexto manda. Y estas publicaciones están tan acostumbradas a recibir relatos de todo Iberoamérica que, en este sentido, funcionan como una comunidad única. Como un solo país que comparte una lengua y que al mismo tiempo tiene regionalismos como los tiene cualquier nación.
Sin embargo, me sucedió algo curioso hace poco.
Una publicación española (que no voy a nombrar porque es pa’ quilombo) en la que solía publicar me corrigió varias palabras, diciéndome que en España no se entendían.
Ok, pensé. Eso significa que van a publicar mi texto. Obviamente, el editor manda. Y por supuesto, accedí a esos cambios. (Hacía poco la revista Tierra Adentro que es mexicana, me pidió permiso para adaptar algunas palabras al léxico mexicano. Por supuesto que accedí.)
El asunto es que esta publicación española que me corrigió varias palabras que consideraba que no se entendían en España, no publicó finalmente el relato.
Me quedé sorprendida.
No porque no me publicaran, un escritor está acostumbrado a eso, sino porque se tomaron el trabajo de corregir mi léxico y mandarme un mail solo para darme una lección.
Yo no necesito que me den lecciones de habla española porque vivo en España.
Y si escribo en argentino es porque quiero hacerlo. Luego el editor decide lo que quiere publicar. Son las reglas del juego.
La conclusión de todo y a lo que quería llegar es: acepto que me corrijan si me publican.
Si no, NO.
Obvio, no estoy hablando de lectores beta, profesores, críticos literarios o lectores de a pie. Me refiero a los editores tanto de libros como de revistas.
Dicho esto, me encuentro ante un dilema. Mi habla es un híbrido. Como muchos escritores expatriados mezclamos los términos y eso, en definitiva, es lo que quiero mostrar con mi literatura pero, aun así, no sigo teniendo claro qué debo hacer en el caso de la novela que me ocupa.
Y entonces, vuelvo mi mirada a los otros. ¿Qué están haciendo otros escritores expatriados?
LA SEMANA QUE VIENE, LA SEGUNDA PARTE.
El habla es siempre un hídrido…
¡Siempre!
Muy interesante tu historia. En mi opinión, creo que no deberías «corregir» tu forma de escribir, ni siquiera por presiones de un editor. Eso de que mezclas diferentes tipos de español cuando escribes es, al fin y al cabo, lo que te diferencia del resto. Me gusta lo que veo en tu blog, por cierto. Lo he descubierto por sorpresa cuando buscaba alguna asociación de escritores hispanos expatriados que al desgraciadamente no he encontrado. Si no molesta, te dejo mi blog por si te interesa leer alguna de mis tonterías: http://www.enriquegirona.com
Hola, gracias por leer y comentar. Sin duda, no pienso ni puedo cambiar mi forma de narrar. Es algo vivo que va cambiando con el tiempo y que se adpata a las circunstancias concretas del texto. Un saludo y me paso por tu blog.