Seguimos hablando de cómo usa el español el escritor expatriado y a qué dilemas se enfrenta a la hora de escribir. Concretamente, quiero contarles qué me pasa con el español rioplatense. Si te perdiste la primera parte, puedes leerla acá.
Les comentaba que estoy a la búsqueda de algún referente. De alguien para quien la forma y los adornos del lenguaje no sean una prioridad. Alguien que se disponga a crear un artificio. Algo que no es natural, desde luego, pero que se pone al servicio de la historia. Y de pronto, todo esto me hace acordar a dos cuentistas rioplatenses que más o menos buscaban eso[1].
Tabla de contenidos
Los cuentistas y el español
Uno de ellos es Roberto Artl y el otro es Horacio Quiroga. ¿Qué tienen en común estos dos autores rioplatenses?
Que no lo parecen.
Y pienso que por qué los autores que más me gustan son los que menos argentinos parecen en el habla. Entiéndanme, son muy rioplatenses en sus historias e incluso en las palabras pero hay una especie de español neutro que suma más que restar. Es como si la lengua se volviera invisible y diera paso a la verdadera historia.
Para muestra un botón. Miren como narra Roberto Artl
“-¿Cuál es tu plan?
-No conviene aun que te lo comunique. Ah, tendrás que embriagarlo a tu marido. Ser amable con él. ¿Entiendes?
-Sí.
-Lo harás beber. Y cuando esté profundamente dormido, me llamas. “ (p.445)[2]”
En sus cuentos Artl no vosea y usa un lenguaje excesivamente culto para la época. Un idioma neutro. No parece argentino y la historia, en efecto, podría ocurrir en cualquier país.
El mismo tono se aprecia en Quiroga. No se trata de que no usen léxico local. Es una forma de narrar que escapa al localismo (no hablo de los temas que trata sino a la forma en que los trata). De alguna manera, hace que la historia sea la protagonista. Pero hay otros autores que buscan esa elegancia y minimalismo en el lenguaje de otra manera. Quieren escapar del español rioplatense. Veamos.
Traducir para despojarse de los adornos del lenguaje
Haruki Murakami cuenta en De qué hablo cuando hablo de escribir (ed. Tusquets) que el primer capítulo de su primera novela Escucha la canción del viento la escribió en inglés. En sus palabras:
“Es verdad que traduje el primer capítulo de mi primera novela del inglés al japonés (…). Lo que pretendía en realidad era conquistar un estilo neutro y dinámico que me permitiese moverme con libertad y en el que todo lo superfluo quedase eliminado. (p.51)”
Pola Oloixarac va más allá. En su última novela Mona (Random House, 2019), se sirve de un personaje peruano que está en un país en donde no se habla castellano y en donde está rodeada de extranjeros. Todo para justificar ese alejamiento del español rioplatense que tanta memoria personal tiene.
“Me encantó escribir así porque no quería escribir en argentino, no quería escribir prosa rioplatense porque no la soporto. De hecho empecé a escribir la novela en inglés y luego la traduje y ahí encontré otra manera de escribir. En un momento me di cuenta de que me faltaba la lujuria del castellano, la aventura de la imaginación que no para. Podía jugar a cierta neutralidad y trabajar con el castellano desde otro lugar, no desde el lugar de origen, de la historia o de la memoria (…)”[3].
Leer también transforma la literatura
No sé si llego al extremo de Pola pero la literatura argentina contemporánea tiene algo que genera un poco de rechazo. Es como escuchar un doblado en argentino. Y trato de preguntarme por qué ese rechazo a lo propio. Más que rechazo es una incomodidad. Un hormigueo que aparece a veces y que veces se va. En realidad, pienso que no es rechazo a lo propio, es un rechazo a la forma de narrar lo propio. Puede que el mismo léxico tenga una carga potente. Como un karma jodido que no puedo traducir en palabras. Es una incomodidad física. Sonora. Como la constatación de que algo no anda bien. El asunto es que esa disonancia tiene más que ver conmigo como lectora que con los escritores porque ese ruido me hace a mí como rioplatense y, capaz que no, a un español o a un sueco que aprendió español en México. Lo cual significa que el arte se transforma cada vez que es consumido o experimentado.
Volviendo a mi novela creo que la cosa se me complica. No tengo ni idea dónde tengo que situar la historia. Quiero que no tenga importancia pero al mismo tiempo tengo que agarrarme de algo de contexto.
Y mientras tanto, sigo preguntándome cómo cambia y se transforma y se moldea y se ensancha y se enriquece el español rioplatense fuera de sus fronteras.
¿Cómo resuelven este problema los expatriados? ¿Y los lectores?
¡Te espero en los comentarios!
Para leer más
- Una pausa en Tokio
- Una llegada a Japón
- Cuando las casas son mausoleos
- Tres libros bellos y la búsqueda del lenguaje extraño
- Sobre la importancia del lápiz negro
[1] Hablé de ellos en Siete cuentos argentinos que no puedes dejar de leer.
[2] Cuento La pluma de ganso. En Cuentos completos. Ed. Seix Barral. 2017
[3] Fuente: El cultural.
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